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Estaba acomodada en la orilla de la cama, viendo hacia la pared, con ambas manos recargadas bajo su cabeza. La respiración de Anthony Hookman pegaba directo a su oído, pues la tenía amarrada a él con sus brazos. Dormían como... como si fueran... oh, Dios. Novios. Se sentía pésima, desganada, débil, estúpida... quería morir. Estaba abrazada a un hombre que no era Justin. El pensamiento y la culpa seguían atormentándola y golpeándola con fuerza. Le dolía tanto el pecho... le dolía como aquél día en el que Justin y Gates tuvieron el accidente. Eran punzadas en su corazón, pero estas eran diferentes, porque ella misma las había provocado. Todo ese tiempo solo había podido pensar en una cosa... ¿Justin la perdonaría? ¿La abandonaría al enterarse? Un nudo asfixiante se formaba en su garganta al pensarlo. Una silenciosa lágrima rodó por su mejilla nuevamente. Trató de contener el llanto, para no despertar a Hookman. Cerró con fuerza sus ojos para impedir esas lágrimas. Respiró poco a poco para calmarse. ¿En qué estaba pensando cuando se acostó con él? Era un estúpida, ella lo sabía. Estaba consciente de lo zorra que había sido. Eso era lo que más la hacia sentirse mal. Quizás llegó a pensar que si tenían sexo, él la dejaría libre. Pero estaba equivocada, porque con eso solo consiguió que esto se prolongara más. Maldición, ahora lo veía todo. De nada había servido. Intentó alejar todos esos pensamientos de su mente para dormirse, pero algo se lo impidió. Unas luces provenientes de la ventana se reflejaron en su rostro. ¿Qué? Al parecer un carro acababa de estacionarse. Y luego más luces. ¡Había más de un carro afuera! Lentamente apartó los brazos de Anthony de su cintura y se levantó de la cama. Se puso de pié y caminó hacia la ventana. Se asomó y su corazón casi se le sale de la sorpresa. La cantidad enorme de patrullas no fue lo que llamó su atención, en realidad fue el automóvil que estaba estacionado hasta el frente... un lamborghini blanco. Entonces lo supo, y sus latidos se aceleraron tremendamente. Justin estaba ahí.

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—Supongo que estás familiarizado con esto— Dijo Gates al entregarle una calibre de 9 milímetros a Justin. El la recibió con gusto.

—Es pequeña. Pero de mis favoritas— Dijo, cargándola. Gates asintió.

—Ya tienen mi aviso los demás oficiales. Entraremos por la puerta principal, ellos por atrás— Le informó.

—Bien— Dijo sin problemas. —Ahora... a por mi chica— Finalizó, con una sonrisa de satisfacción, alivio y amor apareciendo en sus labios. Una sonrisa que quizás... pronto desaparecería.

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Consiguió salir de la habitación sin que Hookman la escuchara. Estaba nerviosa, su pulso cardíaco estaba aceleradísimo. Le rogó a Dios que aquél hombre no despertara. Empezó a bajar las escaleras con lentitud, para no hacer ruido. Llegó abajo y justo cuando iba a abrir la puerta, esta se abrió antes de que ella pusiera una mano sobre la chapa. Se hizo inconscientemente para atrás. Sus ojos observaron a muchos policías armados entrar, pero su vista se enfocó en uno solo de ellos. Un chico rubio de preciosos ojos mieles, que la observaba como si fuera un tesoro recién encontrado. Soltó el arma que tenía en sus manos y la dejó caer al suelo. Se observaron fijamente... como si estuviera flechado el uno al otro. Como si esto estuviera destinado a ser. Como si nadie más existiera en la casa ahora. Solo ellos dos.

