Capítulo LVIII

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Amanecí otra vez, entre tus brazos...
Y desperté llorando, de alegría...

Me cobijé la cara, con tus manos, para seguirte amando todavía...

Te despertaste tú, casi dormida...
Tú me querías decir, no sé qué cosas...

Pero callé tu boca, con mis besos,
y así pasaron muchas... Muchas horas...

... fue la melodía de esta canción en versión balada interpretada por Samo, la que se escuchaba a fondo cuando la brisa fresca y la luz de la mañana me despertaron.

Era la letra perfecta para el momento.

La verdad amanecer entre las sábanas y pegada al cuerpo de Jake, era lo mejor que me estaba ocurrido.

Rodé mi vista para encontrarme con Jake profundamente dormido. Su rostro estaba relajado, su rubio cabello estaba revuelto, su pecho subía y bajaba acorde con su respiración, y todo él parecía sacado de revista.

Acaricié su pecho y dejé cortos besos en el mismo.

Jake abrió sus ojos dejándome ver ese hermoso azul que me hipnotizaba...

-¡Buen día bello durmiente!- susurré.

Y como un niño pequeño haciendo berrinche para levantarse, se tapó con la sábana dejándome a un lado, lo que me causó gracia y reí a carcajadas...

-¿Con que esas tenemos?- dije

-Bien... Siga durmiendo señor Evans, yo iré a dar un paseo- dije haciendo amago para levantarme.

Pero no habían pasado dos segundos cuando Jake me había tumbado en la cama y ya estaba sobre mí... Yo reía a carcajadas.

-Tú no vas a ningún lado sin mí- susurró en mi oído.

Definitivamente yo no iría a ningún lado sin él.

-Buscaré algo de ropa, muero de hambre-

Fui hasta la maleta, escogí un enterizo azul rey atado a mi cuello que dejaba mi espalda totalmente descubierta. Me maquillé un poco y dejé mi cabello lacio y suelto.

Al salir del baño me encontré con Jake vestido con un mono suelto, playero, color blanco y una camisa manga corta de botones del mismo azul de mi braga.

Achiné los ojos y hablé...

-¿Acaso Carlotta hizo tu maleta a juego con mi ropa?-

El río enseguida...

-Solo le dije los colores que debía colocar en la maleta- dijo con cara de culpabilidad pero con aquella media sonrisa que me derretía.

Salimos de la cabaña caminando por el largo muelle. La marea estaba un poco alta, el agua casi llegaba a tope de la madera del muelle.

El agua era cristalina, tanto que se podían ver los pequeños peces en ella.

Mientras caminábamos tomados de la mano, Jake hablaba por su móvil algo de trabajo, no le estaba prestando mucha atención. Estaba ocupada viendo todo lo que me rodeaba.

Llegamos a la isla, donde una chica nos indicó donde desayunaríamos.

Era una especie de cabaña como en la que habíamos pernotado, pero estaba acondicionada como un restaurante.

Ya había varias parejas en el sitio.

Tomamos asiento en una mesa de dos puestos y nos indicaron que pronto nos traerían la comida.

HOY ERES MÍODonde viven las historias. Descúbrelo ahora