Capítulo 18: Inma

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Mis pensamientos me jodieron la vida. El dedo no me dolía, pero la simple idea me daba miedo. Mi cambio drástico de expresión había sorprendido a los demás. Seguramente pensarían que estaba como una puta cabra, pero temía llegar a casa.


-Mierda. ¿Ahora cómo le explico a mi madre que me he roto los pantalones y que tengo un esguince? ¿Y ahora cómo voy a utilizar mi fingerboard?-estaba aterrada.

-¿Eso te preocupa? -preguntó Rubén riendo- Bueno, lo del fingerboard ya está pasado de moda -mi mirada era tal, que él cambió de idea-, aunque sigue molando mucho. Y, si quieres, vamos juntos a tu casa y le decimos que cuando estabas volviendo de hacer el "trabajo de clase", me viste haciendo skate, entonces te distrajiste mirando y ¡Pum!... Te caíste. Le cuento que fuimos a que te vieran y te acompañé a casa. Creo que si le contamos eso, no te reñirá...


Esta situación no podía ser más graciosa. Pensando ideas para decirle a mi madre sobre lo de hoy. No habían mandado tarea para casa, no teníamos que estudiar porque todos los exámenes lo hicimos la semana pasada, menos el de francés que no era hasta dentro de cuatro semanas, además, había llegado Shibi nueva y teníamos que darle la bienvenida.


Melo y Shibi se despidieron y se fueron a sus respectivas casas. Nosotros fuimos camino a mi casa, no sin antes pasar por un Starbucks a pedir un café con caramelo. Mis amigos me llamaban hipster por eso, además de las pintas que solía llevar, pero es que me encantaba el café. Además, habían un montón en Madrid [Vale, soy de Sevilla y no he estado en Madrid en mi vida (para mi desgracia). Como en Sevilla capital hay un montón de Starbuck y, encima están todos casi al lado, pienso que en Madrid habrán aún más. No sé, si no es así, corregidme]. Cuando me lo tomé, tiré el vaso en cualquier basura que encontré y seguimos de camino. Miré a Rubén.


-Gracias por estar ahí, tío -dije.

-Eso es lo que hacen los amigos -me sonrió y yo se la devolví.


Me dio la mano y seguimos andando. Mi casa estaba a las afueras de la cuidad, así que aún quedaba un buen rato. Entonces, nos encontramos a Amara y a Guille. ¿Adivináis qué? Se estaban besando. Le habían cogido el gusto desde hace unos días.


-¡Hey! ¡Parejita! -grité. Cuando nos vieron, vinieron hacia nosotros.

-¿Por fin te has declarado? -me preguntó Amy graciosa mirando nuestras manos con los dedos entrelazados. Entonces, Rubén y yo nos miramos rojos como tomates y con los ojos abiertos y nos separamos.

-Te odio -le dije a Amara enseñándole mi mejor sonrisa falsa. Digo falsa porque hice todo lo posible porque se viera así.

-¿Y eso? -me preguntó Guille señalando mi dedo lastimado. Reímos y se lo contamos.


Después de un rato hablando con ellos, nos despedimos y Rubén y yo seguimos. Íbamos sin decir nada, y el silencio siempre me hacía pensar mucho. Me alegraba que les fuera tan bien. Hacía tiempo que sentían eso y, por fin, se habían declarado. Se me vino a la cabeza cuando Amara me preguntó si lo habíamos hecho nosotros. Estaba ofendida con aquella pregunta, pero... ¿realmente me sentía mal porque pensaran eso? Siempre que me preguntaban decía que no sentía nada hacia él más que una bonita amistad, pero ¿acaso era cierto? Y lo más importante de todo, ¿estaba preparada para admitirlo? Esas preguntas fueron el comienzo de algo, un quebradero de cabeza. Una injusta lucha sentimental estaba a punto de comenzar.



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