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No había palabras para describir lo increíble que era aquella mansión. Estaban pasmados, boquiabiertos, observándolo todo con impresión. Unas preciosas escaleras en forma de espiral que daban hasta el tercer piso era lo primero que se observaba al entrar. El piso de madera fina, las paredes blancas con enormes retratos y pinturas famosas. Unos elegantes candelabros adornaban los techos de las diferentes estancias del primer piso. Tenía un toque antiguo, uno de historia y al mismo tiempo uno elegante. Era... wow. La gigante sala de estar tenía unos sillones de piel color café, una televisión de plasma de 50 pulgadas y una mesita de centro de cristal. El comedor era en absoluto de madera, todo tallado perfectamente reluciente, una enorme barra frente a la cocina con bancos altos para acomodarse al frente. Ni se diga de la cocina, que tenía una encimera al centro, además de zinc, refrigerador, campana, estufa, en fin... no faltaba nada. Todo de alta calidad. En el segundo piso había tres habitaciones con baño en cada una, y había una extra, pero esta era diferente. Tenía un enorme y nada despreciable jacuzzi en su interior. Sin duda eso los dejó sorprendidos y más emocionados de lo que ya estaban. En el tercer piso, algo misterioso por cierto, había algo inimaginable. Una biblioteca. ¡Una biblioteca! Ambos amaban leer. Una enorme colección de libros adornaba en miles de tonos el área. Justin pareció niño chiquito con juguete nuevo al ver que allí había varios volúmenes del libro "Mi lucha" de Adolf Hitler. Valla... lo leería cientos de veces y no se hartaría. Era algo que lo había marcado. Además de la biblioteca, había un enorme balcón y ventanas de cristal con vista lejana a los rascacielos de Nueva York.

—Todo lo que puedo decir ahora es que te odio por que vivirás aquí con tu papá y James— Susurró Justin. Ella rió, mientras él hojeaba el libro de Hitler.

—Eso si está en venta. La señora nos dijo que posiblemente no lo estaría, pero que podíamos pasar a verla— Se lamentó ella. —Me ha fascinado. Nos falta ver el patio de atrás, vamos— Pidió emocionada. Justin asintió y la siguió.

Una enorme piscina era lo primero que había, como era de esperarse. Alrededor, césped, cientos de flores de diferentes especies y colores, pero algo más hermoso que captó toda la atención de Rosalyn... una fuente de piedra, con una mesa y dos asientos a su lado. Estaba en función y el agua caía de una manera fascinante. El sonido era en lo absoluto relajador. Por un momento observó el panorama... todo era perfecto. Esta casa tenía ese toque al que ella se refería, era especial. Había algo que la hacía desear vivir allí el resto de su vida. Entonces un pensamiento llegó a su mente... esa casa era perfecta... pero no para vivir con su papá y su hermano... si no con Justin. Las ganas que tuvo fueron inmensas, aunque sabía que eso no se podría. Mucho menos a la edad que tenía y las circunstancias que enfrentaban ahora. Pero no descartaba la posibilidad... y se sintió triste por ese momento, por saber que la casa que buscaban era para ella y su familia, no para ella y Justin. Y no había nada que pudiera hacer para cambiar eso.

—Esta casa tiene ese toque especial del que te hablaba, Justin...— Susurró ella, observando la vegetación.

—Entonces cómprenla. Díselo a tu padre— Sugirió. —Además me encantaría que vivieras aquí, es una casa preciosa. Yo te visitaría a diario— Aseguró. Ella rió.

—Eso lo dices por que te enamoraste de la biblioteca— Atacó ella. Justin sonrió y la abrazó por la cintura.

—Me enamoré de la chica que vivirá aquí. No de la biblioteca— Dijo dulcemente. Ella sonrió, ruborizándose.

—No está a la venta— Interrumpió la misma señora que los dejó entrar. Ambos se voltearon a verla, estaba parada en las puertas corredizas.

—¿Qué?— Protestó Justin. —¿Está segura de que no hay posibilidades de que los antiguos dueños acepten venderla?—.

