Capitulo 9

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Después de ese día, había intentado evitar a Arthur como la plaga. Cada vez que venía una ambulancia de su equipo se excusaba para ir a su oficina o ponía alguna excusa para irse de ahí. Ver a Arthur dolía demasiado. No podía olvidarlo, su corazón seguía anhelándolo.

Internamente intentaba convencerse de que tan solo iba a ser un mes más... debía soportar todo un mes más antes de poder renunciar. Entre todo el dolor y caos mental apenas había sentido más de un mes pasar. Ya era primero de Julio. Ese mismo día hace seis años había sido su graduación de la escuela de medicina.

Una sonrisa amarga se formó en su rostro cuando los recuerdos comenzaron a invadir su memoria. Scott... nunca lo había visto tan feliz y orgulloso en toda su vida. Ese día se había emborrachado a más no poder, había invitado a todas las personas en el bar a unirse a la celebración de su "hermano", el estudiante egresado con las mejores notas en toda la universidad.

"A partir de ahora, eres como un Kirkland más. Estoy orgulloso de ti"

La promesa que había hecho esa noche, bajo la luz de la luna y las sábanas blancas que cubrían sus cuerpos desnudos. Tal vez... ya era hora de cumplirla.

"Tu... siempre has cuidado de mí, has llegado a convertirte en un hermano que me dio un gran futuro y grandes oportunidades, por eso desde ahora, seré yo también un buen hermano... de verdad, un muy buen hermano que hará que te sientas orgulloso..."

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Miro al cielo y lanzo un pequeño suspiro. El calor de Londres no era nada comparado con el de Boston, pero aun así, no era su temporada favorita del año. Por lo menos la brisa suave era refrescante. Sintió que alguien se sentaba a lado suyo. Sabía quién era, pero no regresó a verlo. Sus ojos se mantuvieron fijos en el tranquilo lago frente suyo, en los niños jugando en la orilla a pocos metros, las parejas disfrutando del calor y el sol, buscando broncearse lo más posible pese a que siempre resultara en quemaduras. Era Londres como lo recordaba, años atrás. Algunas cosas nunca cambiaban. Lo extrañaba.

Un ruidoso carraspeo a su lado le hizo recordar que no estaba solo. Por breves segundos se preguntó como es que lo había encontrado, pero viniéndose de él, no era para menos.

—Pensé que no querías verme, Scott— sus ojos se movieron a ver de reojo a la figura del hombre a su lado, la cerveza en su mano sacándole un suspiro más, en especial al notar que no era la única, y un paquete de seis le esperaban a su lado. Scott se encogió de hombros en respuesta,

—Aunque nadie lo crea somos amigos ¿no? Eres como un hermano para mí, Francis— suspiró, bebiendo su cerveza con rapidez, para ir por la segunda y ofrecerle una al rubio. Francis la tomó sin objeción alguna, agradeciendo que estuviese fría pese al calor en el exterior. Los dos empezaron a beber en silencio, cerveza tras cerveza acabándose sin ninguno de los dos decir una sola palabra entre ellos, sin la usual charla amistosa de siempre, o las bromas y risas que siempre venían de algún comentario sarcástico. Sus miradas se mantuvieron en el paisaje frente a ellos, intentando ignorar el elefante en el cuarto. La tensión, traición, decepción... ahora no era momento para hablar de nada de eso. Y, en realidad no sabían si querían hacerlo. El silencio se extendió por minutos, y finalmente cuando todas las cervezas se vaciaron por completo, Scott lo rompió. —Si algún día, necesitara una operación, dejaría mi vida en tus manos...

Francis giro a verlo sin comprender, su rostro pasando de confundido a preocupado, y una vez más confundido al notar como Scott tan solo mantenía sus ojos clavados en la nada, una de sus manos buscando la caja de cigarrillos en su bolsillo y encendiendo uno enseguida para llevárselo a la boca, como si nunca hubiese dicho algo tan serio como eso. Francis exhaló, llevando una de sus manos a su cejo. En verdad, Scott a veces...

Angel EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora