3. Metrópolis (b)

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Aunque a David le encantaba el panorama no podía evitar sentirse intimidado por la majestuosidad (que por cierto resultaba siniestra) de aquel cielo inmenso y colorido... sin embargo, tanto ese miedo al cielo como esa actitud reverente a la magnificencia de las casas se vieron eclipsados por los nuevos descubrimientos que parecían llegar a él en un torrente de ideas después del golpe que se había dado contra el suelo.

Primero que todo, su cuerpo no era de carne y hueso: era elástico, como goma de mascar, y no se rompería con facilidad; era mucho más ligero que su cuerpo físico y mucho menos denso y pesado. Era el cuerpo de una entidad libre.

Por otro lado, la luz verdiazul que lo rodeaba era algo así como su "energía personal" y podría transformarla en lo que él quisiera a través de su imaginación. Además, aquí se movía a través de su mente, a la velocidad de sus pensamientos. Era como un fantasma, espectral, libre del peso y la terrible atadura de un cuerpo humano.

David gritaba con emoción mientras usaba su mente para volar por los cielos y dar peligrosas volteretas en el aire.

Después de un impecable aterrizaje, David recordó el único objetivo que tenía y se alegró de que ahora podría llevarlo a cabo: supo que podría seguir al sujeto del pelo largo. Así que se preparó para volar de nuevo. Imaginó que levitaba para salir disparado como un cohete en cuanto estuviera lo suficientemente alto.

Entonces, sin que se diera cuenta, una extraña figura oscura y espectral apareció justo detrás de él. Era más o menos de su misma estatura.

La figura se alejó rápidamente.

—No serás —murmuró con incoherencia mientras escupía en el suelo un líquido de un color perla—. Aún hay algo de bondad en mí, algo de luz, y hay algo de maldad en ti, algo de odio —dijo, mirando fijamente a David—. No debemos separarnos, aún puedo alimentarme con tu vida —masculló en un tono suplicante al ver que el muchacho se elevaba mirando hacia arriba, y acto seguido, movió una de sus manos con uñas largas apuntando a la espalda del chico y unos hilos invisibles brotaron de sus dedos largos y huesudos y volaron hasta unirse con la columna vertebral de éste.

Cuando David estaba a punto de llegar a la parte en la que salía disparado como un cohete, lo invadió una extraña sensación de confort. Empezó a sentir calidez en todo su cuerpo y se sintió aturdido.

"No tiene sentido" pensó antes de detenerse y descender hasta tocar el suelo con los pies: ¿por qué iba a salir volando en dirección a un desconocido? No tenía sentido cuando estaba rodeado de casas donde seguramente vivían personas. Era mucho más fácil tocar otra de esas puertas, estaban mucho más cerca... era mucho más fácil...

—Mucho más fácil... —murmuró la siniestra figura al mismo tiempo que David llegaba a esa conclusión.

El muchacho descendió hasta el suelo y caminó unos cuantos pasos mientras examinaba detenidamente cada una de las casas... un templo griego, algo que definitivamente era un McDonald's o algún otro restaurante de hamburguesas y al final de la calle, un inmenso faro con una cúpula llena de ventanas desde la cual brillaba una luz blanca. Este último era el edificio más alto que David había visto en este mundo y lo obligó a subir el cuello bastante para mirar la punta, sin embargo, mientras miraba hacia arriba, se percató de que había pequeños fragmentos de polvo plateado que brillaban como si fueran un grupo de pequeñas estrellas danzantes suspendidas en el aire, y sintió deseos de mirar más de cerca, así que se planteó elevarse otra vez.

El extraño espectro estaba de pie en la mitad de la calle. Tenía una expresión ávida en el rostro, mostraba sus colmillos de fiera mientras se deslizaba sigiloso como una serpiente hacia la dirección más alejada del rango de visión de David.

los oniromantes: el navegante de las pesadillas Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora