Prefacio.

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El reloj marcaba las 10:05 a.m. y Caroline caminaba decidida por los pasillos de la preparatoria Claymont, recordando cada paso de su plan arduamente elaborado. Su cabello caía alrededor de su rostro; el balance perfecto entre arreglado y desordenado, sus largas piernas descubiertas y al ojo de todos los estudiantes por primera vez en un tiempo daban pasoso elegantes y seguros; su cuerpo, nada extravagante o exagerado, con todo en su justo lugar en una proporción decente, estaba cubierto por un delicado vestido color rojo que había tomado prestado de su mejor amiga.

En su caminar desprendía un dulce aroma a perfume, el cual era de su madre, sus labios resaltaban por el brillo labial sabor a durazno que ella había decidido usar. Por primera vez en su vida, Caroline, se había vestido para un chico, pero este no era cualquier chico, este, era el imbécil que hirió a su mejor amiga, así que todo valía la pena; desde la incomodidad de usar un vestido, la fastidiosa sensación pegajosa del brillo labial, hasta la necesidad de recoger su cabello y como bonus, las miradas de casi todo el mundo sobre ella. Liam había herido a su mejor amiga, y ahora pagaría por ello.

—Wow, ¿esa es Caroline? -Escuchó decir a Liam. Al alzar su mirada, no le quedó nada más que sonreír, en definitiva hoy le diría algo, claro que sí. Y aquí el inicio del plan.
— ¡Liam! -dijo acercándose al chico.
—Luces genial hoy -Sonrió él.
—Gracias.
— ¿Sabes? yo te estaba buscando-dijo él.

Ella tuvo que contener las ganas de insultarlo por ser tan imbécil. Por supuesto que hoy, cuando ella decidió llevar algo más lindo de lo habitual, él la estaba buscando.

—Ah, ¿sí?
—Sí-respondió sonriendo—. Quería saber si, quizás, no lo sé, tú y yo podríamos salir algún día.

Ella pudo notar el nerviosismo fingido y las constantes miradas no tan disimuladas que le daba el chico a su escote. Entonces, ahí parada, tuvo una nueva idea; mucho mejor que la anterior, haría que Liam se enamora de ella para romperle el corazón.

—Escucha, Liam, voy a ser clara -Se acercó a él—. Escuché que eres un jugador; así que vamos a jugar.
— ¿Qué?  —preguntó el, pues no sabía a qué se refería la rubia.
—Que si me gustaría salir contigo.

Liam la miró fijamente todo el tiempo, siendo incapaz de ocultar la impresión que lo invadió, el chico tendió su mano en dirección a la chica.

—Es un trato.

Ella sonrió con confianza y estrechó su mano riendo para sus adentros. Por supuesto que tenía planeado darle a Liam una gran lección, pero, esto era más que un plan: esto era un juego de amor, y no importa quién lo inició o por qué lo hizo, cualquiera puede enamorarse.

La pregunta es, ¿quién lo haría primero?

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