Miro el hermoso cielo despejado de primavera, había un sol radiante y las nubes eras escazas, no pareciera haber señales de que iba a llover aquel día. A pesar de todo, seguía habiendo frio en aquel hermoso país en el que anteriormente había estado. Paso el puente de Londres en bicicleta, recordando las viejas rutas que hace tiempo sabia tomar. Casi todo era igual que antaño, las casas, algunos edificios seguían allí. Pasó con su bicicleta por las calles donde antes iba todos los días, viendo aun allí esa gran casa de dos pisos y techos celestes, que le traía tantos recuerdos.-Al fin, he vuelto...Arthur
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El mundo es hermoso. Eso había aprendido con el pasar del tiempo. Abrió sus ojos esmeraldas, notando que ahora, lo que anteriormente sabía ser todo negro ahora tomaba color. Era hermoso. Ver el sol, el cielo, como los pájaros volaban libremente...era simplemente hermoso. El mayor regalo que había recibido en su vida, fue el poder volver a ver. Lo agradecería para siempre con toda su alma. Poder ver era maravilloso .
-Se supone que deberías estar limpiando... ¿Qué haces holgazaneando?- escucho una voz tras suyo, volteo a verlo asustado y después soltó un largo suspiro. Era su jefe, Ludwig Beilschdmit, un hombre de 28 años, alto, de cabello rubio, ojos celestes y tez pálida, si, ese era el temible jefe de la estación de bomberos en el centro de Londres.
-Estoy limpiando, estoy limpiando, idiot- mascullo mientras encendía la manguera de agua, y está casi explota, mojando parte de su ropa y la del alemán, que lo miraba enojado.
-Ten cuidado con esa cosa, se supone que deberías ser un líder, Scheiße- casi grito enojado el mayor, mientras el oji-esmeralda simplemente soltaba un pequeño bufido. Ambos escucharon la alarma que daba señal a una nueva llamada de auxilio... tenían que trabajar nuevamente.
-Vamos rápido, Capitán Kirkland- ordeno el mayor poniéndose su chaqueta negra con detalles anaranjados, al igual que lo hacia el británico, para emprender viaje junto a las demás personas del escuadrón al lugar de donde provenía la llamada de ayuda.
Arthur subió al camión de bomberos que le correspondía junto a uno de sus compañeros de equipo y escucho por el transmisor la voz de su jefe superior, Sadiq Adnan, un hombre de ya más de 40 años que dirigía a toda la estación de bomberos.
-La llamada vino de una estación de gas cercana- informo el turco seriamente. Desde otro de los 4 camiones que viajaban hacia el mismo lugar- Todos los autos a toda velocidad, tan solo tenemos 5 minutos, el tiempo es de oro- ordeno para después colgar la llamada. Arthur miro su reloj, y después dirigió su vista a la carretera, todos los carros estaban allí amontonados sin dar paso.
-¡Es una emergencia! Por favor, háganse a un lado- grito el alemán por el altavoz del camión, para que todas las personas lo oyeran, pero nadie cedía paso. Siguió gritando que dieran paso y pitando para que los testarudos conductores se retiraran, pero parecía que nadie les hacía caso.
-Rayos- el inglés chasqueo la lengua molesto y cogió su altavoz- Es una emergencia, háganse a un lado- grito cansado- por la reina...- los autos comenzaron a andar cuando el semáforo cambio a verde, permitiéndoles pasar y continuar con su trayectoria al lugar del incendio. Todos los 4 camiones se parquearon en el lugar indicado, extrañados de que no haya ni una sola señal de humo. Bajaron de los trasportes y vieron a unos 3 chicos sentados en una mesa cerca de la estación de gas con un celular en la mano, viendo como los minutos pasaban.
-¡Ha! Están aquí, ¡yo gane!- grito uno de ellos al ver a los bomberos allí parados. Mientras los otros le entregaban su dinero.
-¿Una broma?- mascullo Ludwig enojado, acercándose a los jóvenes, pero una motocicleta de entregas lo detuvo cuando se parqueo frente suyo.
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Angel Eyes
Roman d'amourUn accidente habia cambiado todo... Viviría para siempre con aquella carga, su vida era un infierno del cual nunca saldría. Se lo merecía, era su culpa. Pero, tal vez algo podría salvarlo de aquel hoyo negro en el que habia caído, eso algo, era cono...