CAPITULO 8

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Villa de los Caballeros San Juan de Girón o, simplemente, Girón, es un municipio al oeste de Bucaramanga, capital de Santander. Una tierra ardiente refrescada por dos ríos: Río de Oro y Río Frío.

El Río de Oro es también llamado Río Girón debido a que pasa junto a la zona colonial-que llamamos el pueblo- del municipio, declarada Monumento Nacional donde se resalta la Basílica Menor San Juan Bautista que está en el centro del pueblo frente al parque principal.

Las calles empedradas, pisadas por caballos, campesinos y caballeros en otros tiempos, conducen por entre casas de fachada blanca cubierta del amarillo de la arena que aún no sé de dónde viene. Sus puertas y ventanas en madera y techos de barro sostenidos por fuertes vigas narran historias que nadie escucha, que nadie conoce.

Sobre el Río de Oro pasa un puente colgante de madera muy viejo. A pesar de los muchos arreglos hechos en los últimos años para hacerlo resistente (para lo cual se agregó hierro a su estructura) no pudo evitar la catástrofe de aquel día.

Junto al Río de Oro, en el malecón, se llevaría a cabo un espectáculo con el humorista José Ordóñez ese fin de semana con motivo de la celebración del cumpleaños número quién-sabe de Girón. Por nada del mundo pensaba perdérmelo y pensé que Leidy también querría ir, por tal motivo la abordé a la salida de clases.

-Te invito a un espectáculo con José Ordóñez mañana en la noche-le dije a Leidy al alcanzarla en la puerta del salón.

- ¿Hablas en serio?

-Por supuesto. También invité a Angélica.

-Es en el malecón, ¿o me equivoco?

-No te equivocas, es en el malecón. Además tengo lugares reservados en el puente colgante.

-No me agrada ese puente, no se ve muy seguro. Es muy viejo. Mi bisabuela lo recorría cuando tenía mi edad.

-Vamos, a ese puente le han hecho muchos arreglos. No va a pasar nada.

-Sí va a pasar algo: ese puente se va a romper.

-No digas eso. Eres muy pesimista-la miré a los ojos pero sabía que era inútil-. Cambiando de tema, aún no me has dicho qué sucede en tu familia.

-Ya te dije que algún día te lo contaré y ese día no es hoy.

* * *

Cuando el tiempo señaló la noche del espectáculo, Angélica, Leidy y yo estuvimos allí en el malecón una hora antes. El puente se veía muy robusto, dispuesto a resistir la cantidad de personas que allí había y miré entonces a Leidy antes de subir pero en sus labios se posó el silencio acompañado de una sonrisa.

- ¿No trajiste los lentes de contacto?-le pregunté.

-No. No creo que los vaya a necesitar. ¿Sabes? Me gustaría nadar en este río pero no sé nadar.

Convencer a Leidy de subir al puente fue toda una odisea. Cuando subimos las tres, ella estaba muy nerviosa, se frotaba continuamente los ojos y yo podía sentir como apretaba fuertemente mi mano. Quise reconfortarla pero sabía que cualquier cosa que le dijera sería en vano.

El espectáculo comenzó. Mientras la gente se retorcía de la risa, Leidy seguía nerviosa y temblaba. Comenzó a temblar más y más y noté que estaba del color de la luna.

-Vámonos de aquí, por favor-nos dijo.

- ¿Qué te sucede Leidy? Estás muy pálida-le dijo Angélica.

-Este puente se va a romper.

El fuerte sonido del metal que se queja al comenzar a quebrarse en dos estremeció a los espectadores y los ojos de Leidy brillaron para tornarse violeta.

- ¡Sujétense todos! ¡El puente se va a romper!-gritó y la gente volteó a mirarla incluyendo a José Ordóñez.

El metal se quejó de nuevo a medida que se quebraba, esto hizo que todos obedeciéramos a Leidy y nos sujetáramos de los pasamos del puente. Finalmente retumbó el grito de lamento de un puente que se rompe al no poder aguantar más, quedando unido de uno de los pasamanos. Se rompió del lado que miraba al malecón, donde nosotras estábamos ubicadas.

- ¡Rayos! Este no era-dijo Leidy quien se encontraba bajo mis pies. La miré, ella intentaba subir hasta mi lugar. Me acomodé para alcanzarle mi mano, Leidy levantó la mirada y en sus ojos reinaba el color violeta aún. Cuando me disponía a alcanzarla con mi mano, me sonrió-. Es demasiado tarde, Vanessa, no se puede evitar.

La tabla de la cual estaba sujeta se quebró y cayó al agua. Recordé que ella no sabía nadar así que me solté y caí al agua dispuesta a salvarla. Agradecí al cielo que soy campeona de natación pero al mismo tiempo me sentí preocupada por causa de mi sinusitis.

En esos días había llovido y las aguas estaban muy turbulentas. Busqué a Leidy hallándola aferrada a una roca. Nadé hacia ella y me abrazó fuertemente. Comencé a nadar hacia la orilla. Era muy difícil nadar en esas aguas revueltas. Había demasiadas personas en el río y me sentía como un náufrago cuando su barco ha sido hundido por la tormenta y lucha contra la furia de las aguas para salvar su vida.

-No nades hacia allá, Vanessa. Nada hacia donde están las personas-me pidió Leidy.

- ¿Hacia allá?

Al principio me negué porque tendría que nadar contra la corriente y la parte de la orilla que me indicaba era muy alta y sería muy difícil subir. Pero después de lo sucedido, obedecí a Leidy. Las personas que estaban allí nos ayudaron a subir. Cuando estábamos en tierra firme se escuchó un fuerte sonido, el último quejido del puente, luego cayó una enorme parte de la estructura de hierro del lado de la orilla al que yo quería llegar.

El espectáculo fue cancelado. No hubo muertos pero sí muchos heridos. Busqué desesperadamente en camillas y en ambulancias a Angélica, estaba muy preocupada por ella.

- ¿A quién buscas?-dijo una voz a mi espalda que jamás he confundido.

- ¡Angélica!-grité al darme la vuelta para abrazarla.

Angélica estaba con Leidy. No le había sucedido nada, lo supe porque no estaba mojada eso me hizo pensar que no había caído al agua. La mamá de Angélica llegó para llevársela a casa. Yo me fui con Leidy, las dos estábamos completamente empapadas y el frío hacía que tiritaran los dientes y temblaran los labios.

-Leidy, ¿cómo sabías que el puente se rompería?

No hubo respuesta. Tampoco se la pedí.

A la entrada del barrio, Leidy se detuvo, me tomó por los hombros y me miró directamente a los ojos. El color de los suyos ya no me asustaba pero sí lo que reflejaban.

-Vanessa, tengo miedo. Temo que el mundo se entere de mi secreto.

- ¿Te refieres a lo que no me quieres contar?

-Sí-comenzó a llorar-. La razón por la cual no te lo he contado es porque se trata de algo muy extraño. ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? ¿Por qué?-se apartó de mí-Soy la única a quien le pasa esto, lo sé. Me quiero morir.

-No digas eso.

-Sí, me quiero morir. Debería morirme esta misma noche.

Ella dio media vuelta y se marchó. Me quedé allí, perpleja. No entendía lo que sucedía.

Algo extraño recorrió mi cuerpo y se reunió en mis ojos produciéndome un extraño ardor. Ardor que no era llanto.

* * * * * * * * *

Definitivamente Leidy es todo un misterio. Espero que hayan disfrutado del capítulo. Sientánse libres de comentar y dejar su voto (la estrellita no pica).
Nos leemos el miércoles. Feliz fin de semana!

EL GATO NEGRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora