CAPITULO 30

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Negarme a contar a Angélica el secreto de Leidy no era nada fácil y más porque en nuestra amistad no existen los secretos. Nos conocemos desde hace tanto tiempo que las palabras sobran a la hora de transmitir algún pensamiento, sentimiento o estado de ánimo. Aunque no dejamos de darnos sorpresas.

Angélica me había llamado la noche anterior para decirme que llegaría al día siguiente en la tarde así que pasé toda la noche preparándome para su llegada y por tal motivo me había despertado tarde y mi hermana ya se había marchado con Leidy. Allí en el parque de juegos del barrio, mientras hablábamos de lo que significa tener una hermana mayor o menor, recibimos la llegada sorpresa de Angélica, quien estaba ligeramente bronceada.

— ¡Hola!—nos saludó—. Creí que saldríamos en el vuelo de la tarde pero mi mamá decidió que viajáramos en el de la mañana.

Angélica nos trajo de San Andrés conchas de caracol las cuales repartió en partes iguales y guardo unas para Carolina. También nos regaló caramelos de café y una pulsera a cada una, incluso para Sacha, de un material al que ella llamó piedra picada. Nos contó sus aventuras en San Andrés y Santa Marta, cuánto nadó, el hotel donde se hospedaron y un alimento desconocido para ella que le produjo dolor de estómago el primer día pero logró mejorarse para disfrutar de los cinco días de playa de los que disponía en el paquete turístico.

— ¿Y qué hicieron ustedes?—nos preguntó Angélica.

—Nada—respondí.

—Vanessa se la pasa durmiendo—dijo mi hermana.

— ¿Y tú qué hiciste, Leidy?

—De todo un poco, como venir hoy al parque con Sacha y Vanessa.

—Y bañar a Randú—agregó Sacha.

Dos días antes nos dedicamos a bañar a Randú porque ese gato negro se había revolcado en la arena de una construcción cercana. El pelaje de Randú es muy denso y largo por lo que hay que mantenerlo limpio. Angélica comenzó a reírse de sólo imaginarse la situación y más cuando le mencioné que le aplicamos champú especial para gatos y que luego del baño, comenzó a correr para ocultarse en mi casa. Por supuesto, a Randú no le gusta tomar esa clase de baños pero gracias a los poderes de Leidy, pudimos realizar esta labor sin salir rasguñadas.

—Mi hermana me está llamando—interrumpió Leidy la conversación.

—Tienes buen oído porque yo no escuché nada—dijo Angélica.

—Tiene oído... ¿cómo se dice?—me preguntó Sacha.

—Oído biónico—contesté.

—No tengo oído biónico, me comunicó con mi hermana telepáticamente—luego comenzó a reír como si fuera una broma.

Leidy detuvo el columpio de Sacha, pues había vuelto a mecerla mientras hablábamos del baño de Randú. Se despidió de nosotras y comenzó a bajar la calle hasta su casa. Sacha se fue tras ella como tiene por costumbre.

Yo sabía que Leidy no bromeaba, sólo mencionaba su increíble verdad y en realidad me sorprendió que esta vez la dijera.

—Vanessa, ¿cómo te ha ido con Leidy?—me preguntó Angélica al sentarse en el columpio que ocupó Sacha.

—Bien. Me di cuenta en estos días que Leidy no es bruja, ni extraterrestre, tampoco tiene un pacto con el Diablo y mucho menos es dueña y señora de la realidad.

Angélica abrió muy grande los ojos como si alguien la hubiera golpeado en la nuca y me miró como si yo hubiese cumplido una gran hazaña. Ninguna de las dos se mecía en los columpios, sólo nos movíamos un poco y así podíamos conservar el contacto visual que en muchas ocasiones reemplaza a las palabras o reafirma algunas respuestas.

— ¿Cómo lo supiste?—me preguntó.

—Yo me encargué de investigarlo.

—Y a todo esto, ¿qué es ella?

—Te pido por favor, Angélica, que la promesa que le hice a Leidy de no contar a nadie su secreto no arruine nuestra amistad de tantos años— no sé de dónde saqué palabras tan bonitas.

La comprensión de Angélica es muy grande y no me reclamó por lo que estábamos haciendo pues vio en mi rostro la importancia de no faltarle a la promesa hecha a Leidy de ocultar su secreto. Me alegré porque nuestra amistad de muchos años no se vio afectada, al contrario fuero los muchos años de amistad lo que nos ayudó a no darle mucha trascendencia al asunto.


EL GATO NEGRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora