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—Valla... así que esta es su casa— Exclamó Justin, sorprendido. Seguía recorriendo con la mirada lo espaciosa que era. —Nada mal para un detective. Es asombroso aquí— Admitió. Gates sonrió mientras entraba y cerraba la puerta de entrada. Se paró junto a él.

—Lo és— Dijo orgulloso. —Pero me ha costado una fortuna. Trabajé por años para poder comprarla, ahora vivirás aquí— Lo animó. Justin frunció el ceño y sonrió. Aunque sabía que solo estaría ahí durante el tiempo de libertad condicional, le entusiasmaba la idea, aunque seguía teniendo una duda en su cabeza.

—¿Usted vive solo?— Se atrevió a preguntar. Y de pronto, se arrepintió de haberlo dicho. Observó que el rostro de Gates se puso serio y reflejaba tristeza. Gates caminó hacia un mueble con fotografías de la sala, y tomó una en sus manos. Regresó con Justin y se la entregó. Él agachó su mirada y pudo ver a una familia de cuatro personas. Junto al detective había una mujer pelirroja, era muy bella. Ambos sonreían, junto a ellos había un niño de escasos 8 años de edad, y otro más grande a lado de aproximadamente 18 o 19.

—Es mi familia— Susurró Gates, mientras Justin observaba la fotografía. —Denisse era mi esposa. Mi hijo menor tenía 9 años, su nombre era Ricky. El mayor de 19 años se llamaba Kevin, igual que yo— Le explicó. Justin se quedó serio, analizando sus palabras. —Fallecieron en un accidente automovilístico, hace un año— Confesó. Justin tragó saliva. Demonios, por poco se le cae al suelo la fotografía. No era la noticia que esperaba escuchar. Se sintió terriblemente mal al escucharlo, pero sobre todo al ver su expresión de dolor. Justin suspiró y dejó la fotografía de vuelta en su lugar. No sabía si hablar o cambiar de tema.

—Eran muy felices— Susurró Justin. —Puedo verlo en todas estas fotografías— Dijo, caminando lentamente y observando cada retrato. Kevin Gates sonrió amargamente.

—Así es— Dijo él. —Bueno, me gustaría mostrarte la casa— Pidió. —Tengo una piscina atrás, te gustará, ven— Finalizó, cambiando de tema. Y Justin no se negó a acompañarlo.

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—James...— Volvió a susurrar ella, débilmente. —James, ¡James!— Seguía susurrando pero su voz era cada vez más fuerte. Pero él seguía sin moverse, con los ojos cerrados, tremendamente golpeado del rostro. Rosalyn sentía que las fuerzas se le agotaban con cada susurro. Apenas podía mover el cuerpo y tenía las manos atadas por la espalda, contra un tubo de madera, al igual que su hermano. El suelo en el que estaban sentados era de madera descuidada. El cuarto estaba vacío y solo había una cama y un pequeño tocador a lado. Claramente estaban en una especie de cabaña, pero no tenían idea donde. Esto era pésimo. Aquél hombre se había ido horas atrás, luego de haber golpeado a James, y no había vuelto desde entonces. Era un perfecto hijo de puta. Rosalyn cerró sus ojos para intentar pensar en otras cosas. No quería llorar más, estaba quedándose sin fuerzas a causa de ello. Sabía que los encontrarían... pero temía que fuera demasiado tarde.

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—¿Necesitas algo más?— Preguntó Gates, desde la puerta de la habitación. Justin guardaba su ropa dentro del armario.

—Estoy perfectamente bien. Este cuarto es enorme, gracias detective— Agradeció Justin.

—Puedes llamarme Kevin o Gates. Por favor— Pidió. Justin sonrió.

—De acuerdo, Gates— Contestó. —Pero... ¿Está seguro de que puedo dormir aquí? La verdad, yo preferiría la sala o...— Gates lo interrumpió.

—Sé que te sientes incómodo porque era el cuarto de mi hijo. Pero está a tu medida, después de todo él tenía la misma edad que tú. Estarás más cómodo aquí y no tengo problema con eso— Dijo amable. Justin terminó de colgar su ropa y cerró el armario.

El Paso Final. 2tempDonde viven las historias. Descúbrelo ahora