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El propietario de la casa estaba parado en el marco de la puerta de entrada. Ambos se acercaron a él a paso corto, tratando de lucir "normales". Dios... acababan de tener sexo en una de las habitaciones y habían gemido como fieras, aquél hombre debería ser demasiado estúpido para no haberse dado cuenta de lo que acababa de suceder allí arriba. Se giró hacia ellos para verlos una vez que se acercaron por completo.

—Me parece que les ha gustado la casa. Pero sobre todo nuestras habitaciones— Oh. Por. Dios. Ambos pudieron jurar que toda la sangre de su cuerpo se subió hasta sus rostros y se convirtieron en dos pares de tomates avergonzados ante su comentario tan inesperado. Rosalyn quiso que la tierra se abriera y se hundiera en ella como si fuera lodo. ¡Joder! No recordaba haberse sentido tan avergonzada y ruborizada en toda su vida.

—Lamento si nosotros...— Justin quiso intervenir pero el propietario le robó la palabra.

—Si, hicieron mucho ruido— Completó él. —Pero no quise interrumpirlos. Olvidémoslo y díganme su opinión de la casa— Sugirió. Justin y Rosalyn voltearon a verse, tratando de hallar respuestas en sus ojos.

—Me ha fascinado— Mintió ella. Justin frunció el ceño. Claramente no era cierto, ambos estaban de acuerdo en que no era de su agrado, era bonita, pero no lo suficiente. —La compraremos— Finalizó. Justin se quedó boquiabierto. ¡¿Qué?! Casi se le caen los pantalones de la sorpresa.

—¿De verdad? Me alegra oírlo— Dijo el propietario con rostro de felicidad. —Páseme el número de su padre para llamarlo y hacer los trámites. Me alegra que tomaran la decisión, es una increíble propiedad para vivir— Aseguró él. —No se arrepentirán— Finalizó. Ella sonrió fingidamente y sacó su celular del bolsillo. Tecleó un poco y luego se lo entregó al hombre.

—Ya está marcando el número. En un momento le contestará— Afirmó. Él sonrió.

—Gracias— Salió de la casa y se dirigió al patio para hablar más apropiadamente. Rosalyn suspiró una vez que se fue y se quedó quieta, esperando el ataque karateca de Justin por su sorpresiva decisión.

—¡¿Porqué mierda la has comprado?!— Ahí estaba su primer ataque. Se posicionó frente a ella y su rostro reflejaba frustración y sobre todo, confusión. —¡No nos había gustado! ¡Eran mucho mejor las anteriores que vimos! Que tuviéramos sexo aquí no significa que amamos este lugar— Contraatacó. Ella suspiró y se cruzó de brazos.

—Me sentí obligada a hacerlo— Confesó. —Después de la vergüenza que pasamos, sentí que tenía que hacerlo— Justin la miraba con ojos de un asesino serial. La incomodó. —Justin, no me mires así— Pidió.

—¿Te sentiste obligada?— Preguntó. —Por Dios, muñeca. Bien pudimos haber salido corriendo y dejar al tipo con la palabra en la boca. Igual no fue muy respetuoso que digamos— Su tono era más calmado, pero igual de alarmante.

—Tampoco nosotros fuimos respetuosos al tener sexo mientras él escuchaba desde aquí las barbaridades que salían de mi boca— Volvió a sentir como sus mejillas se acaloraban ante el recuerdo. Justin se quedó pensativo un momento, respiró un par de veces, controlando su enojo.

—Quizás tengas razón, pero no por eso debías comprarla. Te recuerdo que vivirás aquí una gran cantidad de años y no es la mejor casa del mundo. Almenos no es la casa que más nos convenció, la primera que vimos en Bronx era mejor y más grande— Recordó él.

—Losé— Susurró ella. —Pero eso puede cambiarse. Una remodelación y quedará preciosa. No es una mansión como las anteriores, pero es lo suficientemente grande para tres personas, hasta incluso cinco o más. Claro que tiene aspecto muy antiguo, pero como te digo, una remodelación y listo. Quizás no tenga teles de plasma ni pinturas famosas, pero todo eso es material que se compra. Además es de dos pisos, muy espaciosa, tiene de todo adentro y un bonito patio con vegetación afuera— Aseguró.

—Pero no tiene piscina como las demás— Bromeó él.

—Eso se incluye en la remodelación— Respondió ella. Justin se tronó los dedos y volteó a sus alrededores. Bien... quizás su novia tenía la razón. Era una casa lo suficientemente grande y cómoda para vivir. No tenía lujos como las otras, por eso no le había gustado. Era una casa común y corriente, pero fácilmente podía arreglarse.

—Perdón si me alteré— Se disculpó. Ella sonrió. —Esque quería que vivieras en una casa con ese "toque especial" del que me hablaste. Un lugar donde estuvieras cómoda y felíz—.

Ella dio un paso al frente, quedando más cerca de él. Pasó una mano por su mejilla y lo acarició con ternura.

—Y aquí es perfecto. Recuerda que la primera impresión casi siempre es mala. Las otras casas nos dieron una excelente impresión, y esta no. Es por eso que la elegí. Me recuerda a cuando te conocí...— La expresión de Justin se puso seria, atento escuchándola. —Mi impresión de ti fue la peor— Sonrió ante el recuerdo. —Pero con el tiempo fuíste cambiando, gracias a que estuvimos juntos y aprendimos el uno del otro. Quizás no eras perfecto para los demás, pero lo eras para mí. Lo sigues siendo. Te convertiste en alguien a quien amo— Le sonrió y Justin seguía serio, mirándola con intensidad, provocando corrientes eléctricas en su cuerpo. —Espero que pase lo mismo con esta casa. Ahora es la peor de todas, pero con el tiempo puedo cambiarla y amarla— Finalizó en un susurro. Justin no dijo nada. Acortó la poca distancia que los separaba y juntó sus labios con los de ella. Su boca exigente pidió paso, y ella gustosa se lo entregó. Abrió espacio para que él entrara profundamente, llenándola con su exquisito sabor. Su calidez se mezcló en un perfecto choque de labios. Un magnífico beso que hizo que toda la atmósfera de la casa se detuviera a su alrededor. Disfrutando cada contorno de sus bocas, prolongaron el beso por largos segundos, amándose... hasta que una voz se hizo presente para destruir aquél momento tan perfecto.

—Mhm...— Se aclaró la garganta. —Me resulta incómodo estar cerca de ustedes— Interrumpió el propietario. Ambos se separaron de forma inmediata. Sus respiraciones estaban agitadas y la vergüenza volvió a invadirlos. Sus labios pulzaban por aquél profundo beso. —Siempre estoy en momentos inoportunos. Perdón— Se disculpó.

—Perdónenos usted— Pidió Justin.

—No hay cuidado, supongo que también fui joven y me enamoré— Aceptó las disculpas. Su comentario los hizo sonreír, aliviados. —Ya hable con su padre, señorita Mester— Aclaró. Ella alzó las cejas.

—Oh. ¿Qué le dijo?— Preguntó.

—Está todo listo. Podrán mudarse mañana— Dijo confiable. Ambos sonrieron. —Y sean bienvenidos— Felicitó.

—Yo no viviré aquí— Aclaró Justin. —Pero supongo que pasaré mucho tiempo aquí, así que gracias— Bromeó. Todos rieron.

—Si, muchas gracias por su tiempo. Es una casa...— Volteó a ver a Justin. Sus miradas se entrelazaron por un segundo. —Maravillosa— Finalizó.

-

—¿Qué quieres decir con eso?— Preguntó James confundido.

—Que me largo— Dijo acercándose a la puerta, pero un cuerpo masculino se posicionó frente a él, impidiéndole el paso.

—Tú no vas a ningún lado Bruce— Ordenó con voz autoritaria.

—Tú no eres nadie para ordenarme las cosas— Lo atacó. Se miraron fijamente. —Eres un simple bastardo hijo de puta que se quiere salir con la suya. No voy a caer en tu juego. Si James aceptó, qué bien. Pero yo no lo haré— Apretó bien la maleta que sostenía en su mano y se dispuso a abrir la puerta, pero él seguía sin permitirle el paso.

—Arrepiéntete de lo que dijiste— Exigió, ahora con molestia y coraje en sus palabras.

—¿O qué? ¿Vas a matarme, Hookman?— Preguntó Bruce sarcástico.

—No— Dijo firmemente. —Lo haráJames— Finalizó.

El Paso Final. 2tempDonde viven las historias. Descúbrelo ahora