Cap. 4

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Nuria. Nada más ni nada menos que la perra que era mi mejor amiga. Éramos una sola sombra, vivía en su casa o yo vivía en la de ella. Cada vez que teníamos que ir al baño del colegio nos turnábamos así nos sosteníamos la puerta. Ya saben, esas cosas ridículas que hacen las mejores amigas. Nos peleamos cuando la encontré coqueteando con Manuel, mi ex novio. Recuerdo que era la despedida de egresados que habíamos organizado anterior a la verdadera fiesta, esa donde iban familiares y debíamos vestirnos formales. Bueno, lo que sucedió fue que a ella le partí la nariz y le arranqué sus extensiones. A mi ex me aseguré de dejarlo sin hijos.

Bien... así que maté a Nuria. Sin culpa, sin remordimientos. 

Antes de liberar a mi abuela y al niño, busqué unos trapos viejos para cubrir el cuerpo de Nuria. El niño estaba asustado luego de presenciar aquella escena, me sentí un poco mal en ese momento, creo haberlo traumado. 

Luego de esto desaté a mi abuela y al niño y les pasé una botella de agua que guardaba en mi cinturón junto con las armas. 

Me aseguré de que en los pasillos no hubiese nadie y volví al baño para que mi abuela y el niño pasen al exterior de la casa. Tuve que pedirle ayuda a mi primo ya que mi abuela estaba un poco indefensa. Lógico ya que supongo que esa gente ni si quiera les habrá dado una gota de agua, también se veía en los ojos de los dos que la habían pasado muy mal, estaban completamente rojos y cristalizados.

Justo cuando estaba por salir escuché un carraspeo detrás mío. Reaccioné al instante y giré apuntando con el arma. Era él, con una sonrisa malvada plasmada en su rostro.

- Vaya vaya, que linda visita.

- No tengo tiempo para estar oyéndote.

- Pues hazte uno. No te dejaré ir así como así luego de lo que me hiciste.

- Te lo merecías. Eres una amenaza para mi familia.

- Tu también.

- Carl, llévate a la abuela y al niño lejos, busca a papá y lárguense de aquí. - le ordené a mi primo. - ¡YA! ¡LÁRGUENSE! - presioné más a Carl que me miraba confundido a punto de abrir su boca, pero omitió su acción al ver mi mirada. Al ver que correspondía a mi órdenes, retomé mi conversación con Vélez.

- Que quieres, Christopher.

- Pues, quiero tu mercancía, tu casa, tu granero, tu zona, tus armas, tus municiones y si se puede también te quiero a ti.

- ¿Y crees que lo lograras? Si intentan algo te vas a quemar, Vélez. Se van a quemar.

- Y me puedes decir cómo?

-Como.

- Con que me saliste graciosa muñeca. Es fácil. O nos entregan todo lo que queremos, o tú y tu familia mueren.

- Ni se te ocurra fijar tus ojos en ellos porque el único que se va a morir aquí eres tú.

Christopher inmediatamente me tomó en sus hombros y me sacó del cuarto de baño. Lo golpeé muchas veces, le dí patadas en su zona baja, mordí su espalda, le pellizqué las piernas, pero nada funcionó. Recorrimos varios pasillos hasta que me bajó en una habitación. Le estudié con mis ojos y las ventanas estaban aseguradas con maderas y metal. La puerta solo se abría de afuera, estaba encerrada. 

- Bien... te presento tu nuevo hogar. -  dijo acercándose a mi mientras repasaba mis labios con sus dedos. Lo empujé y no se movió. Hasta que se  fue.

Que equivocado estás Vélez, tan pronto como pestañees saldré de aquí. Oigan, allí había un baño. Pero estaba cerrado, seguro ha de tener alguna forma de escape. Quise intentar disparando a la puerta, pero siendo realista la bala rebotaría y sería fatal. Opté por la fuerza bruta. Simplemente bastó con darle una patada cargada de energía. Apenas entré divisé una ventanilla. La abrí y me escapé del lugar sigilosamente.

Al llegar a casa todos me recibieron con alivio.

El niño que encontramos se llamaba Tomas y era huérfano. Los Vélez mataron a sus padres porque creían que tenían algo que ver con nosotros. Por suerte llegamos a tiempo y lo sacamos de allí. Estaba un poco indefenso ya que tenía días que no comía bien. Cuando comenzaron los ataques entre familias, la comida para aquel pequeño se había acabado. Los malditos solo le daban un pedazo de pan y un vaso con un cuarto de agua, y cuando llegó mi abuela a ese lugar no les dieron nada. Pero me contó que cuando todos se iban a dormir, un chico alto entraba a la habitación y le dejaba un vaso de leche, un sándwich y una manzana. Gracias a aquel tipo el niño se mantuvo sano. Hasta que el chico desapareció por unos días.

Tenía 7 años. Pobre, ha de ser duro perder a tus padres a esa edad. Los Vélez le arrebataron la infancia. Pero yo lo cuidaré. 

Lo acomodé en mi cuarto, tenía una cama matrimonial así que ambos encajábamos perfectamente. Todos los hombres de casa le ofrecieron su habitación, pero Tomas les tenía miedo así que decidió quedarse conmigo. Era muy cariñoso, siempre que llegaba de mis entrenamientos era el primero en recibirme, no perdía oportunidad de abrazarme. Y yo lo quería. Era como un hijo para mi. 

Después de unas semanas decidí enseñarle a defenderse. Tal como papá había hecho conmigo cuando tenía la edad de Tomas. Nos internamos en el bosque y le enseñé unas llaves y golpes básicos. Luego le enseñé a disparar. Cuando casi acabábamos aparecieron Christopher y una rubia pechugona. 

Agarré a Tomas y lo coloqué detrás mío. Él abrazaba mis piernas.

-Te me escapaste de las manos. - dijo.

- No puedes conmigo.

Enseguida sentí como Tomas forcejeaba detrás mío. Al darme la vuelta la vi a la rubia tratando de llevárselo. 

-Tomas, haz lo que te enseñé. En las piernas, luego en el pecho.

Tomas temeroso levantó su pistola y apretó el gatillo dándole en la rodilla. La chica cayó al suelo gritando del dolor y como vi a Tomas muy asustado, decidí darle yo en el pecho hasta que cerró sus ojos.

Christopher estaba completamente mudo.

- Era mi hermana. - nos dijo con un tono triste y enojado a la vez. 

- Lo siento - grité mientras me iba.

Salí corriendo de allí junto a Tomas, al llegar a casa nos encerramos en mi habitación. Y avisamos a todos que asegurasen la casa, no vaya a ser que quieran tomar venganza contra mi y termine pagando alguien de mi familia.













Destructora (Kai y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora