CAPÍTULO 36

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El día que yo no disfrutaba como las demás personas había llegado. Después de una noche de fiesta, música a alto volumen, fuegos artificiales, champaña, vino, uvas....en fin, llegó mi cumpleaños. ¿Por qué tenía que cumplir años el primero de enero, cuando los almacenes están cerrados y mi familia duerme hasta las horas de la tarde?

Me había levantado a las once de la mañana arrastrando las pesadas cadenas de la pereza que me ataban a la cama pero no quería regresar a mi habitación porque al cerrar los ojos recordaba que me habían caído catorce años encima.

—Primero de enero —pensé en voz alta—. Sólo a mí se me ocurre nacer un primero de enero.

Me enojé un poco por causa de eso que había pensado así que hice lo mismo de todos los años: le di una patada a una de las ovejas del pesebre. Quería desquitarme con el resto del rebaño y el pastor cuando una personita apareció ante mi puerta y al abrirse la cerradura corrobore de quien se trataba.

— ¡Feliz cumpleaños, Vanessa!—saludó Leidy en coro con Angélica.

Nos sentamos en los muebles de la sala y un contagioso bostezo que pasó de una en una dijo que las tres habíamos permanecido despiertas hasta la madrugada y que aun teníamos sueño. De esas mismas bocas de donde habían escapado los bostezos salieron comentarios de la noche anterior, la fiesta del barrio, los votos y deseos para el año nuevo y la llamada de Raúl a las doce de las noche para desearme felicidades en el nuevo año y en mi cumpleaños. Leidy y Angélica se emocionaron con la llamada y comenzaron a molestarme pero yo lo tomé como una simple llamada para calmarla aunque en el fondo no cabía de la dicha.

Leidy traía una bolsa en sus manos de la cual saco una pequeña caja que me alcanzó.

— ¿Un reloj?—dije sorprendida a Leidy al abrir su regalo.

—Para que no vuelvas a llegar tarde.

— ¡Qué graciosa!—dije—gracias por el regalo.

Angélica también tomó de su bolsa una caja, más grande que la de Leidy, y me la entregó.

— ¡Radioteléfonos! Gracias Angélica.

—Sabía que te gustarían.

En la tarde, cuando todos habían ya despertado, celebramos mi cumpleaños. Podía ser mi quinceañero pero no quise una fiesta con un vestido largo y un vals. Quería algo sencillo y divertido como todos los años.

Todo era color de rosa, como solía decir Leidy, porque nadie ni se imaginaba lo que sucedería dentro de poco. Sentía haber empezado el año con el pie derecho y sentía tener toda la suerte del mundo, pero no era así,

La mañana del 16 de enero me desperté antes de las nueve de la mañana porque había un gran alboroto en casa de Leidy. Al asomarme a la ventana vi al padre de Leidy llevar a su hija menor en brazos, ella iba desmayada. Algo me hizo pensar que el incidente estaba relacionado con sus poderes porque Leidy me había explicado que la razón del desmayo después del partido de ponche se debió a que los había utilizado más allá del límite que pueden soportar su mente y su cuerpo. Pero esta vez parecía ser algo muy grave como para que su padre se la llevara de urgencias a una clínica. Vi a Sandra en la habitación de Leidy y sus ojos azules no me parecieron una buena señal.

Yo estaba muy preocupada así que llamé a Angélica para avisarle lo que había ocurrido.

* * *

— ¿Cómo te sientes, Leidy?—le preguntó Angélica.

—Ya me siento mejor, gracias.

Leidy le dio un mordisco a una de las manzanas que Angélica y yo le regalamos. Se encontraba ya en casa recostada en su cama recuperándose de su recaída. Permanecía con sus ojos de color violeta a pesar de las constantes luchas porque regresaran a su color original, negros como la noche misma. Nos contaba que había tenido una fuerte pesadilla que le hizo despertar gritando, sin ningún control de sus poderes por lo que fue necesaria la intervención de Sandra pero sus poderes y la horrible sensación que le dejó la pesadilla le restaron energía y se desmayó. Estuvo inconsciente por casi media hora por lo que su padre optó por llevarla a la clínica.

—Alguien va a morir—dijo Leidy.

— ¿Qué dijiste?—pregunté desconcertada.

—Lo mismo sucedió con uno de mis tíos—continuó—. Yo tuve una pesadilla y al despertarme ocurrió igual que esta mañana. Lo único que logré recordar aquella ocasión fue a mi tío que se encontraba en mi pesadilla. El murió a la semana siguiente.

— ¿Quién va a morir, Leidy?—preguntó Angélica.

—Aún no lo sé. No recuerdo a nadie en especial en el sueño aunque, por lo general, estos sueños se manifiestan varias veces antes del suceso y cada vez son más claros Lo mismo ocurrió cuando predije el incidente del puente.

Acaricié a Randú quien se encontraba acostado en la cama junto a su ama. Randú se veía muy preocupado y pareciera como si supiese quien iba a morir e intentara decírnoslo.

—Leidy, estás preocupando a tu gato.

Si tan sólo el gato negro pudiera hablar.

EL GATO NEGRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora