Capítulo 31

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-¿Queda mucho?-Pregunté con un notable dolor de pies.

-Que pesada eres- dijo mirando su móvil.

-Es que llevamos un rato andando -me quejé nuevamente.

Carlos paró en seco,volteó su cara y me miró con cara seria.

-¿En serio? Solo llevamos 5 minutos -

-¿Solo eso?- dije perpleja.

-Solo eso-afirmó.

-que asco, y yo que pensaba que no me dolerian los pies tan pronto -dije apoyandome en una pared.

-Vamos Eli, ya queda poco para el fiestón -dijo animandome.

Me cogió del brazo y empezó a bailar intentando que le siguiera el rollo.
Yo solamente reí al ver ese patético pero bonito intento de animarme, que debo decir que lo consiguió.

-Déjate de tonterías, vámonos -dije intentando safarme de su agarre.

Él apartó su mirada un momento, palideció de repente, puso una mueca, mueca que conozco muy bien.

Estaba escondiendo algo.

-¿Qué ocurre? - Pregunté mirándolo frunciendo el ceño.

-¡NADA! ¿QUÉ VA A PASAR? -dijo riéndose y gritando a lo loco.

Iba a decir algo pero no me dejo, me empujó para que siguiera andando.

¿Qué me estará ocultando?

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-¡Por fin! -Dijo alzándo los brazos al cielo nocturno.

Llegamos justo delante de esa gran casa, en realidad parecía una mansión.

¿En serio nunca la he visto?

-Espero que merezca la pena-dije poniéndo las manos en mi cadera.

-No te arrepentirás -me sonrió.

Fuimos hasta la entrada de aquella enorme casa, la estridente música hacia que mi cuerpo vibrara sin ni siquiera haber entrado.
Mucha gente estaba por el jardín delantero, la mitad de aquellas personas ya borrachas.

Pasamos por aquella entrada como pudimos, ya que estaba abarrotada de gente.

-Escuchame bien, cualquier problema avisa -

-Espera un momento -dije cuando logramos entrar a la casa.-¿Me vas a dejar sola?-dije frunciendo el ceño y gritando para que me escuchase perfectamente.

-Ni loco -dijo en mi mismo tono.-Te dejaré con los demás y volveré en unos minutos -dijo señalandome justo a Valeria junto con los demás.

Yo asentí un poco aliviada, nos dirigimos hacia ellos. Valeria me vió, intentó decir algo pero lo sustituyó por un gemido de dolor.

Exactamente, le tiré del pelo.

-¿Para qué están las amigas?-dije cruzandome de brazos.

-Okey perdón por dejarte abandonada-dijo rindiendose.

-Vale-dije suspirando.

Ella me agarró y me llevó a la pista de baile.

Estuvimos bailando con todos, incluso con Carlos, durante unas horas que parecían minutos.

Reíamos, bebiamos, bailabamos y así como si fuera un ciclo volvíamos a repetir exactamente esas tres fases.

Sin embargo, en un momento sentí una penetrante mirada que se clavaba en mi nuca.

Alexander El Profesor |EN EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora