Esa noche, por más que lo intentaba, no conciliaba el sueño así que me dediqué a contar, en lugar de ovejitas como todos, las cosas extrañas que hasta ese día habían sucedido alrededor de mi nueva compañera de clases, Leidy.
Las primeras tres sucedieron el día que ella y su familia llegaron a Girón y a nuestras vidas, cuando sus ojos se tornaron violeta—y sabía que no era mi imaginación que jugaba conmigo—y cuando estuvo jugando con su hermana con esos extraños naipes en la sala y en la habitación. El cuarto ocurrió cuando descubrí los naipes sobre el escritorio de su alcoba. El quinto, cuando predijo que quedaríamos en el mismo salón.
El sexto fue el de ese mismo día en que me había dedicado a contar sucesos extraños en lugar de ovejas. Por un momento me pareció que se trataba del primer suceso extraño porque no había nadie cerca del timbre cuando éste señaló la hora de entrar a clases. Tantos años en ese colegio me enseñaron que al salir la coordinadora de su oficina para plantarse cual poste de luz en la entrada de la sala de profesores, mirando continuamente su reloj, la hora de descanso estaría por terminar.
Leidy se convertía en un acertijo para mí. Un acertijo que debía y quería resolver.
Hacía horas Leidy había apagado las luces de su habitación y un reloj de campanadas anunció la una de la madrugada. Cerré los ojos pero se abrían solos a la falta de sueño así que me senté en la cama, sin quitarme la cobija ni bajar los pies al suelo, para mirar por la ventana hacia la habitación en penumbra de mi extraña vecina. A cuatro metros de mi ventana se hallaba una casa donde se albergaba una familia misteriosa y en mi cama se encontraba una niña invadida por la curiosidad y con ganas de ver de cerca el color violeta de los ojos de Leidy para comprobarse a sí misma que su imaginación no jugaba con ella.
Me recosté de nuevo en la cama para hacer sombras en la pared con las manos aprovechado la luz del alumbrado público. Pero mis manos me sirvieron de apoyo para sentarme en la cama al escuchar un grito seguido de un sollozo que provenía de la habitación de Leidy, donde las luces se encendieron y la voz de Sandra preguntaba "¿Qué pasa? ¿Estás bien?" Pero no pude oír su respuesta.
Quería saber qué ocurría. Las luces estuvieron encendidas por quince minutos durante los cuales se escuchaba solo el murmullo de las voces de Leidy y su familia. Luego, la penumbra regresó a la habitación.
El silencio reinaba de nuevo en la noche interrumpido algunas veces por un grillo o el silbato del vigilante.
Volví a recostarme y sentía mi cabeza activa aún. Pensaba que Leidy había tenido una pesadilla pero debió haber sido muy horrible para gritar de tal modo. ¿Qué habrá soñado?
No sé cómo me dormí.
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¡Hola lectoras y lectores!
¿Cómo han estado? ¿Bien? Espero que hayan disfrutado del capítulo. Siéntanse libres de votar y comentar cómo les ha parecido.
Les deseo un feliz fin de semana.
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EL GATO NEGRO
ParanormalEra un día como cualquier otro: las vacaciones de enero, jugar con los amigos en la calle... Para Vanessa todo era normal. Hasta que vio doblar la esquina a un auto y un camión de mudanzas. Del auto se bajó una familia entre ellos, una niña de su mi...