8. Una nueva vida (a)

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La Casa de Gart era un lugar pequeño pero agradable y cálido. Para David, era reconfortante estar en un sitio con una temperatura tan agradable después de haber soportado tanto frío en la Torre Oscura del Sur. Lori lo miraba extrañamente desde que había regresado a la casa.

—Es raro que haya decidido regresarte a casa y no te haya permitido quedarte con él —comentó Lori cuando David terminó de explicarle lo sucedido. Filideus le había pedido que volviera y lo había enviado mediante un destello de luz, tras el cual el chico había aparecido en la sala de la casa.

—Tienes razón —respondió David.

—Se supone que debo terminar mi tarea, pero no creo que tenga nada de malo quedarme un rato contigo antes de seguir —dijo la chica con una sonrisa.

—Tienes razón —respondió nuevamente.

—Ellos son como tú. Son humanos que viven en el mundo.

Repentinamente, a David lo embargó una sensación de lastima hacia Lori, pues su voz había contenido un vago deje de reproche.

—Sin embargo, yo casi nunca he podido interactuar con otros seres humanos —prosiguió la chica, con una sonrisa—. Como no puedo salir, son raras las ocasiones en que he conversado con ellos. No solo eres el primer ser humano de mi edad que he conocido, también eres el primero con el que puedo pasar tanto tiempo con toda libertad.

—Bueno, pero supongo que en este mundo hay otras criaturas además de humanos.

—Claro que sí —afirmó ella— está el señor Filideus, que no es propiamente un ser humano. Y también hay muchas leyendas antiguas que dicen que hay seres celestiales en la Metrópolis. Además, en el Bosque Negro, están diferentes clases de criaturas. Los seres Nativos de este mundo son increíbles y también están los de otros mundos que tienen acceso a este. Aun así, en la Metrópolis usualmente se ven Somnostigios y humanos, aunque estos últimos permanezcan encerrados dentro de las casas y no puedan ver lo demás.

—¿Qué hay de interesante en la Metrópolis, además de casas? —preguntó David.

—Pues la verdad... solo he ido una vez —respondió Lori con una sonrisa que David no supo si interpretar como sarcasmo—. Siempre he estado aquí.

—¿Por qué?

—Por el Velo Tenebroso... mientras el velo permanezca desplegado en el cielo, este es el único lugar seguro para estar. El Señor Filideus me dijo que si salgo a la Metrópolis, ellos notarán mi presencia y puede suceder algo terrible.

—¿Qué es el Velo Tenebroso?

—Es una cortina de poder oscuro, una barrera que cubre el cielo de la Metrópolis. El velo permanece en el cielo gracias a las Cuatro Torres Oscuras. Cada una tiene la función de desplegar el poder que conforma la barrera en cada uno de los puntos cardinales y así detectar cualquier clase de actividad humana. Les sirve a los Somnostigios para saber la ubicación de cualquier ser humano que respire.

Un escalofrío recorrió la espalda de David, quien quedó horrorizado por la idea de que alguien hubiera pasado tantos años encerrada en una casa. Por eso, decidió cambiar el tema:

—¿Qué te parecen los humanos? —preguntó sonriendo.

—Les has dado una buena imagen —respondió la chica con sencillez—; pero eres demasiado distinto a mí, a pesar de que también soy humana.

—¿Distinto en qué sentido? —preguntó David frunciendo el ceño.

—Bueno, eres divertido... eres... —empezó y cerró los ojos como si intentara buscar la palabra adecuada—, una persona reactiva.

—¿Reactiva?

—Sí, te dejas llevar por tus emociones, tanto las buenas como las malas. En cambio, yo soy una chica muy tranquila y pienso en exceso.

—Bueno, sí soy así... pero solo en parte. Creo que también pienso en exceso y es uno de los peores defectos que tengo.

—Eres inteligente, también creativo —interrumpió Lori—. Creo que seguramente debes ser mucho más inteligente que el promedio. Vives en un universo en el que todo es demasiado razonable para ti y eso lo hace aburrido, y te convierte en alguien demasiado lógico.

—Ajá.

—Sin embargo, tu propio ser permanece por encima de esa lógica y eso te convierte a ti mismo en un loco que cree en lo que es absurdo. Por eso vives desorientado a pesar de siempre tener todo bajo control: lo absurdo es desconocido, por lo tanto tú eres un desconocido para ti mismo.

—Tú me das miedo —comentó David suavemente, sonriendo.

—Como todo es desconocido, tu seguridad radica en tu creatividad más que en el suelo que pisas. Eso te hace fuerte, pero sigues siendo alguien gobernado por sus emociones.

—Vale, supongo que lo soy.

David permaneció en silencio unos momentos, mientras que Lori se quedó mirándolo. Se sintió incómodo con la mirada de la chica y tuvo que romper el silencio en menos de diez segundos. ¿Acaso ser descubierto lo hacía vulnerable? ¿Odiaba la vulnerabilidad?

—¿Por qué soy el primer ser humano con el que compartes tanto tiempo? ¿No has interactuado con los soldados de Filideus?

—Sí, pero ellos son seres vivos. Todos tienen vidas que vivir y pasan pocas horas en este mundo —respondió Lori mirando hacia la ventana—; además, todos son mayores que yo. No tenía muchas esperanzas de hacer algún amigo alguna vez, así que cuando el señor Filideus me dijo que aparecerías...

—¿Quieres decir que ustedes sabían que yo aparecería? —preguntó David, sin saber cómo tomar eso.

—Por supuesto que sí. Mi Señor Filideus es muy precavido con eso de los comas, tiene detectores de humanos en toda la Metrópolis. Los Somnostigios jamás los notarían.

—¿Y si alguien saliera de su casa por error? ¿Cómo lo diferenciarían de alguien que está en coma?

—Por la respiración —respondió Lori tranquilamente—; la de un dormido es uniforme, pero la de alguien en coma, bueno, es inconfundible... como no tiene una total comunicación con su cuerpo casi no se siente. Los Somnostigios utilizan el mismo método para buscar personas.

—Vaya, entonces tanto ustedes como ellos siempre pudieron detectarme. Eso es escalofriante —comentó David, sobrecogido—. Sin embargo, siento que puedo confiar en ustedes.

—Gracias —respondió Lori—. También siento que puedo confiar en ti. Aunque ha sido desde lejos, he visto muchos humanos por aquí; las esencias humanas suelen tener mucha maldad. Tú no la tienes... al menos no de la misma manera ni del mismo color. Seguro que debes ser un bicho raro.

—Vaya... sabes otra cosa sobre mí que no deberías saber.

Lori rió, y David se quedó en silencio, intentando controlar la sensación de vulnerabilidad. No fue capaz de hacerlo, así que prefirió cambiar de tema.

—Eres muy bonita —empezó David y Lori se estremeció en su silla—. Supongo que eres la clase de chica que miraría en el metro y que me haría sentir completamente apenado. Sin embargo, cuando te veo, me das una impresión totalmente diferente a la de todas las chicas que conocía, especialmente las bonitas.

Lori se puso colorada y desvió la mirada aparatosamente. Entonces David se percató de que había dicho algo muy estúpido de una forma muy ingenua. Luchando encarnizadamente para que los colores no se subieran a su cara, se puso de pie y caminó por la sala, silbando y silbando para que Koru se acercara a él. No lo había visto y no sabía si estaba en la casa.

Pocos segundos después del tercer silbido, Koru llegó corriendo velozmente y saltó sobre el sofá, antes de lanzar una mirada cariñosa a David y responder sus silbidos.

—Koru es gigantesco. Las aves en mi mundo no son tan grandes —comentó David, intentando romper el hielo con Lori.

—¿Cuantas especies de aves hay en tu mundo? —preguntó ella, con interés y al parecer dispuesta a olvidar la situación.

—Tepuedo hablar de una centena de ellas —respondió David, y se sentó en una silla,cómodamente. 


los oniromantes: el navegante de las pesadillas Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora