CAPÍTULO 35

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Alrededor de las cuatro de la mañana, la paz fue interrumpida por los golpes que alguien daba a la puerta de mi casa. Tocaba intentando no hacer mucho escándalo. Yo sólo daba vueltas en mi cama tratando de dormir. Una voz masculina comenzó a llamar a mi mamá desde afuera. Ella se levantó corriendo, encendiendo luces por el camino, para abrirle la puerta al recién llegado mientras mi hermana corría y gritaba por el segundo piso:

―¡Llegó mi papi! ¡Llegó mi papi!

―Cállate, Sacha―le susurré. Me senté en la cama con los ojos cerrados intentando despertar.

Finalmente bajé las escaleras. Lo miré un poco insegura y medio dormida.

―Hola... Papá.

―Buenos días, Vanessa. ¿Cómo estás? ¿Cómo vas en colegio? ¿Ya pasaste el año?

―Bien, bien. Esta semana tengo las acumulativas y el viernes salgo a vacaciones, si no tengo que recuperar.

―Bueno, no creo que tengas que recuperar―dijo mientras me daba un corto abrazo y un beso en la cabeza.

Levantó a Sacha y la llevó a su habitación. Yo volví a la mía, que estaba a oscuras, y vi a mi vecina espiando por su ventana.

―¡No seas chismosa, Leidy!

Ella gruñó y cerró la ventana. Me metí a la cama a dormir un poco hasta que sonó el despertador. Un rato después, Leidy me esperaba sentada en el bajo muro de mi jardín. Nos saludamos y comenzamos nuestro camino al colegio.

―Vanessa, ¿te puedo preguntar algo?

―¿Es sobre el hombre que llegó esta madrugada?

―Sí. ¿Es tu papá?

Suspiré. Leidy había preguntado sin que yo se lo permitiera. No quería hablar del tema. Pero si ella tuvo la confianza de contarme su secreto, por lo menos debía hacer lo mismo. Ella esperaba impaciente la respuesta.

―Más o menos. Es el papá de Sacha.

Leidy quiso hacer una pregunta más pero se contuvo. Así que continué.

―Mi papá nos abandonó hace muchos años. Mi mamá conoció al papá de Sacha y se enamoró otra vez. Se casaron cuando yo tenía cuatro años. A esa edad era fácil decirle papá pero ahora ya no... Trabaja lejos y viene a fin de año para las fiestas―sonreí―. Pero me trata como a su hija.

―Eres su hija.

―Sí...

Angélica nos esperaba en la esquina de su cuadra. Nos saludó y se actualizó con la conversación.

―Ya veo. ¿A qué hora llegó tu papá?

―Como a las cuatro y media.

―Oye Angélica, ¿tu papá también trabaja lejos?―preguntó Leidy con su característica inocencia.

―Mi papá murió hace muchos años.

―Lo siento. No debí preguntar eso.

―No te preocupes―le contestó Angélica rodeándola con un brazo―. Está bien. Yo era muy pequeña. Además, tú no lo sabías.

―También me siento mal porque siempre me quejo de mi papá con ustedes... Y... Bueno...

No supe qué decirle, sin embargo, Angélica se rió de las palabras de Leidy y la abrazó aún más.

―¡Ay! Leidy, nosotras sabemos muy bien que tu papá es muy sobreprotector contigo y que a veces te vuelve loca. En ningún momento nos hemos sentido mal porque hables de él con nosotras. ¿Verdad, Vanessa?

―Es cierto. Ni que tuviéramos un trauma con los papás algo así.

Llegamos riendo a la puerta del colegio.



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