-¿Porqué siempre llevas encima esas estúpidas cartas?- Daniela no podía comprender porqué Diana siempre llevaba las notas de amor que algún desequilibrado le dejaba escondido entre las pertenencias de su amiga.
-Porqué quiero que esa persona me vea con ellas y de alguna manera que se dé cuenta que yo también siento lo mismo por él. Y no, no son estúpidas, son románticas.
-Desiré, dile que se calle antes que eche el desayuno.
Desiré soltó una carcajada al escuchar las palabras de su amiga y ver cómo el rostro de Diana se recubría de un rojizo extremado por momentos.
-Vamos, Daniela. Deja a Diana tranquila. Ella puede soñar con lo que quiera.- La joven morena se lleva un trozo de magdalena a la boca y saborea detenidamente cómo los pedacitos de chocolate se funden en su boca.
-No es un sueño, esto es real. ¿Y sabéis qué? Ya me he cansado de vuestras bromitas sobre que todo esto solo está siendo algún gracioso para reírse de mí. Así que voy a encontrarlo para demostraros que este chico tan increíble sí que existe y este amor por mí es real.- La joven con la mirada clavada en las cartas bañadas en un color crema, algo arrugadas y de caligrafía perfecta, se las esconde de nuevo en el interior de su falda tejana, por la cintura, colocando la camisa blanca del uniforme del internado por encima para que nadie las divise, y se marchó.
-¡Que te vaya bien la búsqueda de tu amigo imaginario!- Le gritó Daniela entre risas.
Desiré contempló cómo una de sus amigas, la más dulce de las tres, se alejó con la cabeza bien alta y decida hacía la puerta de la cafetería. Después fijó sus ojos en su amiga Daniela con las cejas ligeramente levantadas y con las facciones crispadas.
-¿Qué? ¿Por qué me miras así?
-Te has pasado, y lo sabes.
-¡Oh, vamos! Sí tú también te ríes de ella por creer en que hay un “príncipe” enamorado perdidamente de Diana enviándole esas millones de cursiladas cada semana. Ahora no intentes hacerme sentir mal.
-No me río de ella, me río de las tonterías que puedes llegar a soltar. La que la machaca para que deje de hacer caso a las notas de su admirador secreto eres tú, no yo.
-Y muy bien que me lo paso. Deberías de probarlo, últimamente estás muy aburrida.
-Y tú demasiado graciosa.
-Sí y así estoy. Perseguida y admirada por todos los chicos del equipo de natación.-
<<Ya estamos otra vez.- Se dijo para sí misma Desiré.- No empecemos con ese temita. >>
-¿Te he dicho ya que Jonathan es malísimo en la cama? Tendrías que haberme visto cómo fingía, deberían de escogerme a mí los productores importantes de la cinematografía. Me darían un Óscar en mi primera interpretación.
-Siempre que tú papel sea el de una joven ninfómana y obsesa por el culo de los tíos, entonces estoy segura que ganarías con gran ventaja.
-Por tus palabras entiendo que me tienes en un pedestal, guarra.
Desiré y Daniela, cómplices de comentarios sarcásticos, comienzan a crear un ambiente de risas en la cafetería del internado. Era algo muy común para estas chicas definirse de esa manera entre ellas. Muchas persona lo verían cómo algo excesivo, cómo que la grosería entre ellas es extremada, pero el dicho de la confianza da asco es perfecto para definir su amistad des de que eran solo unas crías con coletas resultonas.
-Yo que pensaba que habías vuelto con Isaac.- Mencionó Desiré con una decepción falsa mientras escondía su risa por debajo de la nariz.
-Dame tu magdalena. El chocolate te afecta a la cabeza.- La joven de cabellos dorados le quitó el plato que contiene todavía una pequeña porción del desayuno de Desiré. Esta al momento frunció el ceño y le arrebató el último mini-croissant que le quedaba a su amiga.
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