Capitulo 8

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Salió al patio del hospital lo más rápido que pudo. Sabía que lo había visto salir por esa puerta, no había manera de confundirlo. Sus pies lo llevaron lo más rápido que pudieron, ignorando las palabras preocupadas de las enfermeras y doctores que se encontraba en el camino al notar brevemente el corte en su cuello. En ese momento, nada de eso era importante. Necesitaba verlo una vez más, comprobar que lo que creía, lo que había sentido en esos cortos segundos era...

¿Qué quería comprobar?

Se detuvo en seco. Una de sus manos subió al collar en su cuello con pesadez. Era imposible ¿verdad? Si ese hombre hubiese sido Francis, entonces ¿por qué cuando se encontraron antes no le dijo nada? Ya más de quince años habían pasado, era... no podía ser él. ¿Verdad? Agh, todo era demasiado confuso. Sus ojos, su cabello, su olor, el latido de su corazón, todo coincidía. Pero si de verdad era Francis ¿Qué iba a hacer?

Apretó su agarre en el silbato de plata. Su corazón dolía demasiado. Todo era demasiado confuso. No se quería ilusionar, además... ¿Por qué estaba pensando en otro hombre cuando su prometido acababa de ser apuñalado? Vaya que era un asco de pareja.

Su paso se reanudo, ahora sin apuro alguno y desgano. Tan solo quería sentarse en algún lugar y olvidar lo que había estado pensando minutos atrás. Borrar a ese hombre de su mente y regresar a la realidad. Pero, cuando comenzó a caminar hacia las bancas del hospital, lo pudo notar. Era él, definitivamente era ese doctor que le había salvado la vida minutos atrás. Por lo menos, debía agradecerle. Sin embargo, a medida que más se fue acercando, su ceño se frunció en preocupación y curiosidad.

—Disculpe...— su voz salió antes de pensar dos veces en si acercarse a ese hombre nuevamente era una buena idea o no, pero cuando esos ojos azules subieron a mirarlo con una de las expresiones más rotas que había visto en su vida, dejó toda su duda a un lado y se acercó más. ¿Por qué parecía a punto de llorar? Pese a que no lo conocía, necesitaba saber que le había pasado, no le gustaba esa expresión en él. —¿Esta bien?— se inclinó hacia él, apoyando sus manos en sus rodillas mientras sus ojos buscaban alguna señal de que era lo que estaba mal con el hombre frente suyo. Los obres azules dejaron de verlo para bajar a su pecho. Una mano se estiró hacia el collar colgando de su cuello, y en ese momento, se alejó, tomándolo en su mano de manera protectora. Nadie podía tocarlo, era demasiado valioso, tanto que no dejaba que ni siquiera Alfred lo tocara. Por eso, retrocedió.

Un chasquido fue la única advertencia que recibió antes de ver como ese hombre se levantaba de manera abrupta. Su aura dio un cambio completo que lo hizo retroceder aún más, pero apenas fue capaz de dar un paso cuando sintió un fuerte agarre en su muñeca. Trastabilló cuando fue jalado para adelante, y un jadeo salió de su boca al estar a tan solo centímetros del cuerpo del otro. Su corazón se aceleró en una mezcla de sorpresa, enojo y excitación. Sus ojos subieron una vez más a chocar con esos azules ahora enojados y una corriente eléctrica recorrió todo su cuerpo. ¿Por qué estaba reaccionando así?

No avanzó a reaccionar lo suficientemente rápido cuando ese hombre comenzó a arrastrarlo literalmente con él a quien sabe dónde. Si antes su corazón había empezado a latir como loco, ahora parecía querer salirse de su pecho. Sus vellos se erizaron en alerta y en ese momento comenzó a pelear. Quiso detener su paso, pero él siguió caminando sin consideración alguna a que casi se caía. Ni siquiera regresaba a verlo.

— ¡Suéltame! — exigió forcejeando aún más para intentar zafarse del firme agarre sobre su muñeca. Ni siquiera vio a donde lo estaba llevando, solo quería alejarse de ese loco. — ¿¡Qué te pasa!?— no entendía como ese hombre, que en la mañana le había parecido una persona calmada y amable, que lo había salvado y sostenido contra su pecho con tanta suavidad, ahora podía dar un cambio total a su personalidad. —Fuck— maldijo al chocar contra la espalda del rubio. ¿A qué momento se había detenido? Maldición. El agarre sobre su mano desapareció en ese momento, y confundido alzó a ver a su alrededor. Estaban frente a un consultorio dentro del hospital. Intentando recuperar su respiración clavó su mirada afilada en ese estúpido doctor, mirando con curiosidad y cautela como sacaba sus llaves para abrir la puerta del consultorio. En ese momento no supo en qué demonios su cerebro estaba pensando porque sin que él lo obligara y sin decir una sola palabra, lo siguió dentro de la habitación. Y, cuando el seguro fue puesto en la puerta, maldijo por lo bajo. Había caído solo y voluntariamente en una puta trampa, y, ahora, si ese hombre intentaba algo ¿Cómo iba a huir?

Angel EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora