Ya no sabía cuánto tiempo había pasado desde que Francis se fue. Sus días... no habían regresado a ser los mismos. No podían serlo. Su corazón dolía tanto cada vez que entraba al hospital, cada vez que pasaba por el cementerio, cada vez que veía el cine desde lejos. Francis... podía verlo en todo lugar. Podía sentirlo, esta vez no iba a poderlo olvidar. ¿A quien engañaba? Nunca lo había olvidado.
Pero ahora, era peor que nunca. Se sentía demasiado culpable, demasiado vacío. Ya nada se sentía como antes, no podía ni siquiera tolerar el mínimo toque de Alfred sin sentir culpabilidad y pesadez en su corazón. Francis se había ido una vez más y lo había dejado peor que nunca.
Miró su reflejo pálido en el espejo. Las ojeras en su rostro estaban más notables que nunca, y, que no iban a estarlo si apenas podía dormir dos o tres horas al día cuando su mente dejaba de recordarle la última vez que pudo ver a Francis, como Francis lo había sujetado, como había dicho que lo extrañaba, como se había ido igualmente.
Francis lo había dejado, había tomado su decisión y terminado con todo, irse de su lado una vez más pese a rogarle tanto que su garganta pasó desgarrada por toda una semana. Esa había sido su decisión, la señal de que debía olvidarlo esta vez y continuar con su vida como si Francis jamás hubiese existido. Pero no podía.
No podía hacerlo.
—Arthur, vamos a llegar tarde si no sales rápido— la voz de su hermano a través de la puerta le regresó a la cruda realidad. Ya era diciembre, y dentro de pocos minutos debería salir en dirección a casa de sus futuros suegros, debía fingir que todo estaba bien y disfrutar de la cena de navidad que habían planeado en "familia".
En realidad, lo menos que quería era ir allá, soportar la mirada denigrante que el padre de Alfred siempre le daba, los regaños de Emily por cada pequeño movimiento que hacía y el peso de la expectativa sobre sus hombros de ser feliz de poderse casar con un hombre como Alfred, de sonreír, de estar emocionado por una boda que en realidad ya no sabía si quería para nada.
Soltó un suspiro frustrado, mirando una vez más el elegante traje que estaba sobre su cama. El anillo que brillaba a lado de su corbata hacía que su estómago se encogiera en un nudo de ansiedad, pero se forzó a sí mismo a continuar. Se forzó a vestirse y poner ese anillo que se sentía tan desconocido en su dedo anular, a bajar las escaleras y aceptar el cumplido de su hermano, a ponerse el cinturón de seguridad en el carro y fingir que todo estaba bien durante el camino.
—Arthur, ya llegamos— ¿Qué? ¿A qué momento? ¿Cómo habían llegado tan rápido? La ansiedad de alguna manera se hizo peor en su pecho al notar la casa frente suyo, la mansión que se veía tan fría y ajena que tuvo que tomar una bocanada de aire para prepararse mentalmente para dar un paso dentro de ahí. No era la primera vez que visitaba la casa de los padres de Alfred, pero ese lugar no le traía ningún buen recuerdo. —Te ves demasiado pálido— su cuerpo dio un respingo cuando pudo sentir la mano de Scott sobre su hombro. Fuck, sentía que su corazón se iba a salir.
—Solo estoy nervioso— intentó justificarse, tomando otra bocanada de aire para calmar la ansiedad en su interior, tan solo un poco. Scott le mandó una mirada preocupada, pero no dijo nada más. Solo bajó del auto y caminó hacia la entrada de la casa, revisando ocasionalmente de reojo que Arthur estuviera a su lado.
Cuando entraron a la casa fueron recibidos enseguida con un emocionado Alfred, corriendo hacia ellos con una de sus características sonrisas, saludando a Scott primero antes de acercarse a abrazar a Arthur con felicidad de verlo una vez más.
—Feliz navidad, babe— deseó sin poder dejar de abrazar a su prometido, besando su frente con cariño y nostalgia. Hacía casi dos meses que no lo había podido tener tan cerca, que se habían visto solo ocasionalmente en el hospital y nada más. En verdad lo extrañaba un montón.
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Angel Eyes
RomanceUn accidente habia cambiado todo... Viviría para siempre con aquella carga, su vida era un infierno del cual nunca saldría. Se lo merecía, era su culpa. Pero, tal vez algo podría salvarlo de aquel hoyo negro en el que habia caído, eso algo, era cono...