Cap. 20

34 3 3
                                    

Llegué al hospital muy agitada, ya que corrí bastante. Me dirigí hasta el pasillo de la sala de cirugías y me saqué mi buzo, también me hice un rodete para no levantar sospechas. Me estaba muriendo de frío, pero debía ser cautelosa.

Pasaron las horas hasta que salió un médico de la sala. Todos nos levantamos expectantes, a excepción del pequeño, que se había dormido. El médico se paró enfrente todos nosotros con sus manos cruzadas.

  —¿Cómo salió todo, doctor?  —preguntó mi padre.

  —El paciente está bien, logramos estabilizarlo después de una dura cirugía. Perdió mucha sangre, pero den gracias ya que en nuestro banco de sangre hubo suficiente como para salvarlo. 

 —Gracias al cielo. ¿Podemos pasar a verlo? —pregunté.

  —Aún no, las enfermeras lo pasarán a otra sala, y luego si podrán entrar. Pero máximo dos personas en la habitación, por favor.

  —Está bien, gracias por salvarlo. —dijo mi padre.

Al terminar de decir eso, el doctor se fue y entre todos decidimos que primero entraría yo sola, luego entrarían mi abuela y mi padre, luego las mellizas y así. Luego de unos minutos, unas enfermeras arrastraban la camilla en la que se encontraba mi primo y se encaminaban hasta el ascensor. Las seguí pero prefería subir las escaleras así no tenía que esperar el ascensor. Cuando por fin estuve en el piso correcto, tuve que esperar un rato más para que terminaran de instalarlo con su correspondiente cuidado. Al ver que las enfermeras salían del cuarto, decidí adentrarme.

Y ahí estaba él, despierto. Con su mirada perdida, por lo que noté no se había dado cuenta de mi presencia. Opté por colocarme a un costado de su camilla.

  —Tony.  —dije intentando llamar su atención.

 — ___, no siento mi pierna. —dijo alarmado. —___, mi pierna. — manifestó su desesperación levantándose desesperado. Luego retiró la sábana que lo cubría y allí pudo ver la realidad. Si pierna ya no iba a estar. Comenzó a llorar mientras tomaba entre un apretado puño la sábana que recién acababa de sacar. 

  —Tuvieron que amputar tu pierna, lo siento.  —dije uniéndome a su llanto. Lo voy a repetir siempre, odiaba ver a mi familia mal. De alguna manera u otra me sentía culpable. Ya que si hubiese evitado a Kai y su hermana en el bosque, Claudio no hubiese estado aprehendido por Kai y Tony no tendría que haberle salvado el culo. Me sentía una mierda. 

  —___, tú sabes cuánto me gusta entrenar, ya no lo podré hacer. Es mi vida, se está yendo al carajo. ¿Por qué?   

 Inmediatamente abracé a mi primo, que ya estaba comenzando a descontrolarse. Reuní todas mis fuerzas ya que el luchaba contra mi agarre, hasta que se rindió. Lloró en mi hombro, y yo me descargué en el suyo. No aguantaba más esta situación, por mi culpa mi primo ya no tendrá una vida normal, la cagué feo. 

Nos quedamos un rato en esa posición hasta que decidió acostarse y cerrar sus ojos. Aproveché ese momento para irme y dejar pasar a quienes les tocara. Necesitaba aire. 

Cuando salí, mi familia ya estaba allí. Los ignoré y bajé en busca de la salida. Y para rematar, Kai se hallaba allí fuera, con un cigarro en su boca. Decidí pasar de él, pero fue más rápido y logró frenarme.

 —¿Qué te sucede?  —preguntó serio. 

  —Eso no te importa. 

 No sé que me pasó, pero en ese preciso instante me derrumbé y mis lágrimas se hicieron presentes, no podía con la culpa. Kai sobó mi espalda y me llevó hasta su auto. 

  —¿Sabes que puedes contarme, verdad?  —dijo mientras se acomodaba en el asiento trasero junto a mi. En ese momento, yo no tenía noción de nada ni nadie. —Jamás te había visto así. Creí que eras una chica fuerte.

  —Soy una chica fuerte, pero a veces necesito un golpe de realidad. Llévame hasta el bar gay. — ordené. 

  —¿A ese bar? ¿Por qué o para qué? 

 —No preguntes, sólo mueve tu culo, siéntate en el asiento delantero y conduce. 

  —Entonces no lo haré. 

 —Bien, que  para algo tengo mi coche apartado. Con permiso, cabrón. —dije abriendo la puerta para salir. 

  —Tú no iras a ninguna parte en ese estado.  —dijo tomando mi mano, impidiendo que salga del coche.

  —Entonces haz lo que te dije. 

 —Con una condición. Me contarás el motivo de tu llanto. 

  — ¿Por qué te interesaría? Ya Kim, o me llevas o me voy. 

  —Es que eres ineluctable.  —dijo Kai derrotado mientras se pasaba al asiento de adelante. Comenzó a conducir y a mi me volvió el llanto nuevamente. Parecía una loca. 

Llegamos al bar y me bajé del coche. Mi idea era ir a la cafetería, por lo general cuando me encontraba en este estado, automáticamente lo solucionaba con comida, por más estúpido que suene. 

Entré sin girar para ver si Kai me seguía, simplemente me dejé llevar hasta el mostrador, donde me atendió una mujer que todavía no conocía, en su delantal decía que su nombre era Blue, aparentemente. 

  — Buenos días, ¿qué va a almorzar?

 — Tres cupcakes de chocolate con crema irlandesa, una dona y un submarino —dije mirando el menú que se encontraba detrás de ella. A la mujer por poco no se le salieron los ojos. 

  — Está bien, pero de una vez le digo que aquí no hay baños para clientes. 

  —No se preocupe, al menos encontraré un bote de basura en donde hacer mis necesidades, ¿no?

 —Cuánta vulgaridad. Señor, ¿usted pedirá algo? —preguntó la mujer con cara de desagrado. Odiaba dar vueltas para un simple pedido. 

  —Un sándwich completo, y una botella de agua, por favor.  —contestó Kai amablemente. Lo evité y me senté en la mesa de siempre. Me siguió y se enfrente mío. 

  —De veras no te reconozco. Lloras, te pones exigente, vuelves a llorar, te pones agresiva. 

 —Soy una mujer con carácter.

  —Y que carácter. 

 —Es mi culpa. —y ahí volvía mi llanto. Me odiaba en este momento. 

  —¿De qué tienes la culpa?

 —De que a mi primo le cortaran una pierna. —de solo pensarlo, me dolía el alma. —Espera, tú eres el culpable. No yo. Claro! 

  —Te refieres a el chico que tu propio hermano baleó el otro día?

 — Ese mism...oye, ¿que has dicho?

En ese instante llegó el camarero de siempre, el que me coqueteaba.

  —Supuse que eras tú, por la crema irlandesa, tú sabes  —dijo riendo. Al ver que no emitía ninguna reacción, colocó los pedidos en la mesa —estoy esperando tu mensaje —me dijo al oído.

  —Ella no tiene celular.  —interrumpió Kai.



   

Destructora (Kai y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora