2. El Castigo Eterno Que Un Mortal Rompió (surreal)

103 11 4
                                    

Lleno de una renovada confianza, David se sacudió violentamente. Hubo un ruido que recorrió el lugar de arriba hacia abajo y produjo un eco ensordecedor por todas partes. Era un sonido similar al de un cristal que se rompía. Ahora las sombras soltaban exclamaciones de miedo imprecisas, y bizqueaban ante la luz producida por las llamas: seguro que no estaban acostumbradas a la luz.

David había recuperado el habla y el movimiento: ¡sólo le faltaba deshacerse de sus captores!

-¡Ahora me las pagarán! -gritó el muchacho y su voz resonó como un trueno mientras las llamas que rodeaban su cuerpo chisporrotearon con furia.

-¿Cómo nos va a ganar algo como tú?

No se necesitaba ser genio para saberlo: David estaba cubierto por una bola de fuego, flotando en el aire, mientras que ellos eran creaturas que parecían totalmente intolerantes a la luz y al calor: ¡simplemente necesitaba acercarse a ellos y forzarlos a entrar en contacto con él!

Sólo necesitaba poder hacerlo... de algún modo.

A decir verdad no resultó especialmente difícil.

-¡AAHHH! -David ni siquiera se dio cuenta cuando ya estaba embistiendo a uno de los espectros que se incendió al instante, desperdigando chorros de fuego por todas partes. El lugar se iluminó casi completamente y las otras cuatro sombras se retorcieron ante la luz naranja.

Volando como un proyectil, David se lanzó hacia la segunda creatura, que intentó detenerlo con sus delgadas manos pero estas fueron incineradas con el mero contacto, y el impulso la lanzó disparada por los aires, donde explotó ruidosamente.

-¡Malditos! -gritó David, mirando por encima de su hombro a dos de las sombras, que estaban detrás suyo acercándose sigilosamente para atacarlo. Rápido como un proyectil, se abalanzó sobre ellas sin ningún reparo, y en un increíble golpe de suerte, golpeó a las dos a la vez.

-¡Inténtalo conmigo! -bramó la sombra de la voz estrepitosa y saltó imprudentemente sobre él. En cuanto tocó la burbuja de fuego se incendió igual que las demás y se apartó retorciéndose de dolor.

Todo el lugar estaba cubierto de llamas y ahora David veía con claridad: el suelo estaba tan sólo a unos dos o tres metros de sus pies. La sensación de volar había sido agradable pero ahora quería estar sobre suelo firme.

En cuanto pisó el suelo, las sombras que no habían terminado de consumirse se deshicieron en cenizas y la bola de fuego desapareció para tomar la forma de un sutil borde de fantasmagórica luz verdiazul alrededor de su cuerpo.

-Eso se merecían -murmuró, percatándose de que le dolía la garganta de gritar. No obstante, en ese momento su ira rebelde se esfumó instantáneamente como si alguien hubiera derramado un balde de agua fría sobre su cabeza.

¿Qué había sido eso?

¿Había escapado de su merecido castigo eterno? ¿Había roto la regla y cambiado su propio destino? ¿Había contradicho aquello que Dios había dictado para él? ¿Había hecho tal cosa?

David se consoló pensando que quizás no había ido al infierno realmente, aunque fuera la única explicación remotamente lógica a lo que acababa de vivir.

"Quizás sólo estoy en coma" pensó desesperanzadamente antes de dar un largo suspiro y empezar a caminar lento y distraído por el lugar. El cielo era blanco y el suelo era púrpura. Todo estaba absurdamente vacío. ¡Era extrañamente simple, tanto que ni siquiera le causaba aburrimiento!

Ya no le parecía un lugar tan oscuro y aterrador como al principio. Tal vez ni siquiera había estado realmente en el infierno. Entonces... ¿dónde estaba?

los oniromantes: el navegante de las pesadillas Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora