Capítulo 69: Germán (Maratón III)

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Vi a Miare salir de la casa llorando. ¿Habría pasado algo malo? Me levanté y me acerqué. Iba en dirección de la cancela, a punto de salir, por lo que metí el turbo para alcanzarla.

-¿Qué pasa? ¿Estás bien?

-No, tan solo déjame en paz. Por favor.

Dalas y Shibi vinieron también corriendo. También parecían preocupados.

-¡Miare! ¡Respira hondo! ¡Relájate un poco y verás como todo se soluciona!

-¡Aléjate de mí, Dalas! ¡Déjame en paz de una puta vez! ¡¡Te odio!!

A pesar de la alta música y estar todos a su bola, no hubo uno que no escuchara el grito y se volviera para mirar el espectáculo.

-¿No lo captas? No te quiero volver a ver en la vida. Y sí, todavía quedan seis meses para estar contigo, pero créeme que en cuanto pueda me cambiaré de instituto.

Rubén, Mangel, Inma y Leo se acercaron a nosotros. Vaya pestazo a alcohol desprendían entre los cuatro.

-Vosotras no os metáis, nadie os ha dado permiso. Sois amigos de Dalas y paso de que me molestéis. Pero tranquilas, podéis seguir con la fiesta que yo ya me voy.

-Me meto porque soy tu amiga -respondió Inma. No me sorprendió nada que fuera ella, siempre estaba metida en todos los líos-, no solo de Dalas. Si estás así es porque ha hecho algo, claramente. Y tiene que ser algo muy malo para haberte alterado tanto, pero no puedes irte así. Estamos en mitad del campo, no hay nadie que te pueda llevar ni tienes dinero para un puto taxi. ¿En qué piensas?

-No puedo seguir aquí -Miare ya estaba algo más calmada.

-¿Por Dalas? Miare, tú sabes que aquí todos te queremos, y que estés peleada con él no significa que lo estés con los demás. Dalas será mi amigo, pero sé lo gilipollas que puede llegar a ser. Puedo romperle las pelotas si quieres, pero no dejes que te arruine la noche, y menos siendo Año Nuevo. Yo estoy contigo, y los demás también.

Le tendió la mano y le sonrió, para que fuera con ella y volviese a estar en el grupo. En cuestión de segundos se pegó un batacazo y Rubén se la llevó. Había sido graciosísimo, intentaba ayudar y acabó siendo la que necesitó ayuda. Aunque, a decir verdad, no era la primera. Shibi antes se había mareado, Lorena había ido a vomitar y no sé quién más también se había puesto malo...

En fin, esto de las fiestas no es lo nuestro. Principalmente porque no sabemos cuándo parar, ni sabemos tampoco decir no. Tan solo tenemos dieciséis años, para nosotros esto es romper las normas y resulta excitante, no vamos a pararnos a pensar si era lo correcto. Si mi madre estuviera aquí, viéndome, me agarraría de la oreja y me llevaría a rastras hasta llegar a la casa.

Después de este altercado, todo volvió a la normalidad. Más o menos.

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