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El celular se le resbaló de las manos en un dos por tres. Sintió como sus sentidos se encendieron para alertarla. Sus latidos aumentaron velozmente. Asustada por el mensaje, recogió el celular del suelo y volvió a colocarlo en su oído, pero era tarde, ya habían colgado. Actuó rápidamente y le llamó a Justin.

—¿Soy demasiado irresistible para no oír mi voz por tanto tiempo, cierto?— Le contestó candente. Pero esa sensualidad se esfumó al oír lo siguiente que ella diría.

—Justin, ¡Alguien va a secuestrarme!— Gritó horrorizada. Justin sintió como su corazón se aceleró. Sus sentidos se pusieron al cien.

—¿Qué? ¿Por qué mierda dices eso Rosalyn?— Preguntó completamente desconcertado.

—¡Era Bruce!— Dijo trabándose. —Era él... yo... lo llamé, lo llamé y me dijo que saliera de la casa. Su voz sonaba más como un quejido. Como si lo hubieran golpeado... como si estuviera herido... ¡Tienes que venir Justin, tengo miedo!— La voz se le entrecortó y un nudo empezó a formarse en su garganta. El cuerpo empezó a temblarle levemente, mientras sentía como si la observaran de todas partes. Era una sensación horrible.

—Cálmate, cálmate Rosalyn— Pidió él. —Estoy llendo por las llaves de mi auto. Justo ahora salgo al patio. Voy en camino, necesito que te calmes y escuches lo que voy a decirte con mucha atención— Ordenó. Ella sentía como su pecho subía y bajaba con brusquedad.

—Si, ¡Rápido!— Pidió envuelta en miedo. No soportaría esto de nuevo. No. Alejarse de él una vez más, que la separaran de Justin... el peligro... eso... ¡No! No quería en lo absoluto. Estaba aterrorizada.

—Necesito que te asegures de que todas las puertas y ventanas están bien cerradas. Todas. No te olvides de ninguna— Ordenó. Ella pudo escuchar el rugido del motor de su auto a lo lejos. Sin duda iba conduciendo por más arriba de todos los límites permitidos. Ella corrió a las escaleras y bajó rápidamente. Hizo lo indicado, sin hablar. Tardó varios segundos. —¿Estás ahí?— Preguntó él preocupado.

—Si, estoy asegurando todo— Respondió ella. Justin suspiró.

—Bien. No dejes de hablarme, necesito oír tu voz y saber que todo está bien— Exigió.

—Listo— Contestó ella con la voz hecha un hilo.

—Ahora ve a la cocina— Ordenó. Ella empezó a caminar hacia allí. —Busca en el último cajón de la alacena—.

—Esta vacío— Dijo ella abriéndolo.

—Losé. Tiene una abertura secreta en el fondo. Es una pequeña madera, jálala y se abrirá—.

Rosalyn hizo lo pedido. Wow. Se quedó pasmada al ver lo que había allí. Un arma.

—Justin— Susurró.

—¿La tienes? Está cargada con veinte balas— Avisó. Ella se puso de pié lentamente.

—Justin— Volvió a susurrar. Ahora su tono era de alerta, de miedo, de advertencia. Joder. Él pudo darse cuenta de inmediato.

—¿Qué pasa? Estoy a 5 minutos de llegar. Voy lo más rápido que puedo— Pero ella no respondió. Él pudo escuchar como su respiración entrecortada chocaba contra el teléfono. Entonces escuchó un rechinido... como si abrieran una puerta. —¿Rosalyn?— Preguntó. —Rosalyn respóndeme— Ordenó, con una corriente terriblemente enloquecedora recorriendo sus venas. El miedo se apoderó de él con rapidez. Y de pronto... un disparo. —¡ROSALYN DIME ALGO! ¡MIERDA, CONTESTA EL PUTO TELÉFONO!— Gritó desesperado. Escuchó unos pitidos que le indicaron que había colgado. Gruñó fuerte. Lanzó el celular al asiento del copiloto para apoyar ambas manos al volante. Nunca había sentido tanta adrenalina en toda su vida. Iba pasándose todos los semáforos, esquivando todos los autos, ignorando todas las señales de tránsito. Necesitaba llegar y encontrarla. Joder. Joder. Estaba fuera de sus casillas, estaba fuera de control. Estaba furioso, su mandíbula apretada. Su demonio interior renaciendo. Esto tenía que ser una jodida broma. Su pié ejercía una fuerza impresionante contra el acelerador. Las llantas rechinaban con cada forzón que emprendía en su lamborghini. Y de pronto... divisó la casa. La mayoría de las luces estaban encendidas. Frenó fuerte haciendo rechinar una vez más las llantas. Antes de bajarse, tomó su arma en las manos. Se bajó del auto y corrió hacia la puerta de entrada. Estaba abierta. No. Mierda. Corrió más rápido. Llegó hasta allí y aventó fuerte la puerta, abriéndola por completo. Su corazón revivió al ver al hombre que estaba parado allí en medio de la estancia.

El Paso Final. 2tempDonde viven las historias. Descúbrelo ahora