3. Metrópolis (c)

56 12 4
                                    

Lori se encontraba observando desde el Visor, que era una especie de cubo de cristal por el que se podía ver cada rincón de la Metrópolis, o cualquier lugar de este mundo que se quisiera mirar.

La chica ya se había hartado de observar la gigantesca ciudad y sus alrededores, que habían sido iguales desde que ella había llegado allí.

Llevaba meses sin usar el Visor. Aquella tarde, se le había ocurrido dejar sus tareas (que habían sido mucho más agotantes que las de cualquier día) y descansar un poco. Mientras lo hacía, había prendido el dispositivo y encontrado algo muy inusual: ¡había un muchacho humano volando a toda velocidad sobre la Metrópolis!

Lo más emocionante de aquello era ver la inestabilidad de su vuelo: se caía, se golpeaba, giraba hacia el lado equivocado... seguramente su mente le estaba jugando trucos.

Era todo un espectáculo ver algo así, sobre todo porque los humanos no solían andar así de contentos por el cielo de la ciudad desde hacía mucho tiempo, o eso era lo que el Señor Filideus le había contado, pues ella apenas había estado allí durante unos tres años humanos.

Los seres humanos solían vivir encerrados en sus casas, confundidos, desorientados y atormentados por ilusiones extrañas y sin posibilidades de salir al exterior a menos que quisieran ser atacados por las criaturas tenebrosas. Esto era por culpa del Velo Tenebroso, una cortina de sombras que recubría el cielo y avisaba a los demonios cuándo los humanos salían de sus casas.

Lori estaba atacada de risa. Era una persona lo suficientemente inocente para reír por cosas tan simples como caídas y errores de cálculo.

—¿Te diviertes Lori?

—¡Señor! —exclamó ella, sobresaltada mientras Filideus le lanzaba una mirada reprobatoria con una ligera sonrisa en el rostro. Filideus era un hombre alto, con el cabello largo y barba plateada. Sus ojos eran esferas de fuego viviente.

—Pensé que ya no te interesaba el Visor —comentó mientras se sentaba en una silla de plumas de águila y la ponía al lado de la de su discípula.

—Señor... pensé que sería divertido echar un vistazo a la Metrópolis el día de hoy —dijo ella con suma reverencia.

—Y pensaste bien Lori, sabía que te interesaría mirar después de que te dije que a alguien le había pasado lo que a ti —respondió tranquilamente—. Koru también parece muy emocionado —dijo mientras el magnífico y enorme pájaro, saludaba a la chica con un adorable gesto de cabeza—; y debo admitir que yo también lo estoy.

—Puedo notarlo —respondió ella acariciando el cuello emplumado del enorme y hermoso pájaro blanco.

—A propósito, sabes que el muchacho viene hacia aquí, ¿verdad? —dijo Filideus—. Koru dejó un rastro de polvo plateado para guiarlo y de paso para hacerlo invisible y que los Somnostigios no lo atacaran. Ya debe estar por llegar.

—Sí, me imaginé que venía hacia acá.

Parecía muy entusiasmada. Para sus adentros, Filideus pensó que esta era una oportunidad perfecta para que ella tuviera un amigo de su edad. Había pasado demasiado tiempo sola.

El muchacho ya no chocaba tanto como al principio. Entre tanto tiempo mirando cómo el polvo de plata lo cambiaba de dirección sin que él mismo hiciera gran esfuerzo, Lori no se fijó en que ya estaba a punto de llegar a la montaña.

Estaba tan emocionada...

¡Por fin conocería a alguien a quien tal vez podría llamar amigo!



Nota del autor: hola a todos! :D muchas gracias por leer hasta ahora :) En este último trozo conocieron a uno de mis personajes favoritos de la historia: ¡Lori!

Sobre el siguiente les puedo decir que llegarán las respuestas. Finalmente veremos a este enigmático personaje que aparecía en la introducción... y veremos lo que él tiene para decir.

Si les gustó no olviden votar y darme sus comentarios y expectativas sobre la historia :)


Próximo capítulo: "4. Filideus"


los oniromantes: el navegante de las pesadillas Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora