-Esto no es justo ¿Lo sabes, no?
-¿Mmm...?
-Estás preocupada... por él. Y hoy es nuestro día. No quiero que estés así por él.
-Lo siento, Berto. Es que esta noche no he dormido muy bien y estoy algo...- Berto miraba a Diana con una ceja levantada. Se le olvidaba que Berto antes de ser su chico y sea lo que sea ahora, era su mejor amigo y que la conocía como la palma de su mano. Y por no mencionar que es agente del FBI y que este tipo de mentiras las habrá escuchado miles de veces.
-Está bien...- Berto suspiró resignado.- Hablemos de él y disfrutemos de lo que nos queda de día.- Diana comenzó acariciarse el pelo, no sabía que decir.- ¿Por dónde quieres empezar?- Ella se encogió de hombros.- ¿Te preocupa que se haya enfadado contigo?
-No lo sé...- Diana alzó sus ojos y los cruzó con los de Berto. Había una pizca de dolor, pero también de compresión ¿Por qué Berto tenía que ser tan... jodidamente perfecto? Estaba a punto de desahogarse con él sobre Adam ¡ADAM! Desde luego Diana había perdido totalmente la razón de ser, y todo eso era por culpa de ellos.- No lo sé, Berto... No sé exactamente que es lo que más me preocupa en estos momentos... Sí perderte a ti o...
-¿Perderle a él?- La chica asintió con ayuda de su cabeza. Berto volvió suspirar, pero esta vez sonó entrecortado. Diana se arrepintió al momento de haberle dicho eso a Berto. Nadie quiere oír que a la persona que aguanta su mundo con sus manos no sabe que es lo que más le dolería sí perderle a él o al otro...
-Lo siento, esto...- Diana parpadeó con rapidez como si estuviese despertando de una pesadilla.- No debería de... de haberte dicho nada, Berto. Son problemas míos que tengo que solucionar yo y tu no tienes porqué...- Diana se quedó callada, se volvió a pasar la mano por su pelo, estresada.- No sé, Berto. No me hagas caso por favor, ya no sé ni que estoy diciendo.
-Ey...- Berto acarició la espalda de Diana, intentándola consolar.- Creo que voy a ser el primero en saltarme una de las normas, pero creo que hay alguien por aquí que necesita un abrazo. Y te juro que tu eres mucho más importante que una mierda de lista donde he dado mi palabra a que la cumpliría a raja tabla.
Diana soltó una carcajada recubierta de lágrimas, dejó que los brazos de Berto la recubrieran entera. Eso era exactamente lo que ella necesitaba. Esa fragancia a café que tanto le gustaba y que nunca podrá llegar a entender porqué por el motivo que ella en sí odiaba esa sustancia que para endulzarla hacía falta al menos cinco cucharadas de azúcar. Pero allí era dónde se quería encontrar en esos momentos, en los brazos de Berto. De su no-camarero-agente-del-FBI-y-salvador-de-almas.
Pero la pregunta era ¿Es eso lo que quería para todo su vida? ¿Qué esos brazos y esa aroma a café la inundarán siempre?
-Vale, creo que nos vamos a ir de compras.
-¿De compras? ¿Enserio?
-Sí. La última vez que fuimos de compras las únicas que se compraron algo de ropa fueron Desiré y Daniela y nosotros no pudimos renovar nuestro look.
-¿Renovar? ¿Look? ¿Vale, quién eres tu y que has hecho con mi Berto?
-Tenemos que añadir una nueva cosa en la lista.- Diana frunció su ceño.
-¿Cuál?
-No podrás llamarnos Mi Berto o Mi Adam. Me gusta como suena en tu boca mi nombre, pero la segunda opción me pone los pelos de punta.- Diana rodó sus ojos. Berto se levantó su jersey y le mostró el bello de su brazo. Era cierto, estaba de punto.- ¿Qué pasa no me crees? Mira, mira.
-Creo que sí le dijera eso a Adam se reiría de mí de por vida.
-Pues yo creo que se volvería loco de alegría. Cualquiera lo haría.