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Seguramente James y su padre la matarían si se enteraran de que estaba tomando un taxi sin avisar. Pero ya estaba hecho. Estaba en camino a la cárcel de Staten Island, para visitar a Justin. Se puso a pensar en lo complicado que sería esto. Si él permanecía ahí, sería difícil verlo. Mientras sus pensamientos vagaban, el taxi hizo su parada frente a la reja del enorme lugar.

-Aquí tiene- Le pagó el dinero al hombre y se bajó del taxi. Empezó a caminar por la acera hasta la puerta principal, donde un guardia la recibió.

-¿Qué se le ofrece, señorita?- Le preguntó, antes de permitirle el paso. Ella se acomodó un mechón de cabello detrás de su oreja. Pensó bien antes de hablar. 

-Vine a visitar a alguien- Informó ella, gesticulando una dulce sonrisa. Quizás eso funcionaría. El guardia frunció el ceño, no muy convencido.

-No es horario de visitas- Contestó él. Ella se mordió el labio.

-Losé- Susurró. -Pero vine a esta hora por que más tarde no podía... mi casa es muy lejos y nadie puede traerme. Por favor, se lo ruego. En verdad necesito verlo- Imploró, con una pequeña mentira. El guardia se quedó pensativo unos segundos, pero luego empujó la puerta hacia adentro.

-Bien, sígame- Pidió. Ella suspiró de alivio, mientras su dulce sonrisa no se borraba de sus labios. El guardia empezó a caminar por un enorme y largo pasillo, hasta que se toparon frente a otras puertas al frente. -Solo ignórelos, ¿De acuerdo?- Pidió. Ella entendió a lo que se refería y lo siguió. El hombre empujó las puertas y entraron al área de celdas. Un centenar de hombres empezaron a chiflar y a gritarle cosas a Rosalyn. Eran un asco. Ella simplemente hizo caso y los ignoró, conteniendo sus ganas de golpearlos ahí donde más les doliera. Finalmente atravesaron todo el pasillo y entraron a otro. Este estaba silencioso. Había menos celdas y no todas estaban ocupadas. -¿Cómo se llama él?- Preguntó el guardia.

-Justin- Respondió ella. -Bieber- Concluyó. El guardia caminó un poco más.

-Celda 325- Dijo, mientras detenía su paso. -Está en la otra área. Pero necesita venir conmigo, señorita. Hablarán por teléfonos- Avisó. Ella se quedó perpleja.

-¿Qué? ¿No puedo siquiera abrazarlo?- Preguntó, decepcionada y triste.

-Me temo que no. Son reglas y no tengo ninguna órden. Ahora, sígame- Y sin más peticiones, la condujo hacia una grande puerta. Al entrar, Rosalyn pudo ver que todo era completamente blanco. Había un vidrio grueso que dividía la habitación. Era una mesa partida en dos. Una silla para ella, otra para él. Y dos teléfonos. Soltó un suspiro de tristeza y se sentó en la silla de su lado. -En unos minutos el vendrá. Estaré en la puerta para cuando termine-.

-Gracias- Dijo en un susurro. El guardia salió de la habitación, dejándola completamente sola. Y por un momento, tuvo ganas de llorar. Ella quería abrazarlo. Tenía mucho que no lo abrazaba. La última vez había sido dos días atrás, cuando Justin se escabulló en su armario y su padre lo descubrió. Que por cierto, ella no supo de qué hablaron cuando se quedaron solos. Oh, recordó eso. Justin no se lo había dicho, ni Johán tampoco. La duda la invadió. Puso una mano sobre su mejilla y se recargó en la mesa. Los minutos que pasaban parecían eternos. Y cada vez sentía más ganas de llorar. ¿Por qué las cosas habían llegado a este grado? Justin no merecía estar en la cárcel. Mucho menos después del accidente con Gates. La única persona que merecía la cárcel era el hombre que provocó el accidente, del cual ella aún no estaba enterada. En ocasiones la vida puede ser muy injusta. De un momento a otro, la puerta de la otra división del cuarto se abrió. Justin entró acompañado de un policía, mientras caminaba dificultadamente con ayuda de sus muletas. Rosalyn tragó saliva, para ahogar el nudo que se extendió en su garganta. Verlo así era lo peor. Justin le esbosó una enorme sonrisa, mientras se sentaba poco a poco en la silla al otro lado del vidrio. El policía abandonó la habitación, dejándolos solos. Ella sonrió al verlo, sus latidos aumentaron demasiado. Eso pasaba cada que lo veía. Ambos tomaron el teléfono al mismo tiempo, poniéndolo en sus oídos. Se quedaron callados unos momentos, simplemente mirándose fijamente.

El Paso Final. 2tempDonde viven las historias. Descúbrelo ahora