Cap. 23

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El camino hacia Durango se me hacía agotador. Faltaban todavía cuatro horas más. Debía cenar y me encontraba justo en medio de la nada, literal. No se veía gran movimiento de vehículos, sólo unos pocos camiones, y muy pocos autos. Mi estómago gruñía mucho, y lógicamente. No he comido nada desde que salí de Austin. 

Unas horas después, mi celular comenzó a sonar. Era Claudio. Contesté.

  —___, ¿tardarás mucho? Tenemos problemas.  —dijo con cierto tono de desesperación en su voz.

  —Dos horas más, por lo menos. ¿Está muy jodido?  —pregunté, claramente preocupada. 

  —Maldita sea. Otro grupo tomó la casa del abuelo, y pues. No queremos arriesgarnos porque no sabemos cuántos son. 

  —La madre que la parió, Claudio. Por el momento, salgan de la zona, y espérenme. Apenas pise Durango te aviso. 

 —Pero papá insiste en atacar. 

  —Pues deténganlo, distraelo. Llévalo al mercado y dile que me estoy cagando de hambre, que no he comido desde el mediodía.

 —¿Estás loca? ¡Son las tres de la madrugada, ___! 

  —Me importa una mierda, sácalo de allí antes de que sea tarde, Claudio. Adiós.

Esto parece una maldición. No podemos estar tranquilos un tiempo prolongado, no. Parecemos un imán que atrae la mala suerte.  Bueno, todavía no me acostumbro a este estilo de vida. Somos narcos, ¿no? Lo cual es significado de problemas, mierda, problemas y más mierda. 

El resto del camino se me hizo eterno, pero después de tanto aplastar el culo en el asiento del Chevy, llegué a Durango. Llamé a mi hermano.

  —Ey, ya estoy aquí. ¿Dónde están?

 —Joder, ___. Ven rápido. Papá acaba tumbar la puerta delantera de la casa. 

  —Eres un fracaso, hermano. Grítale y dile que tuve un accidente automovilístico. ¡Sólo sacalo de ahí! Y los veo en el Walmart.

 —¡Papá, ___ tuvo un accidente mientras venía! Debemos irnos. —oí que gritaba desesperado. Luego, se oían voces preguntando que en dónde estaba, qué me había pasado, en dónde choqué, y demás. Supongo que esa pequeña mentira funcionó

Me dirigí hasta Walmart, uno de los supermercados más grandes de la ciudad. Me decepcioné al ver que estaba cerrado. Y claro, quién abriría un supermercado a las cinco de la madrugada. No me quedó de otra que esperar dentro del coche. Luego de unos minutos de espera, pude ver la camioneta negra de mi padre y los dos autos de mi hermano y Carl. Mi padre estacionó en la vereda del frente, pero no me vió.  Me acerqué sigilosamente hasta él, y tapé su boca. Se dio vuelta con una cara de asombro. 

  —¿Acaso tú no habías tenido un accidente?  —preguntó desconcertado. 

  —Si, soy su espíritu. Bu.  —bromeé. 

  — ¡Mami!  —dijo Tomas bajando del coche de John y se pegó a mis piernas. —Te extrañé! Cuando veníamos en el coche Lautaro se tiró un pedo, y todavía tengo su olor aquí. —dijo señalándose la nariz mientras hacía cara de asco. 

  —¡Campeón! También te extrañé mucho. Y estoy comenzando a sospechar que Lautaro es quien se come las ardillas podridas que tenemos detrás del granero.  —dije y al instante todos soltaron una carcajada, menos Lautaro. Sí, teníamos ardillas podridas en el patio. Nuestro perro las atrapa y las deja allí. Luego van desapareciendo una a una mágicamente.  

  —Preparemos las armas, y las municiones. La abuela, Tomas, las gemelas y el perro quedarán arriba del Chevy de ___, lo estacionaremos un poco lejos de la casa. Tony, Claudio y Pedro se quedan en mi coche, enfrente de la casa y dispararán desde allí. Lautaro, Tobias, Carl, ____ papá y yo entraremos. ¿De acuerdo?— preguntó John. 

 —Así será. En marcha. —contestó mi padre. 

Y así fue. Nos dirigimos hasta la casa de mi abuelo. Mi padre en su camioneta, con Pedro, Claudio, Lautaro y el perro. John en su coche con Carl, Tony y Tobias. Yo con la abuela, Tomas y las gemelas. Una vez llegamos al barrio privado de Durango, Papá y John le dieron hasta la casa del abuelo. Yo me desvié y estacioné el coche en una esquina de la manzana siguiente de dónde se hallaba la casa. 

Bajé pero antes les di un par de indicaciones a las gemelas por las dudas, y dejé un arma. Antes de caminar hasta el lugar, me aseguré de tener mi P99 y el cuchillo, y efectivamente así era. 

Nos reunimos con los demás enfrente de la casa y allí comenzó todo. John tumbó la puerta de una patada, mientras que yo rodeaba la casa hasta que encontré la puerta trasera. Imité la acción de mi hermano y me encontré con dos tipos con bandanas estilo indú en sus cabezas, chalecos de cuero sintético y botas militares. Todo el aspecto de tipos malos. Los pillé fumando. 

  —Al suelo, muchachos.  —dije apuntando con mi arma. Los tipos se miraron entre sí y rieron. Uno de ellos comenzó a rodearme. —¿Acaso tienen caca en los oídos? He dicho que al suelo.

No me hicieron caso, así que aquí iba mi plan B. Me di la vuelta y apreté el gatillo, la bala dio justo en la entre ceja del tipo que me rodeaba y éste cayó. Enseguida sentí un cuerpo sobre mi, era el otro. Luché contra su agarre pero no logré deshacerme de él. Me tumbó al piso y quedó sentado encima mío. Tomó mis muñecas y las colocó sobre mi cabeza. Se iba acercando poco a poco con una sonrisa malévola. La adrenalina me mataba así que opté por darle un cabezazo en su nariz, que por cierto tenía un buen tamaño. El sujeto me soltó las muñecas para agarrarse la nariz, que sangraba. Aproveché la oportunidad y tomé mi arma, que quedó en el piso. Justo cuando aquel tipo miraba su mano impresionado por la sangre, volví a apretar el gatillo. Y cayó.

Lo saqué de encima mío y revisé todo el patio, me adentré a la casa con el arma en alto, revisé todo lo que pude y no vi a nadie. Hasta que choqué con alguien. 

  —Estúpido.  —era Tobias. —¿Encontraron a alguien? 

  —A nadie por ahora, ¿tú?  

  —Liquidé a dos tíos en el patio.  —justo cuando terminé de decir eso, comencé a oír un llanto de bebé muy cerca. Estábamos en la zona de lavandería. La voz estaba muy cerca, demasiado. Hasta que la encontré, en el lavarropas. Abrí la tapa y me sorprendí. Una bebé. 

  —¡Tobias! Una niña  —dije mientras la tomaba en mis brazos. Lloraba desconsoladamente y estaba roja. He de suponer que tiene unos 5 o 6 meses de vida. Por dios. —Esto significa que aquí hay alguien más. 


 


Destructora (Kai y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora