Capítulo 23: Pequeño Robin Hood

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Ángel se encontraba rodeado de un montón de cables. Uno le penetraba por la parte inferior del brazo, el cuál colgaba un hilo transparente que estaba unido a una bolsa (ya vacía) que flotaba de un palo metálico. Otros dos uno de color rojo y el otro azul salían de debajo de su pijama azul del hospital de la parte superior del pecho, que iba conectada con una máquina dónde ponía sus regulares latidos. De su otro brazo habían un especie de tiritas que de ellas salían otros dos cables, ambos amarillos e iban conectados a una máquina que desconocía su función. Y finalmente, una máscara que tapaba toda su boca, la cuál le ayuda a respirar.

Su piel morena había desaparecido completamente. Estaba pálido como las paredes de esa habitación. Tenía unas sombras negras debajo de sus preciosos ojos cerrados y sus labios, a través de la máscara se podían ver resecos. Y su pelo, parecía a ver perdido su gracia con la que siempre lo llevaba naturalmente peinado.

Todo él parecía a ver perdido su brillo. Su fuerza. La fuerza de Desiré.

La chica se acercó a la cama y cogió una silla que se encontraba cerca de él para sentarse en frente de Ángel. Dejó el sobre encima de la mesilla y fue directamente a coger su mano. Se la acercó a sus labios y la besó con fortaleza. Desiré no pudo evitar pensar en como si ella fuera la madre y Ángel su hijo, un niño pequeño y frágil que la muerte había venido antes a por ella y como si la madre, ella, estuviese ahí en medio de ellos dos, impidiendo que se marchase de este mundo.

-Esta sedado.- Le informó la doctora.- Ha sufrido dos ataques de ansiedad. Uno lo hemos podido controlar, pero el segundo... no nos ha quedado más remedio que llegar a este punto.

-No lo volváis a hacer.- Desiré ni siquiera miraba a la mujer de bata blanca, seguía mirando a su ángel protector, suplicándole mentalmente que se despertará, sujetando su mano adormecida.- No volváis a dormirlo nunca más.

-Era necesario. No lo hicimos por gusto. Estaba sufriendo innecesariamente.

-¿Y así no está sufriendo?- Desiré se levantó de la silla bruscamente, haciendo que cayera al suelo. Pero a pesar del ruido, Ángel no se despertó.- Lo único que hacéis es que no grité y molesté a otros pacientes, pero su subconsciente sigue torturándolo en sus sueños y allí no podemos llegar nosotros para ayudarle. Sí vuelve a tener un ataque de ansiedad retenerlo como sea y yo vendré en menos de cinco minutos sea la hora que sea.- La doctora se quedo en silencio, pensativa.- Me gustaría quedarme a solas con el paciente, sí no hay inconveniente.- Inquirió más relajada Desiré.

La doctora se acercó a ella y puso en pie la silla que había tirado accidentalmente antes Desiré.

-Claro, sí se despierta avíseme. Pregunte por Doctora Puig.





-Pues voy a dejar de actuar como un idiota.- Le dijo el chico de ojos color café.- Solo déjame curar mis errores.

Berto y Diana habían quedado en volverse a ver mañana por la tarde, después de clases. Aunque ella estaba segura que por la mañana tendría la tentación de ir a la cafetería y comprarse uno de esos zumos tan deliciosos que siempre le prepara Berto.

Diana se sentía feliz por una parte, pero por la otra era como si su conciencia le estuviese reprochando solamente mencionando un nombre todo el rato en su cabeza: Adam. Adam. Adam.

<<¿Qué ha sido de él? ¿Dejas que Berto te dé una explicación, te dedica una canción como hizo Adam y por decirte que fue un idiota (cosa que todos ya sabemos) estás dispuesto a apartar a Adam de tu vida sin escucharle a él?>> Su conciencia le regañaba con esas verdades. A Diana le recordó a Daniela. Como necesitaba a sus amigas en esos momentos. Pero no tenía ni idea de dónde paraban ni Desiré la cuál se había levantado temprano, ni Daniela, la cuál no había vuelto a la habitación. Además, ella tampoco se había presentado a clases. Estaba muy cansada, y después de haber descubierto las verdades, tenía su alma más serena y decidió dormir un par de horas.

Perdona pero, te vas a enamorar de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora