Capítulo 25. Guerra de comida.

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Las fiestas decembrinas habían terminado, todo había vuelto a la normalidad, ya no había más regalos, grandes cenas y la nieve se había marchado, solo quedaba una ciudad aburrida, aunque cada quien disfruta su vida de forma diferente y para ser sinceros el término aburrido no existía en las vidas de Caroline y Liam.

El último semestre de Caroline y Liam ya había iniciado, a la hora del almuerzo, la rubia estaba comiendo sola en una mesa, su mejor amiga no había asistido a clases, por lo regular cuando se encontraba sola siempre se iba a lugares donde hubiera pocas personas, como el patio o las bancas que están adentro del instituto, en esta ocasión había decidido ir a la cafetería, solo porque realmente tenía hambre y no podía esperar más para comer. Su almuerzo que era silencioso fue interrumpido por un chico que sentó a un lado de ella.

—Liam —comentó Caroline con una sonrisa al verlo sentarse.

—Hola Caroline —Él sonrió y colocó su almuerzo en la mesa.

Liam comenzó a ingerir su comida, pero se sintió un poco incómodo ya que Caroline se le quedó mirando fijamente.

— ¿Sucede algo? —preguntó preocupado mientras comenzaba a tocar su cabello perfectamente peinado y su ropa.

—No, yo solo... ¿sabes? olvídalo.

—De acuerdo.

Ambos continuaron comiendo su almuerzo, Liam tomó un sobre de cátsup e intentó abrirlo, estaba teniendo problemas, nunca antes le había ocurrido algo así de que el plástico era demasiado resistente, cuando finalmente pudo abrir el sobre, salió un poco de cátsup volando y cayó en la blusa de Caroline, ella abrió la boca asombrada, pensó dejarlo pasar por la vez que Liam se manchó su playera por su culpa cuando estaban limpiando el auditorio pero... no podía evitar dejar pasar una oportunidad como esta. Tomó el aderezo de su ensalada y le lanzó un poco a Liam, él se sorprendió, tomó los pepinillos de su hamburguesa y los lanzó contra Caroline y fallando ya que estos cayeron en un chico el cual se exaltó y le lanzó parte de su almuerzo a un chico quien pensó que había sido.

Solo se necesita un fosforo para encender una fogata, ya que en pocos segundos una cafetería tranquila podía convertirse en un caos total, restos de comida volaban por todos lados, una guerra de comida había comenzado y todos estaban disfrutando del momento, era un gran comienzo de año en el instituto Claymont. Todo estaba bien hasta que el director llegó a la escena del crimen, miró todo el desorden, respiró y gritó tranquilamente, o eso intento.

— ¡Todos bajen su comida ahora mismo!

Ya que todos notaron la presencia, pararon de lanzar su comida, se tranquilizaron y el director volvió hablar.

—Es una vergüenza tener que pasar por esto, los valores que les hemos enseñando en el Instituto regional de Claymont no son para que unos niños inmaduros no los respeten, todos lo que les hemos enseñado es para crear una nueva generación llena de conocimientos y grandes profesionales. Y esto es una gran falta de respeto para todos nuestros antepasados que con muchos sacrificios lograron construir esta escuela —amonestó el director molesto mientras los alumnos intentaban no reírse del patético discurso.

Pero seamos sinceros, escuchar ese discurso valió la pena, ya que la guerra había sido algo que todos disfrutaron.

— ¿Quién comenzó todo esto?

Rápidamente todos fijaron la vista en Liam y Caroline, ambos se sentían como si hubieran sido elegidos para ir a los juegos del hambre, al tener todas aquellas miradas puestas en ellos.

—A mi oficina inmediatamente —mandó el director marchándose y tras él Caroline y Liam.

Ambos estaban sentados esperando pasar, Caroline estaba nerviosa, no podía seguir teniendo más llamadas de atención, así que Liam trató de calmarla.

—Todo estará bien, no te preocupes, solo tendremos un pequeño castigo y listo —calmó colocando su mano en la rodilla temblorosa de Caroline.

—Adelante —Se escuchó a través de la puerta de madera luego de que la empleada llamara, finalmente la secretaria se retiró.

Ambos se pusieron de pie y entraron a la oficina del director, se sentaron y esperaron que el director comenzará con su sermón.

—Seré breve, no quiero que pierdan más clases. Caroline, tú eres una chica tranquila, nunca antes te habías metido en problemas, pero últimamente no ha sido así, ¿qué te está sucediendo? Y Liam tu eres el presidente del consejo estudiantil, ¿ese es el ejemplo que le das a tus compañeros?

—Lo sentimos —disculpó Liam.

—Ya no volverá a suceder, se lo prometemos —agregó Caroline en realidad arrepentida.

—Claro que no volverá a suceder, como castigo limpiaran la cafetería cuando las clases terminen.

—De acuerdo —aceptó Caroline sin discutir.

—En verdad lo sentimos, ya no volverá a suceder —Volvió a repetir Liam.

—Pueden marcharse.

Los dos salieron de la oficina, cada uno se fue a terminar el resto de sus clases, acordaron verse en la cafetería acabándose las clase. Esta no sería una cita sino un castigo en el que tendrían que limpiar, esta era la tercera ocasión que lo hacían, si seguían así, pronto los contratarían para el puesto de conserje. Era una actividad desagradable para ambos, pero teniéndose el uno al otro no era tan desagradable como en realidad lo era. 

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