21. La metrópoli del mar muerto (a) puerta secreta

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—¿Y ahora qué hago? —pensó David en voz alta.

Estaba oscuro. Sabía que no sería tan fácil buscar la puerta de salida, pero eso no era lo que le preocupaba, sino que estaba completamente seguro de que estaría cerrada y dudaba que pudiera abrirla antes de que la mujer despertara.

En el techo podía ver a la pelirroja caminando hacia alguna parte en una calle con un atardecer anaranjado. David caminó a ciegas y se dio cuenta de que los siguientes corredores de la casa mostraban cosas diferentes: un grupo de jóvenes, un par de ancianos, un helado con muchas salsas y una cereza, y luego el mismo grupo de jóvenes, ahora jugando al baloncesto.

Seguramente eran sus recuerdos. Ahora esta casa era un espejo de su mente. David imaginó un cetro de madera y luego encendió la punta en fuego. Se dirigió a la salida de la habitación. Caminó por varios pasillos que proyectaban diversas escenas o incluso palabras escritas. A veces tenían sentido y otras veces no. Si estos eran sus pensamientos, era de esperarse que algunos fueran tan vagos.

Sentimientos de dolor, alegría o nostalgia se adherían a algunos trozos del lugar, como a tramos del pasillo o paredes a las que si David se acercaba más, sentía con mayor intensidad el sentimiento que la inundara.

David llevaba un par de minutos caminando cuando notó que el lugar había cambiado completamente: ahora había diversos pasadizos y escaleras que iban hacia un lado u otro. Vaya laberinto.

Después de caminar un rato, comprobó que la escalera no había cambiado en absoluto: era la misma escalera elegante y amplia. David se dirigió hacia ella y se apresuró a descender.

Cuando iba más o menos por la mitad de la escalera, se encontró con una escena que probablemente provenía de una película porno. Inmediatamente desvió la mirada y caminó más rápido: escuchar a personas gemir en alemán (u holandés, no estaba seguro) no lo hacía sentir cómodo cuando estaba atrapado en un lugar oscuro y laberíntico.

Un parque bastante descuidado... un paseo en una montaña... una habitación y de repente, el sonido de un siseo. David se sobresaltó.

¿Qué era? ¿Había alguna criatura allí, en la oscuridad, acompañándolo?

David empezó a ponerse paranoico y a buscar frenéticamente a su alrededor y ahogó un grito cuando se encontró con la cabeza de una serpiente que lo seguía con la mirada.

—No... —David tragó saliva mientras clavaba sus ojos en los de la serpiente, que eran imperturbables, inmisericordes, como los de una estatua.

¡Un momento! ¡Esa serpiente estaba hecha de piedra! De hecho, estaba ubicada en mitad de la escalera y podría interpretarse como un adorno excéntrico, o quizás como un picaporte a una entrada secreta.

¿Sería una entrada secreta?

David corrió de regreso hasta la mitad de la escalera y, después de pensarlo un segundo, puso su mano sobre la cabeza de serpiente y la giró. En efecto era un picaporte que le brindó acceso a una nueva habitación.

Había un pequeño cuarto de oficio con tres grifos en forma de serpiente que finalizaban en una tubería: como un pequeño cuatro de limpieza. Los tres grifos estaban goteando y derramaban algún tipo de ácido que corroía el suelo que ya en el centro de la sala había un profundo agujero que más parecía un pozo. ¿Qué era esa parte de la casa?

El siseo era producido por las gotas de ácido cayendo sobre el suelo.

David recorrió toda la habitación con la mirada y, aunque no había nada más que pudiera parecer peligroso o amenazador, decidió salir de allí tan pronto como pudiera.

Había algo que no le gustaba de esa habitación en particular, y ni siquiera podría describir con claridad qué era. Giró sobre sus talones y empujó la puerta para salir pero...

Repentinamente, una andanada de llamas negras ascendió por el pozo y recubrió la habitación de humo negro. La gravedad aumentó; el cuerpo de David se hizo tan pesado que no pudo mantenerse más en pie y cayó sobre su rodilla.

Su respiración se aceleró mientras luchaba por resistirse. El centro gravitacional era el pozo, que parecía dispuesto a absorber todo lo que estuviera a su paso, y lentamente arrastraba a un indefenso David.

Gritó. Estaba muy oscuro como para agarrarse de algo. No podía resistir más... pero no sabía lo que iba a pasarle si caía por ese agujero...

En ese momento, un aura de luz lo rodeó y, aunque la fuerza gravitacional finalmente lo derrotó hasta que cayó por el agujero, esa luz lo protegía de las llamas negras, que no podían atravesarla.

David caía y caía por un largo y oscuro túnel.

¿Hacia dónde lo conduciría?

los oniromantes: el navegante de las pesadillas Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora