CAPITULO 31

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Durante las siguientes dos semanas, sucedieron algunas cosas que me dejaron muy sorprendida. Una de esas fue ese día que Raúl regresó de Medellín y me invitó a jugar video juegos. Leidy y Angélica pasaron frente a la casa en dirección al parque de juegos pero, aunque quise seguirlas, preferí permanecer en mi lugar frente al televisor. Angélica luego me contó todo lo que ocurrió.

Al llegar al parque, fueron a la parte de atrás donde se encuentra un kiosco junto al muro de contención que bordea el Río de Oro—el río pasa primero por la parte de atrás de mi barrio y sigue su curso detrás de otros, incluyendo el de Angélica, hasta llegar al malecón donde da un giro a la derecha para ir en busca de Río Frío—y se sentaron allí, en ese sitio solitario porque algunos no soportan el olor ni los mosquitos. Al mirar a Leidy, Angélica notó el color violeta que decoraba sus ojos y que no había visto en mucho tiempo.

— ¿Te asusta el color de mis ojos?—le preguntó Leidy.

— ¡Claro! Una persona con ojos color violeta no es normal—contestó Angélica.

—Es porque soy extraña, más extraña de lo que piensas.

— ¿Por qué dices eso?

—Porque tengo poderes síquicos.

Angélica no podía creer aquello que decía Leidy pero inmediatamente se percató que trataba de la verdad y más cuando Leidy decidió hacer una pequeña demostración con un envase de plástico que se encontraba allí en el kiosco. Angélica vio con sorpresa como el envase comenzó a temblar y luego se elevó sobre el suelo para caer al no estar más bajo los efectos de los poderes de mi estimada amiga.

— ¡Es cierto!—dijo aún con sorpresa Angélica.

—Y no has visto nada hasta ahora.

Habiendo dicho esto, Leidy se levantó y comenzó a mover todos los objetos que había en el kiosco. Luego, volvió a sentarse para jugar con los naipes con Angélica quien no paraba de interrogarla para conocer cada detalle de sus poderes.

*              *             *

— ¿Te lo contó todo?—le pregunté a Angélica.

—Sí, movió objetos, adivinó los dibujos de unos naipes y cuando fuimos a mi casa le regalé una cuchara para que la doblara hacia atrás como en ese programa que vimos la otra vez, ¿recuerdas?

—Sí, recuerdo el programa y yo también le pedí que doblara una cuchara.

Sentadas en el suelo del santuario blanco esperábamos a Leidy quien estaba preparándonos una pequeña merienda. Randú se había acomodado en mis piernas y mientras lo acariciaba se durmió.

—El blanco de esta habitación da miedo—comentó Angélica.

—Yo pensé lo mismo el primer día que estuve aquí.

La perilla de la puerta giró y Leidy entró con una bandeja donde traía hojaldras y vasos con gaseosa. Colocó la bandeja con la ayuda de sus poderes y de la misma manera cerró la puerta.

—Son muy útiles esos poderes—le dijo Angélica.

—Sí, no puedo quejarme—reconoció Leidy.

Ya faltaban treinta y cuatro horas para reanudar las clases y los poderes de Leidy nos habían distraído de nuestros deberes académicos: ninguna había hecho las tareas. Nos reunimos en casa de la niña de los poderes extrasensoriales para hacer lo que no hicimos en un mes aunque a veces nos deteníamos para hablar de otros asuntos como la pereza que produce levantarse a las cinco de la mañana para asistir a clases a las seis y media de la mañana. Ese día trabajamos hasta más de las siete de la noche y acompañé a Angélica hasta su casa. Al regreso me encontré con Raúl en la entrada del barrio.

—Hola, belleza—me saludó.

— ¿Cuál?—le pregunté como si estuviéramos jugando.

—Pues tú, ¿quién más?

—Yo no soy bonita, bonita mi hermana, mi mamá...

—Pero tú eres muy bonita, Vanessa—me interrumpió.

—Raúl, ve al optómetra.

Por su expresión entendí que no le gustó lo que dije. Nunca le confesé mis sentimientosa Raúl, aunque ese día comprendí que el sentía lo mismo. 

* * * * * * * * * 

Saludos lectoras y lectores de Wattpad. 

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