31

82 3 0
                                    

                  

—Realmente creí que elegirías algo diferente— Susurró Johán. —Pero...— Observó la estancia con detenimiento. —Supongo que necesita algo de remodelación y quedará bien— Finalizó. Rosalyn sonrió felizmente.

—Es justo lo que le dije a Justin— Dijo orgullosa. —Estoy segura de que nos adaptaremos— Aseguró. Johán asintió con la cabeza mientras se sentaba en uno de los sillones. Ella lo copió, sentándose en el de a lado.

—Bueno hija. Este será nuestro primer día aquí. Hay mucho que hacer... pero quiero empezar por lo básico— Propuso. —Te compraré un nuevo guardaropa. Todo lo que necesites para tu habitación—.

—Si. Porque desde ayer llevo la misma ropa y no me agrada— Se lamentó ella. —¿Iremos hoy?— Preguntó curiosa. Su padre pensó un poco.

—Por supuesto. Pero cuando regresemos, te dejaré aquí y me iré. Volveré en la noche, necesito atender asuntos del trabajo. ¿Tienes problema o prefieres que te lleve a casa de Gates para que estés con Justin?— Sugirió. Ella pensó... mhm, sonaba tentador, pero...

—No— Respondió, analizando bien. —Esque necesito arreglar todo lo que compre. Seguramente serán muchas cosas y debo hacerlo pronto antes de que se forme una montaña de cosas en la habitación— Confesó.

—Cierto— Dijo él. —Entonces... ¿Preferirías que le pida a Justin que te haga compañía en lo que yo regreso, para que no estés sola?— Preguntó. Ella sonrió, nunca pensó que su padre podría tenerle tanta confianza a Justin. No después de todo lo que había pasado, incluída aquella vez en la que le impidió verla. Valla. Las cosas cambiaron notoriamente en tan poco tiempo.

—No, papá— Contestó. —Justin será una distracción. ¿Entiendes? Necesito concentrarme en acomodar todo— Aseguró. Él sonrió y asintió finalmente.

—Entiendo. Entonces supongo que te dejaré bien encerrada— Dijo confiable. —Toma tu celular y vámonos... es hora— Dio punto final a la conversación, levantándose del sillón.

-

Había probablemente quince bolsas enormes con ropa, accesorios, zapatos, chamarras, en fin... todo un ejército de cosas por acomodar. Rosalyn pasó sus manos por su cabeza y se talló la cara. Demonios. Quizás después de todo si necesitaría una mano de Justin... pero no estaba segura si él pondría esa mano en las compras o en su cuerpo. Si, no era tan buena idea llamarlo. Se sentó en el borde de su cama y se dispuso a ver con qué empezaría primero. Abrió bolsa por bolsa y no puso un órden. Simplemente inició con lo primero que se le pusiera enfrente. Comenzó por meter cosas al armario, luego al tocador. Sin duda sería un gran trabajo. Estaba entretenida acomodando sus zapatos, cuando su celular sonó. Fue hasta la cama y vió la pantalla: Justin. Sonrió y lo puso en su oído.

—¿Diga?— Respondió, fingiendo que no sabía quien era.

—Le notifico que está en serios problemas por no haberme invitado a hacer las compras para su nueva casa, y que además de eso, comiera pizza de pepperoni sin mi autorización. ¿Está usted consciente de la gravedad del asunto, señorita Mester?— Preguntó Justin con voz divertida. Ella rió.

—Estoy impactada, ¿Cómo rayos supiste que hice todo eso? Oh... espera... por supuesto, mi padre te lo dijo— Dijo burlona. —Y estuvo deliciosa la pizza— Lo provocó.

—Estás en problemas por comer pizza sin mí, hablo enserio— Amenazó. Ella soltó otra carcajada.

—Uh. ¿Ahora debo pedir permiso para comerla?— Preguntó burlona de nuevo.

—Efectivamente— Respondió él. —Ya me vengaré cuando te vea, eso tenlo por seguro— Afirmó.

—¿Crees que eso me asusta?— Preguntó ella divertida. Justin hizo una mueca al otro lado del teléfono.

—Debería. Recuerda que fui un criminal en serie, aún tengo mis tácticas para hacer sufrir a las personas— Le recordó, cambiando su tono divertido por uno sensual.

—Oh. En este momento estoy sudando del miedo— Dijo sarcástica. Justin evitó reírse ante su comentario.

—Yo te haré sudar pero de...— Ella lo interrumpió.

—¡Justin!— Le gritó, al mismo tiempo que reía y se hacía la ofendida.

—Iba a decir que te haré sudar porque te llevaré a escalar de nuevo al monte Rosenberg. Eres una loca pervertida— Se excusó. Ella rió de nuevo.

—¡Si, claro! ¡Yo!— Dijo ella burlona, con todo el sarcasmo posible. —Eres imposible Bieber— Dijo en un suspiro. Justin sonrió.

—Estoy bromeando muñeca. ¿Qué tal tu día?— Preguntó, recobrando la normalidad.

—Algo cansado... pero bien. Ahora mismo estoy acomodando todo lo que compré. Es bastante—.

—Me hubieras pedido ayuda. ¿Quieres que vaya?— Preguntó cortés.

—No. Tu solo me distraerías, Justin. Quiero terminar almenos la mitad hoy— Dijo ella.

—Cierto. Soy demasiado caliente— Recordó. Ella rió.

—¡Almenos lo admites!— Dijo ella sorprendida. Justin rió.

—Pero solo cuando estoy contigo. Así me pones— Aclaró. Ella sonrió y sintió ruborizarse levemente. —Cambiando de tema. Estaba pensando en algo...— Recordó.

—¿Sobre qué?— Preguntó ella.

—Sobre el viaje a Six Flags del próximo sábado. Faltan 4 días y...— Hizo una pausa. —James, bueno...— Se quedó callado. No sabía como formular las palabras correctas.

—Sé lo que intentas decir— Dijo ella. —James no aparece. Y sinceramente no sé si tenga ganas de ir si las cosas siguen así... realmente estoy preocupada y mucho— Dijo tristemente.

—Si, pero era tu regalo de cumpleaños... tenemos que ir...— Susurró él. Ella suspiró.

—Nolosé, Justin. Por cierto, ahora que me lo recuerdas, tengo que llamar a Bruce. No creo que tenga idea de lo del incendio, Dios... lo olvidé. Solo espero que no haya ido a visitarme, porque se dará el susto de su vida— Recordó. Ambos rieron.

—Si. Si quieres llámalo— Sugirió.

—Lo haré. ¿Te llamo más tarde?— Preguntó.

—No. Concéntrate en acomodar tus cosas, hablamos mañana, ¿Está bien?— Dijo amable. Ella sonrió.

—Si, gracias. Entonces hasta mañana, Justin— Respondió. Hubo un silencio incómodo. Ella no estaba acostumbrada a decirle que lo amaba por teléfono... de hecho, nunca lo había hecho. Se sentía extraña.

—Cuídate— Pidió él. Al parecer, también se sentía raro de articular aquellas dos palabras que nunca se habían dicho por línea telefónica. ¿Por qué se ponían tan nerviosos? Era algo raro... pero lindo. Una extraña sensación combinada con ambas cosas. —Te amo— Soltó de pronto. La hizo sonreír tontamente y ruborizarse.

—También te amo— Dijo ella, ahora con más facilidad de palabra. Ambos sonrieron junto al teléfono, como dos perfectos adolescentes enamorados. —Adiós— Y colgó.

Empezó a rebusquear entre sus contactos buscando el número de su mejor amigo Bruce. Una vez que lo encontró, presionó el botón verde para llamar. Sonó una vez. Luego otra... y otra. Y otra más. La llevó al buzón. Mhm. Bien, quizás no alcanzó a contestar. Esperó unos segundos y volvió a llamarle. De nuevo no hubo respuesta. ¿Qué rayos? Bruce era de los que respondían a la velocidad de la luz. Le pareció algo extraño, pero no se preocupó. Dejó el teléfono sobre la cama y se dispuso a continuar con el arreglo de su habitación. Casi dos minutos después, el celular sonó repentinamente. Algo extrañada, caminó hasta él y vió el identificador. Era Bruce. Ah, sonrió.

—Hola tonto— Respondió alegre. —¿Por qué no respondías?— Preguntó. Hubo un silencio extraño... y después un ruido. Rosalyn pegó más el auricular a su oído para escuchar mejor. El ruido se convirtió en un quejido... de dolor. ¿Qué? —¿Estás ahí?— Preguntó confundida.

—Sal de la casa— Susurró unavoz de dolor. Una voz que sonó como un quejido de una persona que estabasufriendo en esos momentos. Pero no había nada que dudar... esa persona eraBruce. Era su voz, tan clara como el agua.

El Paso Final. 2tempDonde viven las historias. Descúbrelo ahora