Capítulo 42: Un cielo por el que volar

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-Ya está.
-Te queda el postre.
-¿Hoy qué me toca?
-Macedonia.- Una enfermera apareció de la nada y dejó ante los ojos de los dos hermanos un bol que se encontraba todo tipo de fruta en un estado fresco y delicioso. Desiré abrió sus ojos al máximo al ver la cantidad exagerada que había en el plato y miró a su hermano con una ceja levantada.
-¿De verdad todo esto es para mí?
-Sí quieres salir de aquí, sí.- Desiré rodó sus ojos, pero desprendió una sonrisa ante la mirada divertida de su hermano.
-Pues: ¡Al ataque!- Desiré cogió su tenedor y pinchó un trozo de fresa para llevárselo a la boca. La chica pensó que realmente estaba riquísima esa porción de fresa y la disfrutó detenidamente.
Las comidas no se habían vuelto una pesadilla para Desiré desde que su hermano la acompañaba durante todas ellas. Normalmente la muchacha terminaba repitiendo plato y después tenía un dolor de estómago por empachamiento. Pero eso no parecía importarle a nadie, y menos a Desiré. La muchacha había engordado en dos semana cuatro quilos y medio y había superado con éxito las sesiones de psicología con la Doctora Puig.
Habían varios médicos que todavía no se sentía muy seguros sobre la recuperación tan exitosa de esa chica, pero la Doctora Puig podía asegurar que la incorporación de Roberto en la vida de Desiré había sido un empujón esencial para que la muchacha volviera a ser ella.
-¡Hola parejita!- Inesperadamente, una voz energética y potente entró por la puerta del comedor e hizo que todo el mundo de la sala se volteara para mirarla a ella.
-¡Daniela!- Desiré se levantó de la silla y corrió hacía su amiga para lanzarse a su brazos y abrazarse como sí hiciera años que no se vieran.
-¿Cómo te encuentras hoy?
-Genial ¿Sabes que me han dejado hacer una hora de ejercicio? No sabes lo que echaba de menos poder jugar a voleibol.
-¿Habéis jugado a voleibol?
-Sí. A fuera ahí una red y tierra de playa. Tendrías que haber visto que paliza les hemos metido a los enfermeros que estaban en su hora de descanso.- Desiré notó como su amiga le regalaba la sonrisa más autentica y feliz que podía transmitirle alguien a una persona al escucharle hablar de tanto entusiasmo sobre algo.
-¿A qué hora habéis jugado?
-De once a doce de la mañana.
-A esa hora estaremos Diana y yo aquí para jugar nosotras tres contra todo el centro.
-¿A Diana ya le dan el alta mañana?
-Sí, ella está contenta de poder salir de una vez de ese hospital y comer como una persona normal, pero Adam y Félix están en proceso de volverse locos.- Desiré soltó una carcajada mientras volvían a la mesa dónde Roberto las miraba sonriente.- Los tres te mandan recuerdos.
-Dáselos de mi parte también. Los hecho mucho de menos.
-No te pongas dramática. Pronto os darán el alta a todos y podremos organizar una megafiesta para emborracharnos todos juntos. Tu sí quieres Roberto puedes unirte a nosotros.
-No quieras saber lo que me ocurrió en Londres cuando me emborrache la última vez. Así que mejor me quedaré en casa viendo la segunda temporada de Gossip Girl.- Ambas chicas soltaron una carcajada por el comentario de Roberto.
Inesperadamente el móvil de Daniela comenzó a sonar. Era una voz que a Desiré le costó reconocer, pero una vez hecho no vaciló en ningún momento en saber que era Félix quién tocaba esa guitarra mientras cantaba alguna canción para Daniela. Desiré sintió un pellizco de felicidad por su amiga. Y también por Diana. Ambas habían encontrado el amor y podían disfrutarlo. Y en cambio el suyo había sido un amor fallido.
Cuando soltaron a Desiré y la dejaron pasearse por el centro no vio ni una pista de su ángel protector. La decepción había embriagado a la chica, pero su hermano no le había permitido estar ni un solo segundo mal. Aunque Desiré había preguntado por él en sus sesiones de recuperación con la Doctora Puig, y ella le había asegurado que no tenía noticias de él.
-¿CÓMO? Vale, enseguida estoy ahí.
