CAPITULO 26

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Raúl se levantó de la banca en la que siempre nos sentábamos a conversar y miró al cielo como si buscara algo, como un ovni.

—Está claro, Vanessa. Ella no te afirmaría que es extraterrestre. Dime, si tú fueras de otro planeta, ¿se lo dirías a alguien?

—Tienes razón. Por supuesto que yo no se lo diría a nadie.

—Tampoco le dirías a nadie que tienes un pacto con el mismo Diablo—dijo Lucho.

Raúl lo miró como si hubiese hecho un comentario fuera de lugar. Yo, sin embargo, seguía creyendo que Leidy nada tenía que ver con lo que tanto debatían Luis y Raúl.

— ¿Por qué me miras así? Recuerda que yo estoy en este grupo con esta idea.

—Y por qué no formas un grupo aparte, Lucho—le dijo en forma odiosa Raúl.

—No empiecen de nuevo con sus peleas—les dije—. Pero tengo que decirles algo que sucedió ayer.

Les conté lo acaecido durante y después del partido de ponche y los comentarios sobre la intervención divina o diabólica.

—Pudo haber sido que Dios las ayudó a ganar—dijo Lucho— y al sentir la presencia de Dios, Leidy se desmayó por tener vínculos con el Diablo. ¿Qué opinan ustedes?

—Te apoyo, Lucho—le contestó Raúl.

— ¿Qué te pasa? ¿Desde cuándo me apoyas?

—Desde el día en que Vanessa nos contó lo que pasó cuando le enseñaba a Leidy a nadar. Estaba pensando...

— ¿Tú piensas, Raúl?—le interrumpió Lucho.

—Por supuesto que sí y no me interrumpas. Como estaba diciendo hasta que me interrumpiste, estaba pensando que pudo ser el Diablo quien les ayudó a ganar el partido y luego intentó poseer a Leidy y tal vez fue por eso que se desmayó.

—Podría ser—dijo Lucho.

—Tienen mucha imaginación—les dije.

Comencé a arrepentirme de haberles contado la historia de Leidy. Esto ya se había salido de control y no sabía si Luis y Raúl se tomaban el caso en serio o sólo lo hacían por variar el eterno tiempo libre del que disponíamos.

—Yo me voy ya—me levanté de la banca—, tengo que cuidar a mi hermana, se lo prometí a mi mamá. Chao.

—Chao—contestaron en coro.

— ¡No traumatices a tu hermana!—gritó Raúl y los dos comenzaron a reír.

— ¡Vanessa! Averíguame en tu colegio qué es un péndulo y para qué sirve— me pidió Luis.

— ¡Listo!—luego murmuré—: me lo imaginé, no investigó nada.

Llegué a mi casa y encontré de pie en la entrada de la de ella a Leidy.

—Vanessa, el día que estuviste explicándome Álgebra, ¿no viste unos naipes y un péndulo?

—No. Por cierto, ¿qué es un péndulo?

—No lo sé con exactitud. Mi abuelo se lo encontró y me lo regaló.

—No, lo siento.

* * *

Al día siguiente, después de clases, Leidy subió a la biblioteca, en cuanto a mí, me quedé en las canchas pensando en lo que les diría a Raúl y Lucho esa tarde. Tal vez les diría que estaba muy ocupada y que no podría acompañarlos, era una buena excusa. Ya le había preguntado a Carolina qué era un péndulo y para qué servía. En ese momento ella venía con Angélica. Habían quedado en conseguirme la respuesta.

—Vanessa, ya te investigamos todo sobre el péndulo—dijo Carolina—. A parte de que encontramos en los libros de física, descubrimos que es un objeto utilizado en la adivinación.

— ¿Lo usan las brujas?

—Yo no creo en brujas, pero de que las hay, las hay—bromeó Carolina—. Me refiero a la adivinación con el Tarot y cosas por el estilo.

—Y les cambian los ojos de color—agregó Angélica.

Angélica le había contado a Carolina el acontecimiento en el río. ¡Qué bien! Ya había cinco personas en el debate de "¿Qué es Leidy?"

—Mira, Vanessa, te queremos decir que Leidy es bruja—afirmó Carolina muy segura de lo que decía—. ¿Dónde está?

— ¿Leidy? En la biblioteca.

—Vamos, Vanessa—Angélica me tomó del brazo y me llevó.

Fuimos a la biblioteca para espiarla. Perdimos nuestro tiempo porque Leidy nunca hizo algo extraño. De todas formas no podía hacer nada porque la bibliotecaria estaba allí, caminando de un lado a otro haciendo sonar sus tacones contra el suelo.

Ese mismo día regresé el péndulo y los naipes extraños al cajón de Leidy.

Pero una semilla se sembró en mi mente. La idea de ser Leidy una bruja me pareció más atractiva que las anteriores pero aún seguía pensando que Leidy era algo más que los pensamientos de mis amigos.


EL GATO NEGRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora