Cuando se levantó esa mañana Francis no estaba a su lado y, por un momento, un sentimiento pesado en su pecho hizo que su garganta se cerrara.
No pudo haberlo soñado todo, sabía que no había sido un sueño o una ilusión.
Se sentó sobre la cama, en un intento de respirar, porque se estaba quedando sin aire y sus ojos se estaban empañando a medida que el pánico empezaba a recorrerlo de pies a cabeza. Fue solo en ese momento, que se forzó a sí mismo a respirar que miro a su alrededor, el cuarto de hotel en el que estaba, la cama con un lado aún desordenado a lado suyo y el claro olor de Francis impregnado en la sabanas. Pudo escuchar el sonido del agua viniendo del baño y notar el vapor cubriendo los ventanales de la habitación.
Francis no se había ido, no lo había soñado. Era todo real, y estaba ahí. El pánico fue poco a poco disipándose de su mente, y sus ojos bajaron al velador a su lado cuando el claro timbre de su celular invadió la habitación, notándolo ahí sobre una pila ordenada de su ropa, doblada a tanta perfección que hizo que calidez invadiera su pecho.
Cerró sus ojos, intentando ignorar el sonido de su celular, no quería contestar, ni bien quién era porque era casi seguro que sea quien sea no iban a ser buenas noticias. Y cuando después de dos agonizantes minutos, cuando las llamadas por fin pararon, tomó el celular, comprobando su sospecha al ver el nombre de Alfred plasmado ahí acompañado de la notificación de 5 llamadas perdidas y 13 mensajes sin leer.
Su pecho se encogió con ansiedad, sabiendo que nada bueno le esperaba al salir de esa habitaciòn, sabiendo que tarde o temprano tendría que confrontar a Alfred, a Scott, a los padres de Alfred y a las cientas de personas que habían comprobado su invitación para la boda que iba a darse en tres días. Hundió su rostro entre sus rodillas, respirando para calmar el pánico y ansiedad recorriendo cada nervio de su cuerpo.
—Arthie—el llamado de su nombre enseguida le hizo alzar su rostro, sus ojos topándose con los azules preocupados del hombre que aún no podía creer que estaba frente suyo. Una mano bajó a topar su mejilla y en ese momento sintió que estaba temblando, temblando porque sabía que era real pero se sentía como un sueño.
—Francis...— su voz se quebró con alivio y un sentimiento aún más profundo. De repente verlo frente suyo despertó todo el miedo en su cuerpo, miedo de perderlo nuevamente, de que todo sea una ilusión, el miedo de que Francis se fuera nuevamente. Si eso pasaba no lo podría soportar. Sus ojos se nublaron con lágrimas, y su pecho dolió al recordar cómo había despertado solo esa mañana. —Pensé que... — que había desaparecido, que se había ido nuevamente. Estaba aterrorizado, pese a que sabía que Francis no se había ido, a que sabía que estaba frente suyo el miedo irracional no lo abandonaba, no hasta que sintió dos firmes brazos envolverlo en un abrazo que le robó el aliento.
Francis lo apretó entre sus brazos, bajando a besar su frente con compresión, sus manos trazando pequeños círculos en la espalda de Arthur para tranquilizarlo, para asegurarle que estaba ahí, que no se iba a ir.
—Te lo dije, esta vez no me iré así me eches— sonrió hundiendo su rostro en el suave cabello de Arthur, lo había extrañado tanto, y tenerlo entre sus brazos de esa manera se sentía tan íntimo, incluso más que lo que habían hecho la noche anterior. Poco a poco el temblor del cuerpo de Arthur se fue calmando, hasta que pudo sentir su cuerpo perder toda la tensión y relajarse contra el suyo.
—Idiot... — murmuró Arthur contra su hombro, sin separarse del abrazo. Francis solo negó, bajando a besarlo con cariño y Arthur correspondió, profundizando más el beso antes de jalarlo encima suyo, envolviendo sus piernas alrededor de la cadera de Francis para no dejarlo ir. El olor de Francis en ese momento se hizo tan claro, tan perfecto e inconfundible que solo quiso enterrar su rostro en su cuello y nunca dejarlo ir. Era tan intoxicante, tan eróticamente y al mismo tiempo calmante que no pudo evitar la erección que comenzaba a crecer entre sus piernas, y podía sentir a Francis en un estado similar.
ESTÁS LEYENDO
Angel Eyes
RomansaUn accidente habia cambiado todo... Viviría para siempre con aquella carga, su vida era un infierno del cual nunca saldría. Se lo merecía, era su culpa. Pero, tal vez algo podría salvarlo de aquel hoyo negro en el que habia caído, eso algo, era cono...