CAPITULO 5

550 27 6
                                    

Las predicciones de Leidy superaron a las de cualquier adivino de los que salen en televisión: quedamos en el mismo salón.

Todas nuestras compañeras-es un colegio femenino-se acercaron a la chica nueva a hacerle todo tipo de preguntas y, en especial, una muy común: "¿Tienes un hermano mayor?"

-No. Solo tengo una hermana mayor, Sandra-contestó Leidy desilusionando a sus interrogadoras.

¡Cielos! Ya querían convertirse en su cuñada. Pobre Leidy. Y solo era el principio porque ella no sabía que clase de compañeras iba a tener.

-Hola Vanessa-dijo una voz a mi espalda, familiar e inconfundible para mis oídos.

- ¡Hola Angélica! ¿Cómo has estado?

-Muy bien. ¿Y tú cómo has estado? ¿Qué has hecho?

-Estoy bien y he hecho lo de siempre, nada. Bueno, la verdad sí hice mucho estos días.

-Veo que tenemos una nueva compañera-dijo mientras dirigía sus ojos castaños hacia Leidy.

-Sí, es una nueva amiga que vive frente a mi casa. Ven te la presento-la tomé de la mano para acercarla a Leidy.

Angélica llevaba corto su cabello oscuro y ondulado que se resalta con su piel del color de la nieve. Sus ojos castaños reflejan una mirada de ternura con la transparencia de un cristal. Hemos estado juntas por once años, cuando nos conocimos en primero de primaria, también estuvo a mi lado cuando Leidy se fue.

Es la mejor estudiante del colegio y me animó a seguir sus pasos por lo cual estaremos entre las cinco mejores alumnas la próxima semana, en la graduación.

-Mira, te presento a Leidy, vive frente a mi casa. Leidy, ella es mi mejor amiga, Angélica.

-Mucho gusto-dijeron en coro mientras se estrechaban las mano.

* * *

Frente a la clase, algo nerviosa, Leidy se presentó e informó que su padre sería nuestro nuevo profesor de Biología, como yo sabía de antemano. El padre de Leidy trabajaba en un colegio de secundaria en Bogotá y fue trasladado al SEÑOR DE LOS MILAGROS porque la anterior profesora ya se había jubilado. Y debido a esto, toda la familia se mudó a Girón.

Leidy se sentó a mi diestra en los puestos del frente. Sacó de su bolso azul oscuro un pequeño cuaderno de portada blanca con el dibujo de un personaje tierno, y en él tomó nota del horario de clases.

Recorría el salón con la mirada fijándose en cada detalle sin dejar de escuchar la voz de la directora de grupo, la profesora de Español. Escribió en el cuaderno una pequeña descripción de la directora de grupo, la cual me permitió leer más tarde, diciendo que se trataba de "una mujer alta y delgada que con su vestido naranja zanahoria parecía un paraguas. Una persona carente de buen sentido del humor." Al final escribió "me cae mal" y así fue su relación con ésta profesora durante todo el año.

A veces la veía escribiendo nombres de algunas compañeras junto con sus características físicas. Fue así como en la primera semana de clases ya había aprendido los nombres y los apodos de las compañeras del salón. También reconocía fácilmente a los profesores y sus métodos de enseñanza.

El timbre trajo al salón al profesor de Álgebra, un hombre de cabello gris que siempre viste camisa blanca, pantalón gris y zapatos negros. Leidy tomó nota de éstos datos.

Salimos junto con Angélica al descanso y le di un recorrido a nuestra nueva compañera por el colegio.

En la entrada, al lado derecho se ubica el parque de juegos infantiles, abierto a todos en las vacaciones, y del lado izquierdo la cancha de básquetbol cercada de graderías para el público. Caminando en línea recta se llega al patio central en donde se hallan los salones: los dos grupos de octavo del lado izquierdo y al final, un grupo de séptimo seguido del baño y las escaleras conducentes a la segunda planta.

Del otro lado del patio se hallaban la cafetería seguida de los salones de noveno y el otro de séptimo, también al final. De frente a la entrada del patio de izquierda a derecha estaban el laboratorio de química que nadie ha utilizado quién sabe desde cuándo y la pobre enfermería donde solo hay una camilla, un escritorio y un ventilador y es atendido por la mujer de la fotocopiadora. Allí no hay ni aspirinas por lo que surge el interrogante de ¿para qué diablos está? Y terminaba con la sala de audiovisuales junto a las escaleras del segundo piso bajo las cuales se encontraba el pequeño cuarto improvisado para la fotocopiadora donde la mujer que atendía moría de aburrimiento tejiendo abrigos para los escasos inviernos de Girón.

En la segunda planta, al subir las escaleras, se encuentran los dos salones de sexto, frente, a los que le siguen los baños.

Del otro lado, al fondo, está la entrada del salón de eventos sobre los salones de noveno y la sala de informática, que carece de Internet pero tiene buenos equipos. Enseguida se encuentra la biblioteca, la "cámara de la muerte" o Coordinación y la sala de profesores, al final del pasillo, donde siempre huele a café.

Todos estos salones se ubican a lo largo de un pasillo que rodea el patio principal formando un cuadrado con la entrada.

Al terminar nuestro recorrido nos sentamos a descansar en las pequeñas bancas de madera del patio central, lugar de reunión de las alumnas para la izada de la bandera. Leidy miraba al segundo piso, en dirección a la sala de profesores, incómoda, por lo que yo miré hacia allá buscando la causa y vi a su padre.

-Tu papá te cuida mucho-le dije.

-Yo diría que demasiado-contestó. Comenzó a frotarse los ojos, algo que para Angélica era extraño y nuevo.

- ¿Te pasa algo, Leidy?-preguntó Angélica.

-Nada. Es solo que me fastidian los lentes de contacto.

- ¿Usas lentes de contacto?-Angélica se inclinó para ver sus ojos- ¿Tienes algún problema de visión?

-Más o menos. Mi hermana me los regaló hace poco y aún no me acostumbro.

Algo en mi interior me decía que ella los utilizaba porque sus cambiaban de color. Además, ¿por qué sacaba tantas excusas al frotarse los ojos?

- ¿Te los puedes quitar?-le pedí para ver si sus ojos eran color violeta. Ella dudó.

-Bueno, es... que... son difíciles de quitar y de colocar.

Los nervios y el miedo se apoderaron de ella. Leidy se quedó mirando fijamente el timbre que nos avisaba el cambio de clase. Repentinamente éste sonó cinco minutos antes de la hora pero nadie se encontraba allí arriba, en la segunda planta, cerca al sitio donde tantos años de estudiar en El Señor de los Milagros me han enseñado que allí la coordinadora toca el timbre. Era como si una mano invisible hubiese timbrado para liberar de la situación a Leidy.

-Entremos a clase-nos dijo.

Y ocurrió de nuevo.

EL GATO NEGRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora