El frío comenzó a invadirme. El aire de la ventana comenzó a alborotar mi cabello, y a restregarse sobre mi rostro. Desperté, para así darme cuenta de aquella ventana permitía que el viento llegara hacia mí.
-¿No te das cuenta de cómo nuestra hija sufre por nuestra culpa?-mi madre susurró. Me puse de pie, y caminé hacia aquella ventana que ansiosa me esperaba.
-¿Por nuestra culpa? Ella es la culpable de todo.
-¡No digas estupideces!
-Sólo digo la verdad-exclamó mi padre.
Me senté sobre el respaldo de aquella amplia ventana. Escuché como un rayo penetraba en los afueras de mi hogar, y cómo una fuerte luz invadía mi habitación.
-¿Crees que ella está feliz?-Exclamó mi madre.
-¿Crees que yo soy feliz?
-No-susurré hacia mis adentros, aunque mis palabras y acciones fueran inútiles.
La lluvia comenzó a mojar mi rostro, mientras mis ojos lentamente se cerraban ante el tacto de ésta.
-¿No te preocupa saber con quién se está metiendo tu hija?-exclamó mi padre con el tono de voz altamente elevado.
-¿No te preocupa el trauma que puedes dejarle?-mi madre le exclamó.
-¡No seas ridícula!
Podía sentir como cada palabra resonaba dentro de mis oídos, y como cada una hería cada parte de mi corazón.
-¿Ridícula? ¡Qué poco hombre eres!
-¿Qué se supone que deba hacer? ¿Golpearte?
No sé cómo fue que logré abrir la ventana. Suspiré, y subí al marco de ésta. Con delicadeza me dejé caer, y salté hacia el suelo. Eran tan sólo unos cuantos metros.
El césped húmedo chocó contra mis brazos, de tal manera en la cual mi cara saliera ilesa.
Con las pocas fuerzas que poseía, el cabello y ropa húmeda, mis lágrimas hechas un mar, y mis esperanzas por los suelos, corrí. Corrí hacia la salida de mis problemas.
Salté la barda de mi casa, me detuve un segundo, y pude escuchar como los gritos que iban dirigidos hacia mi madre, se escuchaban hasta las afueras de mi hogar.
Las personas se detenían, suspiraban, y después continuaban. Otras cuantas miraban mi casa con tristeza, otras cuantas simplemente la evitaban.
Comencé a correr por la calle, mientras sin querer aparataba la vista de las personas que despreocupadas cruzaban por la calle.
Las gotas de lluvia inundaban mi ser, al igual que lo hacían mis lágrimas, las cuáles confundidas, seguían su recorrido.
Seguí corriendo, corriendo, y corriendo. Nada importaba entonces, sabía perfectamente a dónde me estaba dirigiendo.
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Lighters (Niall Horan).
FanficEsta novela NO es mía. Derechos reservados a Cassandra Bravo.