-¿Qué pasa?- Roberto se le adelantó a Desiré, y Daniela miró a ambos amigos con la vena del cuello hinchada.
-¡El coche de Adam se lo ha llevado la grúa! Adam me lo había dejado para venirte a ver, pero soy menor y no tengo carnet... Como se enteré la policía me espera una buena...
-¿El coche es de un amigo tuyo?
-Sí.
-Está bien, no te preocupes. Yo me hago pasar por él. Vamos a buscar el coche de tú amigo.
-¿De verdad?- Los ojos de Daniela se iluminaron al momento. Roberto asintió con energía y se levantó de la silla.
-En seguida volvemos ¿Vale, pequeña?- Antes que Desiré pudiera responder a su hermano, él le dio un beso en la mejilla y salió corriendo junto con Daniela.
Pero por un momento, antes que su amiga saliera por esa puerta le pareció que ella había volteado su cabeza y le había guiñado su ojo de forma cómplice. Des de ese momento Desiré sabía que alguna pieza no encajaba en ese puzzle. No solo por el motivo que Daniela no había cogido un coche un su puñetera vida y por eso no sabía conducir. Además, en el siguiente segundo de vacilación a Desiré le pareció divisar una silueta alta, de cabello oscuros y ojos de un azul oceánico cruzar la puerta del comedor.
Desiré presintió como su corazón se detenía literalmente. La chica se cogió a la mesa con sus manos porqué sentía que su mundo comenzaba a dar vueltas debajo de ella. Dejó caer el tenedor al suelo y eso la despertó de lo que había parecido un fantástico sueño que seguía siendo real. Por cada paso que daba su mestizo cada segundo menos le quedaba a Desiré para pensar que reacción tener con él.
-Ángel...- Quería decirle algo más, pero su voz se quebró en mencionar su precioso nombre. Ese nombre que pensó que nunca más volvería a nombrar en voz alta y con tanto sentimiento confundido mezclado en cada sílaba y letra.
-Hola, Desiré.- Su voz fue un susurro, pero la muchacha pudo captar varias sensaciones en él. Una de ellas era dolor, y otro un mensaje de todo lo que sentía por haber hecho que casi ella se destruyera.- ¿Puedo...?- Ángel señaló la silla que antes había ocupado su hermano. Desiré asintió con ayuda de su cabeza sin dudarlo ni un solo segundo. El mestizo se sentó dejando un espacio de seguridad entre él y ella que Desiré odio desde el primer momento en que se creo.- ¿Cómo estás?
-Mejor ¿y tu?
Desiré se arrepintió prácticamente al momento de mencionar esa estúpida pregunta en voz alta cuando era obvia la respuesta. Ángel lucía una barba de tres días y unas ojeras descansado bajo sus ojos repletos de angustia. Aunque su elegancia a la hora de llevar sus tejanos y su camisa blanca no se habían perdido en ni un solo momento. Además su cabello estaba revuelto y más largo de lo normal.
Desiré se fijó en las manos de Ángel. Tenían heridas. Al siguiente momento Desiré hizo un impulso que cuando la chica se dio cuenta ya era demasiado tarde para frenarlo. La chica había colocado sus manos sobre las de Ángel y estaba acariciando la costra de ellas.
-¿Es que acaso eso importa?
-Por supuesto.- Susurró la chica y notó como Ángel se deshacía de la caricia de Desiré para rodear sus manos amasacradas las de ella.- ¿Qué te ha pasado...?
-Yo... Cuando... Cuando te vi...- Desiré presintió el ardor que estaba torturando a su mestizo en el interior de su pecho, impidiéndole abrir su corazón y sus emociones hacía ella.- Lo siento, Desiré. Lo siento tanto...
-Ángel...
-Perdóname por haberme enfadado contigo aquella tarde. Me dolió que me mintieras sobre la relación que tenían Sol y Kevin, pero no me di cuenta que solamente lo estabas haciendo para protegerme, para que no recayera de nuevo. Lo siento por haber creído a mi hija cuando me contó que tu me habías dejado de amar y te habías marchado a vivir con Gastón. Perdóname por haber dejado que te alejarás de mi cuando tu más necesitabas mi cariño para afrontar todo esto. Perdóname por haberte dejado sola. Joder... La he cagado tanto contigo, Desiré.
-¿Es cierto qué tu solo estabas conmigo por remordimientos?
