En el momento en que mis palabras abandonaban mis labios, él recuperó su postura. Se aferró a los barandales de su cama; un brillo especial iluminaba sus ojos.
-¿_______? ¡Cosita!-Sus piernas de nuevo corrían hacia los estúpidos barrotes que alguna vez dudaron en separarnos. Era ridículo pensar que eso nos fuese a separar.
Sus manos se posaron encima de las mías, rodeando por completo aquellos tubos de metal que se habían convertido en enemigos de ahora en adelante.
-Cariño…-susurré.
-No quiero estar aquí. Quiero estar allí, contigo.
-Estoy aquí.
-Pero yo quiero estar entre tus brazos-susurró.
-¿Cómo es que has quedado allí dentro?
-Eso no es importante.
-Mi pequeño elfo-susurré mientras deslizaba mi mano por debajo de la suya, logrando zafarme de ella. Atravesé uno de los tubos de metal, y posé mi mano sobre su rostro.
Él se estremeció tal y como un gatito lo hace en el momento en que su dueño le acaricia. Entrecerró sus ojos, dejándome en claro que ahora se encontraban húmedos.
-Te amo.
-Ahora lo sé-susurré.
-Lo haría todo por ti.
-Yo también te amo.
-No tanto como yo.
-Créeme-enredé mis dedos en su cabello con delicadeza-lo hago.
-Tengo miedo, _____.
Echó su cabeza hacia adelante, y tan sólo se acostumbró lentamente a mis caricias. Sus manos comenzaron a ser más delicadas.
-Yo también-susurré.
-Tengo miedo de lo que ese estúpido pueda hacer.
-No lo voy a permitir.
-Ni yo.
-Niall.
Él elevó su vista hacia la mía, ocasionando que un profundo mar, mejor dicho, sus ojos, ahogaran a los míos.
-Gracias por cumplir tu promesa.
-Una promesa es una promesa-sonrió mientras elevaba el meñique de su puño. Alzó una ceja, y en una hermosa sonrisa aguardó del mío. E
Entrelazamos nuestros meñiques al mismo tiempo que nuestros labios se curveaban automáticamente.
-Te quiero.
-¡Creí que me amabas!-Niall exclamó dramáticamente.
-Calla, tonto. También te amo-dije en una carcajada.
-Y yo a ti.
Posó su frente sobre el frío metal, y alzó sus labios. Parecía un pequeño pescadito atascado en una pecera. No pude evitar soltar una carcajada al mirarle así.
-¿Se te entumieron los labios?-Dije sarcásticamente.
-¿Me ayudas?
Posé mis manos por encima de las suyas, apretando sus puños contra los tubos de metal. Ambos comenzamos a reír antes de estar a punto de lograr nuestro cometido.
-Nada, ni siquiera esto va a impedir que estemos juntos-susurré sobre sus labios.
Él se animó a dar el primer paso. Posó sus frágiles y dañados labios sobre los míos, ocasionando que un millón de corrientes eléctricas me recorrieran de pies a cabeza.
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Lighters (Niall Horan).
Hayran KurguEsta novela NO es mía. Derechos reservados a Cassandra Bravo.