CAPITULO 3

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Lo prometido es deuda je, je, je, je.

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En el almuerzo, en casa de Leidy, me senté junto a ella y en esta ocasión no estuvo tan nerviosa ni asustada ante mi presencia, en lugar de eso, fue un poco más conversadora y me comentó sobre sus buenas calificaciones, su vida en Bogotá-ciudad donde vivía antes de llegar a Girón-y el colegio al cual entraría a estudiar octavo grado: El Señor de los Milagros.

— ¿Hablas en serio, Leidy?—pregunté sorprendida.

—Sí, ¿por qué?

—Porque yo estudio allí.

Nadie en la mesa lo podía creer. Tenían la boca tan abierta que podría decirse que se les había desencajado la mandíbula. Sin embargo, Leidy no estaba sorprendida sino feliz. Una sonrisa junto con un brillo en sus ojos me hizo pensar que Leidy ya lo sabía de alguna manera.

—Eso quiere decir—comenzó el padre de Leidy—que yo seré tu profesor de Biología.

¡Vaya sorpresa! El padre de Leidy había sido trasladado, junto con su familia, a Girón para trabajar como profesor de Biología en mi colegio y Leidy sería mi compañera de clases. Era algo que no podía creer pues parecía demasiada coincidencia que mi nueva vecina fuera también mi nueva compañera de clases. Comía mi almuerzo sin dejar a un lado el asombro de lo ocurrido.

Al terminar el almuerzo, Leidy me invitó a conocer su habitación, su santuario blanco por ser éste el color de las paredes, las cortinas, la cama sencilla de metal, el armario de doble puerta, las mesitas a cada lado de la cama, el estante de los libros y el escritorio de tres cajones. Su habitación no parecía la de un hospital, en realidad tenía apariencia espectral pues las cortinas parecían ánimas bailando con el viento en una habitación donde no hay nada, porque parecía que no hubiera nada. Cada objeto de color había sido escondido y solos las sombras definían la ubicación de los muebles.

Mi atención se dirigió hacia unos de estos muebles, el escritorio, y sobre éste la baraja que tanto había visto ser objeto de juego de esta extraña chica que planchaba las arrugas de la sábana con la mano. Tomé los naipes y vi en el primero una estrella, en el segundo vi un cuadrado y en el tercero vi un círculo.

— ¿Qué es esto?—le pregunté mientras miraba por encima el resto de la baraja.

Los ojos de Leidy se abrieron cuanto pudieron y, arrebatándome los naipes, los guardó en un cajón. Lucía un poco atemorizada por lo que busqué en el entorno blanco un motivo para entablar una conversación y lo encontré en el estante de los libros.

— ¡Qué lindo conejo!—dije mientras me acercaba al conejo de peluche.

Leidy volteó a verme, más tranquila. Se acercó a mí lentamente con la seguridad de estar en su territorio, en su santuario, tomó un peluche que obviamente no noté sobre la cama por su color.

—Estos dos peluches me los regaló mi abuela unos meses antes de morir—dijo.

Esa noche no podía dormir porque cada vez que cerraba los ojos veía las figuras de esos naipes en el telón de mi mente. Las luces de la habitación de Leidy entraban por mi ventana, la vi jugar con la baraja junto con Sandra, esa misma baraja que la atemorizó solo porque yo la vi. ¿Qué es esa baraja? ¿Por qué el miedo la invadió solo porque yo tenía esos naipes en mi mano? Todos mis interrogantes me robaron el sueño.

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Bueno, publicaré dos capítulos por semana, los miércoles y los sábados, ya que también la estoy subiendo a mi blog dondenacenlasquimera.blogspot.com (aunque en el blog la subo los sábados sólamente). Espero que estén disfrutando la lectura y también los invitó a leer mi otra obra "Sangre". Es un poco más madura pero sé que les va a encantar 

https://www.wattpad.com/story/52355594-sangre

¡Nos vemos luego!

EL GATO NEGRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora