Capítulo 36: Corazón agrietado

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-¿Qué es poesía?, dices mientras clavas 

en mi pupila tu pupila azul.

¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? 

Poesía... eres tu.

-¡Oh! ¡Estás hecho todo un romántico!

-¡Por fin me lo reconoces? ¿Lo ves? Tengo algo más que un pene y las hormonas revolucionadas.

-Sí, pero reconoce que casi siempre te ganan más tus hormona y mini Félix que tus palabras.

-¿Mini Félix? ¿Enserio?

-Ahora me toca a mí.- Daniela recordó como le había arrebatado el libro de Rimas y Leyendas de Bécquer a Félix y buscaba otro poema que le sonará de haber trabajado en clase.- Atento: Podrá nublarse el sol eternamente; 

podrá secarse en un instante el mar; 

podrá romperse el eje de la tierra

como un débil cristal.

¡Todo sucederá! Podrá la muerte

cubrirme con su fúnebre crespón;

pero jamás en mí podrá apagarse

la llama de tu amor.

-Oye, que el que se va a operar dentro de cinco minutos de vida o muerte soy yo. No me quites los mejores poemas.- Daniela había soltado una carcajada en esos momentos, pero ahora podía percibir como al leer por tercera vez el poema mientras esperaba a que la operación de Félix terminase y saliera un doctor y dijera sí todo había salido bien o simplemente se quedaba en silencio, se le cayó una lágrima sobre el papel del libro.

-Ey, alegra esa cara.- Diana se había sentado entre Adam que se encontraba en el otro lado y ella. La muchacha de cabellos rojizos había pasado su mano por su espalda y estaba frotando con afecto la espalda de su amiga. Daniela se limpió el rastro de la lágrima que había caído y había forzado una sonrisa.- Estoy segura que sí Félix os viera a ambos se enfadaría con vosotros por confiar tan poco en él.

-Llevan más de cinco horas metidos ahí dentro... Y una operación de trasplante no dura más de tres o cuatro horas.

-Google es maravilloso.- Confirmó Daniela, sabiendo que Adam había extraído esa información del mismo sitio que ella. La chica volteó su cabeza para mirarlo. Él no le miraba, pero estaba sonriendo. Tenía sus ojos clavados en sus manos que estaban entrelazadas entre ellas.

-Bueno, eso solo significa que ya queda menos para que Félix salga de la sala de operaciones.- El optimismo de Diana era constante, pero no penetrante.

Daniela había intentado estar positiva todo el rato desde que había despertado de esa pesadilla. Él estaba ahí con ella. Estaba vivo. Pero ahora volvía a estar ahí dentro, luchando por seguir con vida. Y ella estaba ahí fuera, sin poder hacer nada por ayudarlo y releyendo por tercera vez el libro de Bécquer que Adam y Diana le habían regalado a Félix tal y como les había pedido a ella.

-¿Tienes miedo?- Había susurrado Daniela al chico de cabellos rizados. Él le sonrió.

-El miedo es para los cobardes. Yo soy el gilipollas que se tira a la jaula del león.

-Mientras le patees el culo al león, no me importa que seas gilipollas.- Félix le había reído esa broma y la había acercado a él para darle su último beso. Un beso cálido y suave. Había podido notar la carne que se escondía debajo de sus labios, las grietas de habérselos estado mordiendo durante estos últimos días a causa de los nervios, y su necesidad de que ese segundo nunca terminase. Tal y como ella lo había sentido en aquel instante.

Perdona pero, te vas a enamorar de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora