CAPITULO 17

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Había estudiado como jamás en la vida lo había hecho y me sentía muy segura de obtener un diez en la evaluación de Biología. Era la acumulativa y, a decir verdad, a muchas nos había bastante mal con esta materia desde que el padre de Leidy fue transferido. Ese día, lunes, Leidy y yo fuimos por el camino al colegio repasando la lección de Biología. Por fin había vuelto a hablarme, al principio con un poco de cautela y luego, todo volvió a ser normal, o algo así. Con Leidy, nada era normal.

-Lástima que a tu papá lo hubieran cambiado de colegio.

-Si lo dices por aquello de sacarle las preguntas de las evaluaciones déjame decirte que hacerlo es imposible porque él las esconde muy bien. Nunca he sabido donde las guarda por más que las he buscado.

- ¡Ah! Pero las has buscado.

Las mejillas de Leidy se llenaron de rubor.

- ¿Y no te daba pistas sobre las preguntas?

-No. Nunca lo hizo.

-Sí. Tu papá es muy estricto.

La nueva profesora de Biología, Martha, era de estatura media, pisando los cincuenta años, con el cabello muy corto y ondulado de color castaño al igual que sus ojos. Una persona muy amable, como el papá de Leidy, eso fue de gran ayuda.

La profesora cambió a todas de puesto durante la evaluación y Leidy, Angélica y yo quedamos ubicadas en el parte de atrás. Angélica quedó dos puestos a mi izquierda y Leidy detrás de mí, en el último puesto de la fila.

La evaluación ya había comenzado y vi por el rabillo del ojo que la compañera a la derecha de Leidy extraía de su bolsillo una pequeña hoja de papel escrita por ambas caras con una letra muy pequeña. Era obvio que se trataba de una trampa. Mi compañera se sintió descubierta ante mi mirada y ocultó el papel bajo la hoja de la evaluación para luego sacarlo al asegurarse de que la profesora no estaba mirando en aquella dirección.

A los pocos minutos la profesora se acercaba a mi puesto, posiblemente porque había descubierto a mi compañera tramposa. Esta última tomó la copia hecha una pequeña bola para arrojármela, aún no sé por qué, cayendo sobre mi pupitre y yo, a causa del miedo, le di un golpecito y la profesora pudo ver como la copia caía al suelo.

De reojo miraba el trozo de papel, allí, en el suelo, aparentemente inofensivo. Luego miré mi evaluación y a la profesora. Permanecí con la mirada puesta en mi evaluación casi completa y con todas las respuestas correctas y al dirigir mi mirada a la copia vi las zapatillas negras de la profesora en su lugar. Ella estaba a mi lado, a mi diestra.

-Leidy, entrégame ese papel y tu evaluación.

Yo me quedé atónita al escuchar la orden de la profesora. Leidy tenía la trampa pero yo no había visto que la recogiera. Era, sin duda, el mismo papel que me habían tirado. Algo había hecho Leidy para salvarme el pellejo aun arriesgándose ella misma.

Esta era la última hora de clases del día. Después de la evaluación, todas se marcharon a sus casas excepto Leidy quien se había quedado castigada. Angélica y yo permanecimos en el colegio esperado qué iba a pasar con ella. Angélica fue al baño y yo aproveché el momento para entrar al salón donde vi a Leidy de pie en la ventana junto al escritorio de la profesora dando la espalda a la puerta, con la vista perdida en el parque del colegio y, más allá, la calle y la libertad. La profesora estaba escribiendo algo en su cuaderno personal y no vio cuando entré.

- ¿Qué quieres, Vanessa?-me preguntó la profesora cuando me acerqué a su escritorio en forma cautelosa.

Leidy se volteó y me miró. Parecía intrigada por el motivo de mi aparición repentina en el salón y esperaba ansiosa mi respuesta.

-Profesora, quería decirle -Leidy iba a interrumpirme pero prefirió voltear a mirar por la ventana y perderse en el panorama-, quería decirle que yo fui quien hizo la trampa y se la tiré a Leidy para que la culparan a ella.

Leidy no me miró ni dijo nada para ayudarme con la mentira ni para estar en mi contra. Miraba aún por la ventana pero había escuchado mi respuesta, sin embrago, el silencio había sellado su boca.

-Leidy, Vanessa, saquen una hoja y un lapicero.

Leidy y yo nos miramos y obedecimos. Angélica, quien ya había salido del baño, entró al salón buscándome y se encontró repentinamente con la mirada de la profesora.

-Angélica, siéntate en un puesto cerca de mí-luego nos ordenó a nosotras dos-. Siéntense cada una en un puesto a cada extremo del salón.

Comenzó a dictar las preguntas de la evaluación. Nuestro castigo resultó ser la repetición de la evaluación pues esta nueva profesora odiaba llevar a las alumnas a coordinación académica para complicarles la vida con una matrícula condicional.

Acompañamos a Angélica camino a casa ya que no quería irse sola. Ella comenzó a reírse de repente y Leidy y yo creímos que había perdido por fin la cordura.

-Ustedes están locas-afirmó Angélica.

Nosotras la miramos con cara de sorpresa.

- ¿Por qué dices eso?-preguntó Leidy.

-Porque comenzaron a culparse de una trampa que no era de ninguna de ustedes.

-Es cierto-dije-. Pero Leidy, yo no me di cuenta de cuándo recogiste el papel.

- ¿No te diste cuenta?

-Yo tampoco-agregó Angélica.

-Lo recogí porque no quería que la profe te culpara. Pero, ¿por qué te culpaste también?

-No sé. Creo que me sentí culpable.

- ¡Ya!-exclamó Angélica riéndose aún-Esta noche soñaré con la palabra culpa.

Reímos aún más por la expresión del rostro de Angélica.

Pronto llegamos a la casa de Angélica donde nos despedimos de ella y seguimos nuestro camino.

-Leidy-dije cuando ya nos acercábamos a nuestro barrio- ¿Por qué dijiste que te querías morir el día en que te salvé en el río? ¿Qué pasa contigo?

-No puedo decirlo.

- ¿Cómo que no puedes decirlo?

-Porque si lo hago, tú morirás.

Y salió corriendo.

* * * * * * * * * *

Leidy es bastante extraña, pero es una buena amiga y eso dejo huella en Vanessa (también en Angélica, lo veremos más adelante). Pero su secreto debe ser muy grave para no querer contárselo a sus dos únicas amigas. Bueno, Leidy ha tenido un pasado complicado, a pesar de tener una familia que la quiere mucho.



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