21. La metrópoli del mar muerto (b) lo que quería decirte

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Ruth salió del colegio y le pidió a Pablo que la acompañara a recoger algo a su casa y luego al hospital (bajo la promesa de incluir su nombre en su ensayo comparativo sobre las regulaciones de las armas de fuego en primer y tercer mundo para Ciencias Sociopolíticas).

No tardaron demasiado en casa de Ruth. Ella apenas subió corriendo a su alcoba, guardó algo en su maleta, dejó su blazer y lo cambió por una chaqueta negra que tenía capucha. Antes de salir tomó un paquete de galletas de coco de la cocina para compartirlas con Pablo en el metro.

Llegaron casi a las cinco de la tarde. La recepcionista tenía el aire cansado de una persona que ha trabajado todo el día y no puede esperar para que termine su turno. Tardó un largo tiempo en ubicar el libro que registraba las visitas, y aún más en dejarlos seguir. Ruth no se enojó, ella misma también estaba cansada y decaída después del largo y lluvioso día de estudio. Pablo también parecía muy cansado y a pesar de eso estaba allí, acompañándola. Decidió que en agradecimiento lo invitaría a unos muffins el viernes.

Una joven y rubia enfermera llegó a la recepción y les pidió que la siguieran. En el camino les hizo saber que solo se permitían las visitas de una persona a la vez, y que no podían quedarse más de quince minutos. Subieron al ascensor y la enfermera presionó el número siete. Pablo levantó una ceja y lanzó una mirada divertida a Ruth. Ella puso los ojos en blanco mientras él se aseguraba de preguntar a la enfermera su nombre, edad y el tiempo que llevaba trabajando en el hospital.

El ascensor se abrió y Ruth caminó hacia la habitación adelantándose a los otros dos. La enfermera caminaba despacio, charlando animadamente con Pablo.

El padre de David también había ido esa tarde. Estaba sentado en la sala de espera, ensimismado chateando en su teléfono móvil.

El señor Luis estaba ojeroso y pálido. Había estado así desde hacía días y su aspecto parecía empeorar con el tiempo. Se le veía nervioso y distraído. Pobre hombre.

Ruth lo saludó con toda la alegría y amabilidad que pudo y luego se sentó a su lado, comiéndose la última galleta de coco, mientras Pablo sacaba su teléfono móvil, antes de despedirse de la enfermera.

¿Quién lo diría? Pablo había conseguido el contacto de una enfermera sexy.

Había muchas personas en aquella sala de espera, pero Ruth se sintió observada de repente, como si varias personas estuvieran pendientes de ella desde que se había sentado junto al padre de David. Miró a su alrededor. La mirada de una ejecutiva de ojos azules que estaba de pie cerca de la ventana se cruzó con la suya brevemente. Estaba ataviada con un elegante traje gris y zapatos de tacón.

Ruth respiró profundo.

Estas eran las consecuencias de no dormir bien durante tantos días, se había puesto paranoica cuando seguramente aquella mujer estaba mirando su cabello o su chaqueta. Pablo se sentó a su lado en silencio. Ruth abrió la boca para decir algo pero él la detuvo con un acalorado susurro:

—¡Por favor espera a que se haya ido para reírte de mí!

Un hombre que estaba en la hilera de atrás de ellos ahogó una risa.

Ruth los miró brevemente y negó con la cabeza, para sí misma.

Pasaron unos quince minutos antes de que la enfermera regresara para dejarlos entrar a la habitación de David.

—Puedes seguir —le dijo a Ruth, adivinando por su rostro que ella era la más ansiosa por entrar—, pero recuerda que solo te puedes quedar quince minutos. No debes tocar nada y reporta cualquier actividad inusual. ¿Está bien?

—Por supuesto —asintió ella con alegría y se puso de pie.

Sacó el pequeño paquete que había guardado en su maleta y siguió a la enfermera.

—Recuerda que no puedes ingresar alimentos —dijo ella, mirando con desconfianza el paquete.

—Lo sé. Esto no es comida —aseguró Ruth mientras la mujer abría la puerta y sonreía.

Allíestaba David, descansando pacíficamente en su camilla. Ruth se acercó a él y sequedó de pie a su lado, nerviosa, mirándolo fijamente mientras se preparabapara hablar con él, para decirle todo lo que había querido decirle durantetanto tiempo.    

los oniromantes: el navegante de las pesadillas Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora