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Podía sentir las manos de Anthony Hookman abrazarle la espalda con fuerza, acariciándola de arriba hacia abajo, esperando una respuesta. Sus ojos obscuros e intensos estaban puestos sobre los de ella. No se movía, pero su cuerpo estaba respondiéndole a esas caricias. ¿Qué? ¡¿Por qué?! Maldita sea, maldita sea. Estaba odiando con todo su ser que las manos de él le erizaran la piel de esa forma.

—¿Qué tengo que hacer?— Susurró ella, casi inaudible. Hookman esbosó una dulce sonrisa al oírla hablar.

—Quedarte conmigo— Le susurró al oído, de una manera jodidamente sensual. ¡Mierda!

—¿Dejarás libre a mi hermano?— Preguntó ella débilmente.

—Por supuesto...— Volvió a susurrarle, esta vez bajando a su cuello. —Tú serás testigo de eso— Depositó un ardiente beso en su piel, y casi pudo jurar que la escuchó gemir. Alzó su cabeza y la miró a los ojos. Ella reflejaba preocupación, pero también algo diferente. Algo extraño que Anthony no pudo reconocer, pero le gustó. ¿Necesidad? ¿Deseo? ¿Lujuria? ¿Por los besos que estaba dándole? Quizás...

—Quiero que lo hagas ahora— Exigió ella. —Deja a James libre de esto. Llévalo a casa. Quiero ver que lo hagas y estaré contigo lo que sea necesario— Propuso ella. Anthony sonrió y pasó una mano por la mejilla de ella, acariciándola suavemente.

—Bien. Ya habrá tiempo para nosotros— Y sin avisar, le dio un beso profundo y apasionado en los labios. Oh... Dios. Rosalyn se quedó perpleja, otro beso más por parte de él. Pero este no había sido salvaje ni asqueroso. Más bien caliente. Diablos. Ella evitó corresponderle, tomó todas sus fuerzas y se mantuvo quieta. —Tendrás que dejar de ser fría conmigo después— Le dijo, al separarse de sus labios. —Vámonos—.

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Eran las 10 de la noche y Justin no encontraba la manera de dormirse. Se movía para un extremo de la cama, luego al otro. No era que estuviese incómodo, si no preocupado. No podía dejar de pensar en ella. En James. Pero sobre todo en ella... su chica, su novia, Rosalyn. ¿Dónde podría estar? La idea de que Anthony le hiciera daño le remordía la consciencia. Se odiaba tanto por no haber estado junto a ella cuando él la secuestró. Joder, sólo él podía secuestrarla, nadie más. Era suya. Puso ambas manos sobre su rostro y se cubrió. Estaba enojado de nuevo. Estaba conteniendo esa ira dentro de él. Quería romper cosas o golpear algo. Pero sabía que estaba mal, Gates se lo había advertido. Tomó aire y se levantó de la cama. Salió de la habitación y bajó las escaleras de la casa. Se escabulló al patio de atrás, sin ser escuchado por Gates. Se quedó parado frente a la piscina. Observó el agua con tonalidad azul. Se agachó un poco para tocarla. Valla, estaba realmente fría. Pero no le importó. Supuso que necesitaba relajarse, así que sin importarle nada y aunque el agua estuviera fría, se sacó la camisa por arriba y se lanzó al agua.

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Venían regresando de su casa, su propia casa. Maldita sea, tenía ganas de llorar. Ojalá ella hubiese podido quedarse también, pero no. Únicamente él había dejado a James tirado en la banqueta y había pisado el acelerador con fuerza tremenda. Ella tenía la cabeza recargada en la ventana del malibú negro, observando a las personas que caminaban por las banquetas de Nueva York. Tranquilas, relajadas, divirtiéndose. Disfrutando la vida. Cosa que ella, hacía mucho no hacía. Cerró sus ojos y se abrazó a si misma con los brazos. Recordó en su mente los momentos que iba justo así con Justin, en su lamborghini blanco. Pero ahí era diferente, porque con Justin se sentía segura, amada, protegida. Lo extrañaba tanto. Deseaba con todas sus fuerzas que él la perdonara por la decisión que acababa de tomar. Quizás estaba actuando estúpidamente, pero no tenía alternativas. Entonces tuvo más ganas de llorar. ¿Por qué no podía regresar el maldito tiempo y estar con Justin? Mientras se lamentaba en silencio, Hookman se detuvo en un semáforo en rojo y puso una mano sobre la rodilla de ella. Rosalyn se sobresaltó y se giró hacia él, para verlo. Él sonreía levemente, con esos ojos intensos y profundos clavados en ella.

—¿Todo bien?— Le preguntó. ¿Qué? ¿Cómo se atrevía a preguntar eso? Claramente nada estaba bien.

—Si— Susurró ella. Anthony apretó la mandíbula. ¡Demonios! Recordó automáticamente a Justin.

—Te sientes mal ahora— Habló él. —Pero las cosas pueden cambiar. No te arrepentirás de tu decisión. Solo dame tiempo, Rosalyn— Prometió. ¡Joder! ¡Este tipo era la réplica de Justin! ¿Por qué carajos los Bieber tenían que hablar así? Justin también le había pedido tiempo, claro que no era lo mismo, pero sus palabras eran... Dios, eran tan parecidas. Tuvo más ganas de llorar al recordarlo.

—¿Tiempo? Solo quiero que esto termine— Susurró ella. Anthony apartó la mano de su rodilla y la pasó al volante una vez que el semáforo cambió a verde.

—Creo que empezamos con el pié equivocado— Dijo él, ligeramente serio. —Ya habrá tiempo para hablar alrato— Y sin más que decir, se mantuvo firme en su camino.

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Salió a la superficie de nuevo, luego de haber nadado unos minutos bajo el agua. Repetía el procedimiento desde que se lanzó a la piscina. Se talló la cara para apartar el agua y abrió los ojos. Valla, era tan relajante esto. Siempre le había gustado nadar. Eso lo hacía olvidarse de todo. Se quedó unos segundos simplemente flotando. Su cuerpo ya se había acostumbrado al frío del agua y de la noche. Volteó hacia arriba, el cielo estaba lleno de estrellas. No divisó la luna por ninguna parte. Dio un suspiro y volvió a recordarla. Joder. No pasaba ni un minuto y ya estaba lamentándose de nuevo por todo esto. Para sacar sus pensamientos, volvió a sumergirse en el agua. Duró ahí casi el minuto. Cuando ya no tuvo más oxígeno, salió rápido a la superficie. Volvió a tallarse la cara y cuando abrió los ojos, se encontró con Gates observándolo fijamente, desde la orilla de la piscina.

—Acaba de llamarme Johán Mester— Habló con tono preocupante. Justin nadó poco a poco hacia la orilla. El pulso se le aceleró. Iba a decir algo pero Gates continuó. —James ha sido dejado en la banqueta de su casa hace 10 minutos. Testigos dicen que un malibú negro lo aventó ahí y se marchó. No hay rastro de Rosalyn... pero al parecer, su hermano puede ayudarnos— Finalizó, con esperanza y fe en sus palabras.

El Paso Final. 2tempDonde viven las historias. Descúbrelo ahora