“-Pronto, Diana. Te lo prometo.”
Esas eran las palabras que le había dicho el chico de los ojos de un color café, las cuales estaban retumbando en la cabeza de la chica durante toda la noche mientras escuchaba la canción que Adam le había pedido que oyera por él. Por los dos.
La primera vez que la puso, pudo asegurar que desde la primera palabra hasta la última, había sido como si alguien se introdujera en el interior de su cuerpo y la torturara. Ella sabía el porqué Adam le había pedido que escuchase esa canción de Leona Lewis, y también sabía que era lo que pretendía.
<<Esto no es jugar limpio.>> Pensó la chica resentida.
Love Letter, y en su mente se traduce como Carta de Amor. Era increíble como una persona había conseguido resumir en cuatro minutos la historia de dos años de Adam y de Diana sin que la propia chica supiese que existía. Y aunque desde su punto de vista, la muchacha pelirroja se sentía afligida por la situación en la que se encontraba, la canción no era para nada triste. Todo al contrario. Era alegre, con un brillo de esperanza. Habla de un futuro juntos. El futuro que Adam lleva todo este tiempo imaginándose con ella. Y Diana a la mínima ya se había rendido.
O quizá no. Ni siquiera ella misma lo sabía. Sí el chico que conoce, los sentimientos y experiencias que se desvelan detrás de esta canción, eran reales ¿Podría seguir enamorada de él? Era una pregunta demasiado difícil para contestarla. Necesitaba tiempo, respuestas y alguien que la guiará.
Como por ejemplo, sus amigas.
Pero Desiré todavía no había vuelto de su cita con Ángel, y Daniela se había quedado en la habitación de Félix porqué se pensaba que Berto se quedaría con ella. Cosa que no hizo. Si que es cierto que el camarero la había dejado justo delante de la puerta de su habitación, pero ella hubiese preferido que se quedase. Tenía tantas preguntas que requerían una solución sincera y lógica. Y las necesitaba ahora.
Pero en vez de llamar a Berto, o a su caballero oscuro, volvió a pulsar el botón de reproducción y se dejo inundar por la voz celestial de Leona Lewis.
-¿Porqué no me contaste nada de todo esto?- Daniela enrolló su dedo en los rizos castaños de Félix, como solía hacer.
-Es la vida de mi primo, nena. No la mía.
-Me quitaste el tabaco del bolsillo sin que yo me diera cuenta.- Susurró la muchacha alzando la vista del pecho desnudo del chico.- ¿Él te enseñó eso?
-Es divertido.
-¿Divertido? ¿Robar a la gente?
-Nadie puso limites a lo que es divertirse.- Félix le mostró una sonrisa llena de inocencia fingida. Daniela rodó sus ojos y decidió seguir profundizando en el tema.
-¿Por casualidad no estaré enrollada con un agente secreto del FBI, verdad?
-¿Enserio me ves con esas chaquetas tan feas y armado hasta los dientes a las veinticuatro horas del día?
-No lo sé. Hoy acabo de descubrir que un amigo mío formaba parte del FBI y que al mismo tiempo es camarero en nuestro instituto. Menos mal que lo más ilegal que he hecho en el instituto es robarte un bolígrafo.
-¿El de tinta azul?
-El mismo.
-¿Sabes que por tu culpa tuve que hacer el examen de economía con un bolígrafo de tinta verde?- Daniela no pudo evitar una espontánea carcajada.- No, ahora enserio Daniela. No tengo ninguna relación con el FBI. Sabía que mi primo estaba metido en ello, pero no está allí por gusto. Además, yo disfruto en el acuario cuidando de Maffie.
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