Vaya que ese demonio tenía claro su discurso.
Sin esperar nada más, David saltó hacia atrás para alejarse de la extraña mujer demonio y transformó su propio brazo hasta que tomó la forma de la hoja de una espada. Él no tenía la percepción de Lori o Filideus, pero hasta él sabía que esa mujer no era cualquier cosa: era un pozo oscuro en el que cualquiera podría caer y luego hundirse para siempre.
David dirigió su mirada al dueño de la casa. Sintió frío en el estómago: el tipo miraba a la mujer, hipnotizado; su cuerpo resplandecía en aquella extraña aura púrpura y su expresión era completamente ausente, bizarra, demente.
Desde luego... el aura helada, el espíritu violento y la mirada completamente muerta que David había visto antes... eran en realidad la mujer, residiendo dentro del tipo.
La mujer lo miró. David se sobresaltó y atacó sin pensarlo.
Blandió su mano con forma de espada y desató su energía, que salió disparada hacia la mujer en forma de medialuna. Pero ella la evitó con un movimiento casi perezoso del brazo y luego gritó al dueño de la casa.
—Defiéndeme o jamás serás digno de mí.
Pero este estaba arrodillado en el suelo. Diversas siluetas giraban en torno a él, escupiendo y murmurando cosas humillantes.
—Virgen —se burlaba un muchacho de su edad.
—A ti lo que te hace falta es sexo —le decía una mujer mientras le daba palmadas en la espalda con sorna.
—Hijo, ¿cuándo va a traer una novia? —le decía un tipo gordo y canoso, con una expresión algo brusca.
El muchacho se cubría las orejas con desespero, gritaba desgarradoramente mientras las siluetas le seguían gritando cosas. David lo miraba horrorizado, podía sentir su desespero, su angustia y el sentimiento de que todo aquello era tan real...
Pero era la realidad de aquella persona. Era lo que pesaba en su alma día a día. Era su propio infierno diario, aquel infierno que no se iría cuando despertara ni cuando durmiera. David tuvo que intervenir.
—¡REACCIONA! —bramó ignorando completamente a la mujer demonio, y saltando hacia él. Atravesó las siluetas incorpóreas que lo humillaban y le propinó un fuerte puñetazo en la barbilla. El dueño de la casa cayó ruidosamente al suelo, sin poder defenderse. Entonces, la mujer demonio apareció a su lado.
—¿Vas a permitirlo, Apego Mío? —murmuró con cierta dulzura.
El tipo se elevó levitando como una marioneta y se volvió hacia David.
Su mirada era diabólica y sus ojos brillaban con un resplandor malévolo, pero al mismo tiempo parecía a punto de llorar. Su aura era visible a su alrededor, más púrpura, más helada, más temible.
David estaba aterrado, pero no podría permitirse perder el control cuando su vida dependía de ello.
—No me mires —balbuceó el dueño de casa con una voz que no era la suya.
—Esto es desesperante, hubiera sido mejor entrar en cualquier otra casa que en la tuya —comentó David para sí mismo. Todo parecía tan complicado ahora que estaba empezando a dolerle la cabeza.
Sí, sin duda había sido una mala idea quedarse a fingir que era un héroe.
A la señal de la mujer, el dueño de la casa levantó débilmente sus manos y desató una ráfaga de relámpagos. David tuvo que saltar hacia un lado, tropezar y patear el suelo torpemente para empezar a volar y evitar los ataques siguientes.
David volaba desordenadamente por el alto techo de la habitación mientras los incesantes ataques lo perseguían sin descanso.
Vamos... piensa, piensa...
Hubo una sonora explosión cuando una docena de rayos impactaron en el techo. David había frenado en seco y descendido mientras imaginaba una bola de luz del tamaño de una manzana y la lanzaba hacia el suelo, cerca del dueño de la casa.
La mujer demonio se deshizo en greda y se arremolinó en torno al tipo para encerrarlo en una esfera que se endureció.
—Ahora nadie podrá verte, Apego Mío —dijo la voz de la mujer demonio—; nadie más que yo, la que tanto querías tener, ¡tu verdadera y novia! ¡La única que podrás tener y la única a la que entregarás tu energía humana!
La esfera de luz que David había lanzado explotó como una granada, envolviendo un radio de un par de metros a su alrededor en luz incandescente y humo blanco. Pero la mujer había protegido al tipo.
—¿Cómo puedes creer que esa cosa es tu novia? —gritó David, exasperado—. ¿De verdad estás tan loco?
—Vamos, Apego Mío —decía la mujer demonio, con voz desquiciada—. La gente es mala y no te comprende, mejor apégate a mí, miéntete y miénteme. El amor no existe, ¡convéncete de que me amas!
—Te amo, nadie más me ama como tú, te amo, estoy convencido— murmuraba el dueño de la casa en el interior de la esfera de greda.
—¡NO LA AMAS! —gritó David—. ¡Ella no es real!
David se concentró y apuntó con sus manos a la esfera. Disparó cuatro chorros de chispas. Los disparos estallaron como pólvora contra la esfera, pero esta parecía hecha de hierro. Sin saber qué hacer, disparó otra vez, y otra y otra, y otra más...
Nada sucedía.
—Ahora nadie podrá mirarte, Apego Mío... nunca jamás. Serás mío para siempre.
Nota del autor: Aquí termina otro capítulo! ¿Qué piensan de este peculiar demonio al que nuestro humilde viajero enfrenta? ¿Has conocido alguna vez a un demonio semejante? Supongo que si has sentido algo semejante debes esperar con ansias el desenlace de esto... En el próximo capítulo :)
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Próximo capítulo: 16. ¿Por qué no?
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los oniromantes: el navegante de las pesadillas Wattys2018
FantasiaAquel día David estaba cumpliendo diecisiete años. Todo lo que esperaba de la vida era graduarse del colegio, salir con sus amigos y conquistar a Ruth, la chica de sus sueños; él nunca hubiera imaginado que esa noche sufriría un accidente y quedaría...