En el contrato del padre de Leidy se especificaba que debía dictar clases de Biología a las alumnas de octavo grado, en la jornada de la mañana, y a las alumnas de quinto, en la jornada de la tarde. Disponía de un espacio de once treinta a doce treinta para ir a su casa a almorzar y regresar.
Las clases de la mañana terminaban a las doce treinta por lo que al salir, Leidy y yo nos tropezábamos con el profesor de Biología en la entrada del colegio cuando regresaba. El colegio El Señor de los Milagros queda a veinte minutos de mi casa a pie así que le resultaba fácil al padre de Leidy ir a almorzar y regresar sin necesidad de utilizar el auto que pasaba días en el parqueadero del barrio sin ver a su dueño.
En abril de ese mismo año venció el contrato del padre de Leidy y sería trasladado a otro colegio. Recuerdo que estuve cerca de desmayarme con tal noticia, en clase de Educación Física, pero lo siguiente que me dijo Leidy me tranquilizó.
-Tranquila, Vanessa. A mi papá lo van a trasladar al colegio San Juan de Girón.
- ¿Estás hablando en serio? El colegio San Juan de Girón queda aquí mismo en Girón. Por algo el nombre.
-Sí, es cierto-me contestó-pero lamento arruinar tu felicidad.
- ¿Por qué?-no entendía a Leidy. De todas formas no la entendía en esa época.
El profesor de educación física di la orden con un silbatazo para que nuestro grupo corriera a través de las dos canchas de basketball, ida y vuelta.
-Bueno-Leidy trataba de recuperar el aliento-, sucede que mi papá quiere que vaya a estudiar a ese colegio.
-Pero por qué. Si ese colegio no queda lejos de aquí. Es más, ese colegio queda a cinco minutos de éste. Por cinco minutos no se van a morir ni tú ni tu papá.
-Pues, si supieras qué pasa en mi familia me entenderías-meditó un instante-. Mi papá me dejará en este colegio.
- ¿Cómo lo sabes? ¿Qué es lo que sucede en tu familia?
-Algún día te lo contaré.
Leidy salió corriendo a la orden de profesor.
Mi curiosidad creció y me invadió. Corría tras Leidy como para alcanzarla y matar ese demonio de la curiosidad que devoraba mi mente. Pasé a su lado, la superé y de vuelta la vi de frente, su rostro cubierto de sudor, enrojecido y fatigado. Al llegar a la meta me preocupó más su dificultad para recuperar el aliento que su secreto el cual olvidé en ese momento.
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EL GATO NEGRO
ParanormalEra un día como cualquier otro: las vacaciones de enero, jugar con los amigos en la calle... Para Vanessa todo era normal. Hasta que vio doblar la esquina a un auto y un camión de mudanzas. Del auto se bajó una familia entre ellos, una niña de su mi...