CAPITULO 27

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A mediados de junio llegarían las vacaciones que partían el año escolar en dos. En esas vacaciones todas mis dudas serían aclaradas y mi amistad con Leidy sería mucho más fuerte que nunca.

Ninguna de las tres, Leidy, Angélica y yo, teníamos planes para las vacaciones, así que desde los primeros días comenzamos a andar juntas por Girón.

—Vanessa, ¿qué tal si vamos a piscina mañana?—sugirió Leidy.

Caminábamos en dirección al malecón para entrar al parque "El Gallineral" donde nos sentamos las dos en la misma banca.

—Yo no puedo nadar—dije sin mirarla.

—Pero, ¿por qué?—preguntó Leidy—Si fuiste tú quien me enseñó a nadar.

Yo recorría con la mirada el enorme parque donde abundan las parejas y los niños en bicicleta.

— ¿Nunca te preguntaste por qué no te enseñé a nadar estando yo dentro de la piscina?

—Bueno, sí. Ese día te iba a preguntar el por qué pero con todo lo que sucedió no pude. Y, ¿por qué no puedes?

—Porque sufro de sinusitis.

Mi respuesta la dejó sorprendida, pensativa. Volvió en sí al ver a Angélica que venía hacia nosotras. Habíamos convenido en vernos las tres todos los días en ese parque y justo ese día Angélica quería decirnos algo no precisamente bueno, al menos para mí

—Me voy estas vacaciones a Santa Marta—nos dijo intentando disimular su alegría—. De ahí iremos hacia San Andrés.

—¿Qué?—pregunté desconcertada.

—Que me voy de vacaciones a Santa Marta.

Angélica se sentó a mi lado, se acomodó su blusa roja y comenzó a describirle el tour a Leidy que la bombardeaba con preguntas sobre viajes a la costa.

—No puede ser, Angélica—le reclamé—. Habíamos quedado las tres en pasar las vacaciones juntas.

—Lo siento, fue idea de mi madre. Ella dijo que nos llevaría a mi hermano y a mí a Santa Marta para descansar de este lugar y pasar tiempo de calidad con ella. Recuerda que su trabajo no le deja mucho tiempo para nosotros. Además, quiere aprovechar que mi hermano y yo cumplimos años este mes para celebrarlos en familia.

Me pareció algo injusto. Yo quería que estuviésemos las tres juntas para conocer mejor a Leidy y que ella nos conociera mejor a nosotras. Me habría gustado ser poseedora de un poder para detener el tiempo o regresarlo y hacer cambiar de opinión a la madre de Angélica.

—Angélica, ¿cuándo te vas?—le preguntó Leidy.

—En cuatro días.

—¡Pues vete!—le grité y me fui. Sentía deseos de llorar.

—¿Quieres ir mañana a nadar conmigo, Angélica?—alcancé a escuchar de la boca de Leidy.

— ¡Claro que sí! ¿A qué hora nos vemos mañana?

No escuché más, estaba muy lejos para hacerlo. Caminé tan rápido como pude y soporté los deseos de llorar. Llegué a mi casa y me encerré en mi habitación hasta que saqué de mi interior todas las sensaciones negativas.

Sabía que me estaba comportando como una niña pequeña para mis catorce años. Angélica ya estaba acostumbrada a mis berrinches así que me ignoró y pidió a Leidy que hiciese lo mismo. Pero Leidy no tenía tanta paciencia y me reprochaba el que actuara así.

Creo que fue ella quien me hizo madurar.

* * *

Me reconcilié con Angélica y fui a acompañarla, junto con Leidy, al aeropuerto "Palonegro". A Leidy le causó gracia este nombre.

Nos sentamos en la sala de espera y el hermano mayor de Angélica, Alex, me molestaba el cabello y hacía muecas al mirarme. Luego decidió sentarse junto a Leidy a platicar con ella porque era la primera vez que la veía aunque Angélica ya le había comentado sobre ella.

Subimos al mirador para ver los aviones en la pista de aterrizaje y despegue a donde vimos llegar una pequeña avioneta.

Pero a mi mente la invadieron terribles ideas: que el avión podría sufrir un accidente, un desperfecto, y mi amiga Angélica no regresara más a nosotros. Tomé del brazo a Leidy y la llevé aparte para hablar con ella.

—Me preocupa que le pase algo malo a Angélica—le comenté.

Aún pensaba que Leidy podría ser bruja porque sus predicciones nunca fallaban y sabía que ella podría aclarar mis dudas.

–No te preocupes, Vanessa, ella regresará sana y salva.

Eso me tranquilizó. Angélica abordó el avión, éste despegó sin ningún problema aparente y se fue llevando a mi amiga rumbo a Santa Marta.

Esa noche me dormí de alguna manera a pesar de mi preocupación por Angélica pues aún no me había llamado. Tal vez mi preocupación no era tan grande gracias a Leidy.

Me encontraba profundamente dormida cuando escuché que se abrió la ventana de mi habitación. Rápidamente me levanté y corrí para ver qué la había abierto, pues yo la había cerrado con seguro a causa del frío nocturno antes de irme a dormir. Vi cómo se apagaba la luz en la habitación de Leidy en ese momento, las dos de la madrugada. Retrocedí y pisé una hoja de papel, pequeña, doblada perfectamente. Encendí, entonces, la luz para leer el mensaje y reconocí la letra pequeña y sencilla de Leidy.


                                      Vanessa:

Hoy sabrás quien soy. Quiero verte en el parque 

a las tres de la tarde. No faltes.

                                                                                                               Leidy.


— ¡Vanessa, apaga la luz!—gritó mi hermana. Yo estaba anonadada.

— ¡Vanessa, apaga la luz!—esta vez era mi madre a quien obedecí.


* * * * * * * * * * * * * * * * 

¡Por fin! Estamos a un capítulo de conocer el secreto de Leidy. Y tú, ¿cuál crees que sea? Te invito a compartir tu respuesta en los comentarios. 

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