—Me informaron que volverán aquí. Pensábamos que no volverían pero lo harán. Lo siento mucho jóvenes— Se disculpó.

—Valla mierda...— Susurró Justin en voz baja. Rosalyn le pegó un golpecito en el hombro.

—No se preocupe. Gracias por mostrárnosla aún así. Nos retiraremos ya— Se despidió ella sonriente, a pesar de la decepción que sentía. —Hasta luego— Tomó a Justin de la mano y lo jaló hacia la puerta de entrada. Ambos salieron y caminaron hacia el lamborghini. Justin no quitaba la cara de molestia.

—No puedo creer que nos dejara pasar si sabía que no estaba en venta, esa anciana arrugada es de lo más...— Rosalyn le tapó la boca, pero no pudo contener la risa. Justin frunció el ceño.

—¡Justin! No seas grosero— Lo regañó. —Seguramente acaba de hablar con ellos por teléfono y apenas le avisaron. No te enojes— Le destapó la boca y el suspiró.

—De acuerdo— Respondió. —Como sea. Falta una casa por ver— Avisó. Ella asintió. —Primero las muñecas— Dijo, abriéndole la puerta del copiloto para que entrara. Ella soltó la carcajada.

—Damas— Lo corrigió. Él sonrió.

—Eres muñeca para mí— Avisó él. Puso una mano detrás de su espalda y la atrajo a su torso. Le besó la comisura de los labios, haciéndola estremecerse. —Mi muñeca...— Susurró, antes de atraparla en un perfecto y profundo choque de labios.

-

—Bien. Oficialmente esta casa no me ha gustado— Dijo ella, una vez que habían terminado de ver toda la propiedad. Se encontraban en una de las habitaciones del segundo piso.

—Iba a decirte lo mismo— Susurró él. Se paró frente a un enorme espejo. —Pero mira, eso de allá atrás es realmente hermoso— Dijo sorprendido. Ella se acercó a él.

—¿Qué cosa?— Preguntó extrañada.

—Ah, me equivoqué, soy yo, es mi reflejo— Se disculpó. Rosalyn lo empujó y se rió a carcajadas. Él rió también.

—Eres increíblemente vanidoso— Dijo ella, mientras observaba como Justin acomodaba ligeramente su cabello dorado correctamente hacia arriba. Él sonrió y volteó a verla.

—Solo bromeaba— Se acercó a paso lento a ella. —No hay nada hermoso ni genial, ni mucho menos especial en esta casa. Solo tú— Dijo acortando su distancia. Oh... Dios. Justin Bieber, ¿Cuándo dejarás de ser tan alagador y perfecto? Sonrió, ruborizada.

—¿Iremos a ver más casas o esta era la última?— Preguntó ella, cambiando el tema fugazmente. Él lo notó.

—Podemos ver alguna otra que no esté en la lista— Aseguró él. —Pero antes...— Volvió a sujetarla de la cintura y la atrajo hacia él. Sus cuerpos se juntaron. —Me gustaría...— La besó sorpresivamente. Mezcló sus ardientes labios en los suyos y la saboreó con ganas. Sus manos jugaban bajo su blusa, se movieron hacia su espalda y las metió por debajo. Tocó su piel desnuda, haciendo que la piel se le erizara y una corriente eléctrica viajara ahí... justo ahí a su parte íntima. Dios. ¿Por qué tenía que encenderla tan rápidamente? La aferraba a su cuerpo y sus lenguas se chocaban con necesidad. Ella se enrredó a su cuello y le acarició el cabello. Justin empezó a empujarla hacia la puerta de aquella habitación. Llegó hasta allí y la cerró de un portazo. Terminó por empujar a Rosalyn contra ésta. Sus respiraciones se incrementaron. Era un beso apasionado, lleno de calor. El sonido del choque de sus labios llenó la soledad del lugar.

—Justin— Susurró ella, mientras él la acorralaba contra la madera de la puerta y sus suaves caricias. —Puede venir el propietario— Susurró en un jadeo.

—Correré el riesgo...— Finalizóél, comiéndole la boca de nuevo.

El Paso Final. 2tempDonde viven las historias. Descúbrelo ahora