-¿Qué?
-Sol me enseñó una grabación en la que se escuchaba como ella y tu hablabais sobre que tu estarías a mi lado durante el tiempo que hiciera falta para recuperarme, y después os irías lejos de aquí. De mí...
-Eso no es cierto.
-En esa grabación decías que te daba asco, Ángel. Decías que no soportabas ver como los huesos se me marcaban en la piel y lo enferma que podía llegar a estar una persona. Que te daba asco. Dime ¿Es verdad que todo eso no es lo que sientes cuando venías a verme?
-Jamás podría sentir eso de ti, Desiré. No soportaba verte así, pero no era porqué me dieras asco. Era impotencia por quererte salvar y no poderlo hacer. 
-No entiendo nada, Ángel. No sé que pensar de todo esto...
-He encerrado a mi hija en un centro psiquiátrico.
-¿De verdad?- Desiré abrió sus ojos al máximo, dejándose llevar por la sorpresa de los nuevos acontecimientos.
-¿Crees que no reconocí la navaja que llevabas en tu mano cuando te intentantes suicidar? Esa navaja la herede de mi familia, y ni siquiera me di cuenta que me había desaparecido de casa. No quería ver que mi hija lo único que buscaba era separarnos, pero lo vi todo muy claro cuando vi ese cuchillo en tu mano, Desiré.
-¿Entonces qué quieres decirme? ¿Qué todo esto ha sido un mal entendido? ¿Qué hemos sido victimas de la psicópata de tu hija?
-Ojala tuviera algo mejor que decirte... Pero no lo tengo.- Desiré notó como sus lágrimas comenzaban acumularse en sus ojos y como segundos más tarde comenzaron a deslizarse por sus mejillas.- Desiré...
-¿Y a qué se supone que has venido? Ya hemos descubierto el enigma del año ¿Y ahora qué? ¿Dejamos que el tiempo lo cure todo y volvemos a estar juntos? ¿Dejamos nuestra historia en el pasado como una experiencia? ¿Qué narices tengo que hacer con todo esto, Ángel?
-¿Tu me quieres, Desiré?
-¿Qué...?
-La respuesta es muy sencilla. Sí tu después de todo esto me sigues amando, prometo que no dejaré ni un solo segundo por pagar todos los errores que he cometido contigo día tras día. Sé que no tengo nada a mi favor para ayudarme a convencerte que puedo hacerte a partir de ahora la mujer más feliz del universo entero. Pero solo puedo decirte que sí tu quieres volar, yo seré tu cielo, Desiré. Solo necesito un sí.
En ese preciso instante por la mente de Desiré transcurrieron diferentes escenas. Una de ellas fue en la forma en que ella cayó al suelo y por primera vez esos ojos azules impactaron con sus esmeraldas. Otro de ellos fue cuando Ángel se la llevó a su casa después de que ella encontrará a Kevin enrollándose con una rubia en la manifestación. Ese día Desiré descubrió un trozo del pasado que había compartido Ángel con Estrella, y en cómo él le había dicho que la había estado esperando once años, y que sus historias estaban predestinadas mucho antes de que ellos se conocieran.
Desiré se encontraba observaba por esos ojos azules que le estaban rogando que le permitieran darle la última oportunidad a volar juntos. Y ese era el momento en que la vida de Desiré, según las palabras que salieran de su boca volvería a ver ese océano intenso o ver como se le escapa entre sus manos. 
Lo único que ella nunca pudo darle una respuesta, porqué una voz interrumpió su última conexión.
La chica de cabellos oscuros dejó de escuchar todo lo que le rodeaba, y como todo su mundo viajaba en el tiempo a cámara lenta. Su hermano se encontraba avanzando de la entrada del comedor hacía ellos. Ángel se levantó de la silla y fue cogido de las manos de Roberto por el cuello de su camisa para alejarlo de Desiré. La muchacha quiso gritar, pero su voz se quedo clavada en su garganta. Sin ninguna posibilidad a poder mencionar alguna palabra, ruido o aunque fuera reacción de su cuerpo.
Se había quedado completamente paralizada, observando como el hombre que la había elevado hasta lo más alto y la había hundido a lo más bajo, se alejaba de ella. Para siempre.

FIN DE LA CUARTA PARTE.

Perdona pero, te vas a enamorar de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora