×V E I N T I C I N C O×

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Corriendo por las calles de la ciudad, en plena oscuridad de la madrugada en busca de un simple taxi, junto a Jos, no es para nada agradable. Los matones salen a esta hora, y Jos y yo arriesgamos nuestras vidas por un amigo.

—Sofía —gritó Jos agitado—, ya no puedo más —paré de correr, me giré para verlo y me acerqué a él—, hay que esperar aquí mejor.

Nos encontrábamos en una avenida, donde por lo usual en el día hay mucho tráfico. — ¿Crees que pase por aquí algún taxi? —pregunté.

— ¡Yo qué sé! —replicó el—. Jamás he vivido en Tampico.

—Agh, pues entonces paremos aquí. Oh espera, tienes demasiada suerte Josesito, ahí viene uno.

Le hice la parada al señor que conducía el taxi y sin preguntar el costo del viaje subimos al coche. —Al bar "La Chivita de Oro", por favor. —le dije al chofer.

Y parecía que el señor leía las mentes, porque arrancó a toda velocidad a nuestro destino.

Después de unos minutos llegamos, y con el poco dinero que traía en mano le pagué al chofer del taxi.

Entramos y unos meseros estaban limpiando el establecimiento y Adam era el único cliente.

— ¡Adam! —grité al verlo todo mojado, cantando sin cordura y desafinado, con un olor espantoso a alcohol y una apariencia para nada presentable, tal vez un vagabundo se veía mejor que él.

—Encontrarme a alguien como tú, con esa sencillez que te caracteriza, no ha sido una tarea nada fácil porque tú eres única —se volteó a verme—. Mí querida Sofía, si viniste a mí. —dijo Adam con una típica voz de borracho. Él me iba a abrazar, retrocedí un paso y Jos intervino tomándolo de los brazos. Hizo pucheros y siguió cantando con una copa en mano—. Caminando de la mano, eres mi razón de ser.

—Se tienen que ir jóvenes —nos avisó un mesero y señaló a Adam—, debíamos cerrar hace media hora y este sigue aquí.

Asentimos, y con ayuda de Jos, lo intentamos sacamos del bar, pero el mismo mesero nos detuvo.

— ¡Esperen! El joven no ha pagado la cuenta.

—Ugh, ¿cuánto es? —pregunté.

Sacó una libretita y pasó varias páginas. —Su cuenta es de ochocientos pesos.

—Tome el reloj, cuesta más de mil pesos. —dijo Jos mientras se quitaba un reloj que jamás le había visto.

El mesero lo tomó sin problema alguno y nos dejó ir.

Para ser la primera borrachera de Adam que yo veo, ha sido un desastre.

— ¡Suéltenme! —Gritó Adam y forcejeo con Jos—. Tú suéltame, roba chicas. —escupió al suelo, iugh.

—Cálmate, ¿okey? Aquí nadie robó nada, ni pasó nada. —le dijo José.

— ¿QUÉ NO? ¿Y AYER QUÉ? —replicó mi amigo rubio.

—No pasó nada, Adam —le dije—. Ahora dime, ¿por qué estas tomando a estas horas y cómo es que te vendieron alcohol?

Se tiró al suelo en forma fetal se cruzó de brazos e hizo un puchero. —No tengo por qué darte explicaciones.

—Vamos Adam, ya es hora irnos; no creo que tu mamá te quiera ver en esas condiciones, así que iremos a casa de Sofía. —dijo Jos.

—Tú ni me hables. —masculló el rubio.

Secuestraron A Mi Ídolo ×J.C×Donde viven las historias. Descúbrelo ahora