—Ros...— Ni siquiera pudo pronunciar su nombre, ella se lanzó a sus brazos y se amarró a su cuello. Lo abrazó con fuerza tremenda, sorprendiéndolo. Justin se quedó perplejo, pero solo pudo hacer una cosa. La sujetó de las piernas y la cargó, subiéndola a sus caderas. La colocó arriba de él, apretándola por la espalda con sus fuertes brazos. Haciéndole saber que estaba allí. Fue entonces cuando ella, repentinamente, comenzó a sollozar. Él la hizo separarse un poco y con una mano apartó el cabello de su rostro, para verle la cara. Lágrimas caían por sus mejillas. Justin sintió una punzada en su corazón y le limpió todas las que pudo. —Oh, muñeca, no llores— Susurró, limpiándole cada lágrima con delicadeza. Aunque a decir verdad, no sabía el motivo oculto de sus lágrimas. —Estoy aquí y no me iré jamás— Acto seguido, le besó la frente, luego las mejillas, luego la nariz, luego los labios. Cada parte de su rostro. Ella solo pudo llorar más... era tan lindo, tan cuidadoso, tan protector, y estaba allí, abrazándola con fuerza. La había encontrado, la había rescatado de nuevo. El estómago se le estrujó y dejó que Justin siguiera besándole el rostro. Lo necesitaba, Dios, tenía miedo de que esos besos fueran los últimos. Con lágrimas rondando por sus mejillas, lo tomó del rostro y hundió sus labios sobre los suyos con profundidad. Humedeció sus labios en él. Sus bocas se entrelazaron y se sintieron de nuevo. Y era tan placentero, tan mágico, tan único. Pudo ver que nadie la hacía sentir tantas emociones juntas. Solo él. Después de largos segundos, separaron sus labios y ella se bajó de su amarre. Se puso de pié y lo abrazó de nuevo. —No has dicho nada...— Le susurró él al oído, besándoselo con suavidad. Un choque de electricidad la recorrió. Pudo ver la gran diferencia de él y Hookman. Mierda. Justin le provocaba sensaciones inmensas con cosas tan pequeñas. Cosas que ni ella misma comprendía. Esto era tan fuerte. —Estaba tan asustado, te amo tanto— La apretó fuerte de la espalda, llenándola de su calor. Rosalyn alzó su vista y cuando iba a formular la primera palabra, la voz del detective Frank se hizo presente.

—La casa está vacía— Exclamó con tono alarmante. En ese preciso momento entraron corriendo un par de policías desde el patio de atrás.

—Se ha ido por el bosque— Avisó uno de ellos. —Lo perdimos— Finalizó, dejando a todos allí boquiabiertos.

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Estaban sentados en la banqueta de la calle, frente a la casa de Hookman. La policía seguía investigando la propiedad, no podían marcharse. Rosalyn ya había vuelto a ver a su padre y a James, con los cuales solo había conseguido llorar más. Esto era tan difícil. No quería hablar, tenía miedo de hacerlo y... perderlo. Justin la abrazaba contra su torso y ella permanecía en silencio.

—No has dicho ni un hola desde que te encontré, muñeca— Susurró, mientras las pláticas de los policías y el canto de los grillos eran lo único que llenaba aquella fría noche. Rosalyn alzó su vista para verlo.

—Hola— Susurró finalmente. Justin rió.

—Muy graciosa— Dijo, robándole un dulce beso. Demonios. Recordó lo espontáneo que era con ella. Eso lo hacía único. Podía sorprenderla cada que se lo propusiera. Ella sonrió amargamente y volvió a agachar su mirada. —¿Puedes decirme lo que pasa?— Preguntó él, preocupado. —Dime como te sientes, por favor— Rogó. —¿Te hizo daño?— Preguntó, ahora acariciándole el mentón con su mano. La obligó a alzar su cabeza de nuevo.

—Estoy... bien— Mintió.

—Lo siento, no soy estúpido— Dijo él de pronto. —Creo que ya te conozco lo suficiente como para saber que algo anda mal. Lo que me duele es que no quieras decírmelo— Se lamentó. Ella soltó un suspiro. La voz de Kevin Gates los interrumpió.

—Disculpen si interrumpo— Dijo, parándose frente a ellos. Ambos alzaron sus miradas para verlo. —Justin, es hora de ir a casa. Ya investigamos todo, continuaremos mañana. Las unidades ya buscan a Hookman— Informó. Justin asintió y se puso de pié. Ella hizo lo mismo.

—Bueno... me iré también, papá y James esperan en el auto— Susurró ella débilmente. Justin la tomó sorpresivamente de la mano. Entrelazó sus dedos con los de ella. Dios... una preciosa e inigualable sensación se apoderó de ella. La miró a los ojos.

—Oh, muñeca— Dijo. —¿Crees que te dejaré ir, ahora que te recuperé?— Preguntó, acercándose lentamente a sus labios. Sus respiraciones se encontraron. Sus alientos podían sentirse a centímetros de distancia. Sus pulsos se aceleraron. Oh, esto era único. Siempre lo era. Ella solo pudo sentirse más fatal de lo que ya estaba. —Te quedarás conmigo esta noche. Quieras o no. Ya hablé con tu padre— Le avisó. Ella entreabrió los labios, sorprendida. Iba a protestar, pero él puso un dedo sobre su boca, callándola. —Es una órden, no una pregunta. Quizás así ya puedas decirme lo que tienes— Finalizó.

El Paso Final. 2tempDonde viven las historias. Descúbrelo ahora